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Para Mazzanti el valor de la arquitectura no reside en un hecho meramente estético sino en su capacidad de generar bienestar social.

“El modelo de ciudad de Barranquilla debe lograr que sea más competitiva y genere mayor bienestar social”: Giancarlo Mazzanti

por | Nov 12, 2020

En Contexto, una conversación sobre arquitectura, urbanismo, Caribe y pandemia con el arquitecto barranquillero.

En días pasados el arquitecto colombiano Giancarlo Mazzanti, ganador de más de 20 premios nacionales e internacionales, fue premiado junto a su firma El Equipo Mazzanti en los Rethinking The Future Architecture Awards 2020 por el proyecto de expansión del Hospital de la Fundación Santa Fe de Bogotá.

Mazzanti, nacido en Barranquilla, fue en 2011 el primer arquitecto colombiano en llevar su obra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y en la actualidad cuenta con más de 30 años de experiencia y un notable trabajo a nivel nacional e internacional que en Barranquilla puede apreciarse en trabajos como la ampliación del Romelio Martínez, el Museo del Caribe y la nueva sede del Museo de Arte Moderno.

Contexto dialogó con el arquitecto costeño sobre su visión de la arquitectura y los valores sociales y para el desarrollo de las ciudades detrás de su trabajo.

Redacción Contexto: Recientemente tú y tu equipo ganaron en los Rethinking The Future Awards 2020 por la expansión del hospital de la Fundación Santa Fe de Bogotá. Reconocimientos como este son un gran motivo de orgullo pero pueden ser comprometedores pues aumentan las expectativas sobre el trabajo realizado. ¿Lo sientes así?

Giancarlo Mazzanti: Con los años he aprendido a no caer en la trampa de tratar de superar los proyectos anteriores. Para mí los proyectos son actos de aprendizaje, cada uno en sí mismo es un reto para descubrir algo nuevo. Son espacios de investigación que nunca sé a dónde me van a llevar. Esto implica pensar la arquitectura no solo como una construcción material, sino también como una forma de construir pensamiento, que va mas allá de hacer edificios. Es construir cultura.

Me interesa la arquitectura como un acto de placer y no como una plataforma para lograr objetivos. El placer radica en hacer las cosas bien, disfrutar el descubrir algo nuevo, en experimentar. Al final es jugar como un acto de creación en sí mismo que implica aproximarnos al aprendizaje constante. Creo que el juego es la única opción que nos queda actualmente para criticar una sociedad basada solo en la eficacia y en la utilidad, ya que permite entender otra relación con el mundo que no es solo la del beneficio económico. Nuccio Ordine dice que “El saber y el juego constituyen en sí mismo un obstáculo contra el delirio de omnipotencia del dinero y el utilitarismo”

Susan Sontag en su libro El amante del volcán hace una división entre los hombres. Plantea que una parte son coleccionistas, aquellos que coleccionan carros, premios, dinero… cuyo fin es sumar cosas. Los otros son cazadores, siempre están buscando algo nuevo, un reto que implica esforzarse por el acto mismo y el placer de hacerlo. Para ellos el fin está en descubrir. Me gusta pensar que soy esto ultimo.

R.C.: ¿Cómo crees que Barranquilla y el Caribe han influenciado tu estilo y aportado a tu formación?

G.M.: Barranquilla es la única ciudad construida en Colombia por inmigrantes. Una ciudad abierta, que mira lo que pasa en ella, pero siempre conectada al mundo. Soy producto de esa ciudad abierta y multicultural como colombiano de origen italo-frances que nació y habitó en un caribe exótico y sobre todo diverso. Esa idea de diversidad e inclusión son fundamentales en la manera que abordo los proyectos. No me interesa construir proyectos unívocos y que definan una sola forma de habitarse. Me interesa disolver las diferencias en pensamientos sintéticos, aumentar las diferencias para construir la mayor diversidad posible de opciones espaciales.

Los humanos no construimos la geografía y el territorio. La geografía y el territorio nos han construido a nosotros y no solo desde el punto de vista físico, sino sobre todo del cognitivo. Ambos influyen y definen nuestra forma de pensar y ver el mundo. El lugar de origen, su geografía y carácter definen nuestro destino, y Barranquilla definió mi manera de pensar para hacer arquitectura.

Barranquilla tuvo un liderazgo arquitectónico en los años sesenta. Manuel Carrerá lideró un estilo y el Art déco tuvo gran relieve. Después se perdió identidad y la arquitectura local entró, con pocas excepciones, en franco deterioro. ¿Qué crees que pasó? ¿Podemos recuperar ese liderazgo?

La arquitectura no es un problema de estilos arquitectónicos ni su valor debe radicar en la belleza solamente. El valor de la arquitectura no está solo en sí misma sino en lo que es capaz de propiciar en términos de bienestar social, de nuevas formas de habitar. En su capacidad performativa, en lo que genera, y no solo en su condición de objeto para ser visto.

La arquitectura se basa en una condición transformadora de la realidad enorme; esta idea de arquitectura como mecanismo de transformación que define el futuro y el devenir de quienes la habitan es parte fundamental de nuestra investigación. Cada día pensamos más en qué generará nuestra arquitectura y no solo en cómo se ve. El liderazgo debería estar basado en cómo construir un modelo de ciudad que permita mayor bienestar social para una ciudad más competitiva. Una ciudad basada en la conexión y las redes como es Barranquilla, que se relacione con el clima y la cultura del Caribe, en la idea de ser pionera.

La arquitectura es un dispositivo que tiene una función estratégica para capturar y propiciar las formas de comportarse de los seres que habitan este mundo. A mí me interesa mucho la idea de una arquitectura como dispositivo, que nos enseñe a aprender a estar juntos, como dice el artista Nicolás Paris.

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El arquitecto Giancarlo Mazzanti y el Equipo Mazzanti fueron destacados en los RTF Architecture Awards 2020 como mejor construcción institucional por el edificio de expansión del Hospital Universitario Fundación Santa Fe de Bogotá.

Los arquitectos italianos han tenido una destacada incidencia en Barranquilla. Mazzoni diseñó la Catedral, Lenci y Pastore impusieron un estilo especial —las casas redondas del viejo Prado. Magagna se carteaba con Le Corbusier… Y Mazzanti diseña los edificios del Parque Cultural del Caribe y el del Museo de Arte Moderno.

Ahí está esa ciudad multicultural y abierta, una ciudad que se podría definir como condición de identidad en esa diversidad. Creo que el día que pensemos más en esa idea de una ciudad pionera lograremos construir un consenso social que nos haga trabajar en el mismo sentido. Si cada habitante en su imaginario social lograra sentirse orgulloso de ser pionero en cada cosa que haga y construya, seguramente tendríamos una sociedad basada en la innovación y el descubrimiento, y ahí aparecería la idea de ser líderes. Hemos sido pioneros y debemos ser capaces de construir una identidad basada en ella. Los antioqueños han construido un consenso social en ser trabajadores y emprendedores. El ser pioneros debería ser parte de nuestra identidad y consenso social así como lo es ser alegres y bullangueros. Los imaginarios sociales son la base para construir la arquitectura. Esta no es un problema de buen gusto, es una construcción social con funciones específicas para el bienestar de los demás.

¿Crees que la pandemia afectará la forma de concebir las ciudades, las viviendas?

Todos los días oímos decir que con la pandemia todo va a cambiar. No sabemos cómo y de qué manera cambiará, pero seguramente habrá dos maneras de ver este cambio y el mundo, la historia, lo dirá. La primera, aterradora y muy cercana al mundo nihilista y globalizado, basada en medidas tomadas desde el miedo, con intenciones claras de controlar a la población con la excusa de la pandemia. Una sociedad basada en el crecimiento y la productividad de la economía como principal y único objetivo. Esto produciría una arquitectura parecida a la actual pero exacerbada, basada en el control y la vigilancia, en la especulación económica y la individualidad.

La segunda, esperanzadora y basada en la confianza y en la proximidad, en especial con la naturaleza que nos rodea. Aquí la idea de comunidad y bien común serían los pilares de la disciplina próxima a todos. Una arquitectura en donde lo humano no prevalezca sobre la totalidad de agentes no humanos que habitan y ocupan el mundo. El objetivo de esta arquitectura deberá ser cada día más el de producir acuerdos entre los habitantes humanos y no humanos, que ayuden a compartir el mundo, permitiendo la construcción de una arquitectura abierta, múltiple. En donde no solo las necesidades humanas construyan el espacio, y en donde la arquitectura organice a diversos actores diversos para responder a los nuevos retos sociales y ambientales.

La única manera de mantener el patrimonio arquitectónico es que el Estado realmente brinde incentivos económicos para que sean mantenidos y puedan ser productivos económicamente. También mecanismos de educación que hagan que los ciudadanos logren valorar el patrimonio como algo colectivo que se debe conservar.

Se habla de las ciudades de 15 minutos, es decir, que todo lo que un ciudadano necesite lo encuentre en desplazamientos que no tarden más de 15 minutos. ¿Seguimos densificando o se promueve la vivienda en poblaciones más pequeñas y se mejora el transporte público?

La ciudad es una construcción cultural por excelencia. Las ciudades no van a desaparecer, se basan en la construcción de vida comunitaria, en compartir y estar juntos. No creo en un modelo de ciudad extensa en donde moverse y conectarse deba estar definida por sistemas de grandes infraestructuras, lo que implica mucho tiempo y recursos ambientales.

Creo en ciudades en donde se pueda caminar y tener una vida comunitaria activa. Hay que distribuir la productividad para que las ciudades se regulen en su tamaño, creo más en la ciudad y no tanto en las metrópolis extensas. Hay que procurar por la construcción comunal en cada acción o política publica que se genere en la ciudad.

Aprovecho para citar a Michael Hardy y a Antonio Negri en su libro Comune. Oltre il privato e il publico: “Por comunal se entiende todo aquello que se relaciona con la producción social y que es necesario para la interacción social y la producción de procesos como el conocimiento, el lenguaje, los códigos, la información, los afectos y la vida. La condición de lo comunal no presupone la separación entre lo humano y lo no humano. En la era de la globalización los temas de la conservación, de la producción y de la distribución comunal son temas centrales de la discusión actual.”

El transporte masivo parece una tarea pendiente en Barranquilla. Transmetro sólo moviliza el 17 % de los pasajeros que se mueven en la ciudad. ¿Alguna sugerencia? ¿Qué otras opciones de transporte público deberían considerarse para que después no sea muy tarde, como le pasó a Bogotá con el metro?

Barranquilla es posiblemente la única ciudad colombiana con una gran oferta de espacio vacío en su estructura urbana que permite múltiples proyectos de gran escala, sin mucha dificultad. Barranquillita, La Loma, el margen del río, el arroyo del Country son oportunidades únicas para planear la ciudad y generar corredores de servicio y no solo como transporte, sino como corredores comunales y culturales que involucren a la población.

El transporte es producto de un sistema mixto. Transmetro no funciona solo. Creo que hay que generar un sistema de transporte diversificado conformado por automóviles, bicicletas, tranvía, metro, cable. Un sistema planeado que comunique y permita tener lo que hoy en día llaman una ciudad de 15 minutos.

VIVIENDAS: MEJOR CALIDAD QUE CANTIDAD

Para reducir el déficit de vivienda en Colombia, el arquitecto barranquillero Giancarlo Mazzanti propone cambiar la forma en la que se evalúa el éxito de las políticas públicas de Vivienda de Interés Social.

Mazzanti afirma que en Colombia no se puede seguir pensando que el problema es cuantitativo, teniendo en cuenta que el Estado ha basado su política en medir cuántas viviendas es capaz de producir en un año. En ese sentido, el arquitecto considera que el Gobierno debe medir la calidad de vida y la capacidad que tienen esas políticas públicas en la construcción de bien común entre los habitantes de las ciudades.

“La vivienda se define por su condición privada y estas se articulan por medio del espacio público. Esta es la dualidad natural de la ciudad y creo que si introducimos el concepto de lo común en la construcción de vivienda, y de lo público en especial, podremos encontrar otras formas de habitar el espacio vacío y los complejos residenciales de vivienda social”, afirmó el arquitecto.

En cuanto a la forma de generar comunidades y no cantidades de casas para mejorar las condiciones de habitabilidad física y mental de los residentes en los conjuntos de vivienda, Mazzanti sostiene que la idea de construcción de acciones comunales y participativas en los barrios de vivienda son un camino para desarrollar comunidades sostenibles desde el punto de vista social en un futuro.

Para el arquitecto es fundamental que los residentes puedan participar en la construcción de acciones concertadas y en común con los planificadores o arquitectos. Esto permitirá proyectar espacios más acordes con las exigencias actuales de participación ciudadana, tanto para construir el espacio público, como viviendas más comunales y con mejor calidad de vida.