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El historiador y académico Malcolm Deas fue un estudioso de la historia de nuestro país e influyó en una pléyade de académicos colombianos. Foto: Infobae.

Evocación del profesor inglés que tuvo una cercana relación con Barranquilla y el Caribe colombiano.

Con ocasión del fallecimiento del profesor inglés Malcolm Deas, el sábado pasado en la ciudad de Oxford, una larga legión de sus estudiantes y de quienes tuvieron el privilegio de conocerlo y tratarlo en alguna actividad académica han expresado su profundo pesar por su lamentable deceso. 

El profesor Deas era ciertamente un académico muy singular, pero ante todo una persona con unas especiales cualidades humanas que saltaban a la vista al primer trato que tuviéramos con él. Lo conocí una fría mañana bogotana de 1984 en el Hotel Continental, en un desayuno que hacía las veces de entrevista de admisión a la facultad de Historia de la Universidad de Oxford. En las universidades inglesas la recomendación es el principal factor que se tiene en cuenta para ser admitido en sus programas, en especial en los de postgrados. Es lo que aquí llamamos “palanca”, de la que tanto denostamos.      

Venía recomendado por Eduardo Posada Carbó, quien había culminado su maestría en estudios latinoamericanos y comenzaba el Doctorado en Historia bajo su tutoría. Fue él quien me disuadió de ir a los Estados Unidos y me recomendó postular a Oxford, y la razón tenía nombre y apellido: Malcolm Deas, director del Centro de Estudios Latinoamericanos. La recomendación de Eduardo estuvo antecedida por la que años atrás le hiciera a él otro estudiante barranquillero: Ricardo Plata Cepeda, a quien se le debe habernos abierto el camino hacia las enseñanzas del profesor Deas. 

En un artículo reciente para El País de España ponderé las excelsas virtudes que tenía como docente y pedagogo, su particular manera de ver y enseñar la historia, sus aportes al mejor conocimiento de nuestro pasado colectivo y su exquisito humor que siempre lo acompañaba. Jaime Bermúdez, quien fuera uno de sus alumnos, en otra columna de este portal Contexto, titulada “Malcolm Deas, el hacedor de historias”, nos recordó los numerosos temas nacionales que enriqueció con su mirada.

En mi caso personal, recordé el consejo que me dio en septiembre de 1991 y que habría de cambiar mi vida para siempre. En ese entonces trabajaba en terminar la tesis doctoral de la que era mi tutor. La nueva Constitución de Colombia, que había entrado en vigor el 4 de julio de 1991, consagraba por primera vez la elección popular de los gobernadores. Sin ninguna experiencia pública previa, una coalición de fuerzas políticas me ofreció postularme como candidato a la Gobernación del Atlántico en las elecciones que tendrían lugar a finales de octubre de ese año. 

Desconcertado por tan inesperada proposición, lo primero que se me vino a la cabeza fue consultarle a Malcolm sobre si debía aceptar o no, con la esperanza de que me dijera que “no”, que antes debía terminar de escribir la tesis. Lo llamé sin tener en cuenta la diferencia de horario con Inglaterra. Luego de sonar el teléfono por un buen rato, me contestó con voz aún somnolienta y le hice la pregunta de rigor, a la que me contestó: “Bueno, estas no son horas de llamar, pero acepte, acepte, porque es mejor hacer la historia que escribirla…”.

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El profesor Malcolm Deas visitó la biblioteca de la Universidad del Norte en 2022, lugar donde reposa la donación que hiciera de su biblioteca personal. Foto: Archivo particular.

Así fue como me lancé a la azarosa campaña por todo el departamento con resultado incierto, pero que culminó con mi elección el 27 de octubre de 1991. No sé si él se sorprendió tanto como yo con la elección, lo que sí me sorprendió y, por supuesto, me halagó sobremanera, fue su deseo de acompañarme a la ceremonia de posesión que tendría lugar en Puerto Colombia el 2 de enero de 1992. Llegó a Barranquilla esa misma mañana y lo primero que hizo fue comprar una guayabera en el entonces San Andresito para lucirla. Recorrió palmo a palmo los vericuetos de los puestos de venta, donde le ofrecían toda clase de mercancías y él preguntaba lleno de curiosidad de dónde provenía tanta variedad de artículos. 

No era la primera vez que visitaba Barranquilla. Como historiador tenía clara la importancia que había tenido la ciudad para la entrada a la modernidad del país, de su papel como principal puerto de exportación del café y de su carácter liberal y cosmopolita, pero quería recorrerla a pie. Lo hizo en 1985 y quiso aprovechar la ocasión para conocer la urbanización Soledad 2000 que gerenciaba su alumno Ricardo Plata, cuya oficina quedaba en la carrera 38 con calle 45, frente al Cementerio Universal. Allí legó como a las 11:00 a.m., recuerda Ricardo, y mientras él atendía unos asuntos Malcolm le preguntó qué había por los alrededores que fuera importante de la ciudad. Ricardo le señaló el cementerio. Se fue entusiasmado a pleno sol, sin quitarse un ligero saco –típica prenda inglesa de verano–, regresó al cabo de una hora y le contó lo mucho que había aprendido de la historia de la ciudad con solo “leer” los apellidos en las tumbas y mausoleos de las familias árabes, italianas, alemanas y demás que reposaban en el camposanto.

En su agenda dos sitios eran importantes para tener un mejor conocimiento de la ciudad: el Museo Romántico y el Muelle de Puerto Colombia. Recorrió ambos con deleite, preguntando por cada detalle. El muelle lo anduvo hasta la punta –pues aún no se había caído a pedazos–, dejando libre la imaginación para visualizar los tiempos en que atracaban barcos provenientes de Europa. Era su forma de aproximarse a la historia de la ciudad. Alguna otra vez lo acompañé a dictar una charla en Ciénaga y pidió que lo llevaran a visitar el templo de los masones, porque según él era un sitio importante que formaba parte de la historia del Magdalena.

En su agenda dos sitios eran importantes para tener un mejor conocimiento de la ciudad: el Museo Romántico y el Muelle de Puerto Colombia. Recorrió ambos con deleite, preguntando por cada detalle. El muelle lo anduvo hasta la punta, dejando libre la imaginación para visualizar los tiempos en que atracaban barcos provenientes de Europa.

Guardo con mucho orgullo el recuerdo de su presencia en la ceremonia de posesión que tuvo lugar en Puerto Colombia, igual sus recomendaciones de crear el Archivo Histórico del Departamento que se hizo realidad en el Edifico de La Aduana, lo mismo la sugerencia de publicar algunos textos de nuestra historia que ameritaban una nueva edición. Siempre que lo visitaba en su apartamento de Bogotá me mostraba algún documento “raro y curioso” que había comprado en sus recorridos por librerías de segunda relacionado con Barranquilla o la región. 

Una tarde de finales de 2017 me encontraba en Bogotá y supe de casualidad que presentaría su libro Las fuerzas del orden y once ensayos de historia de Colombia y las Américas, en la tradicional Librería Lerner, sede norte. Al término del conversatorio me acerqué a saludarlo, y cuál sería mi sorpresa cuando me llevó a un rincón de la librería y me dijo que estaba pensando ¡donar su biblioteca a la Universidad del Norte! No supe cómo expresarle mi agradecimiento por semejante acto de generosidad con la ciudad y la región, pero inmediatamente me puse en contacto con sus directivas para formalizar la donación. 

El pasado 27 de abril de 2022, la Universidad del Norte le otorgó el Doctorado Honoris Causa en Ciencias Sociales por sus grandes y valiosos aportes a la historiografía colombiana, contenidos en sus libros, ensayos y conferencias, como por la formación de numerosos historiadores que tuvo a lo largo de su vida académica. 

Esos aportes solos serían suficientes para que todos los colombianos guardaran por Malcolm Deas reconocimiento y gratitud por su vida y obra. Pero nosotros, los habitantes del Caribe, le tendremos por siempre y para siempre un agradecimiento aún más especial, pues habernos donado su biblioteca fue un acto de generosidad, de una grandeza única que garantiza su inmortalidad en la historia que escribirán las futuras generaciones de estudiantes que se formen en la Universidad al servicio de la ciudad, la región y el país. 

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Gustavo Bell Lemus

Historiador, abogado y político barranquillero. Se ha desempeñado en su carrera pública como Gobernador del Atlántico,Vicepresidente de Colombia y Embajador en Cuba durante los diálogos de paz con las FARC en La Habana.