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Gabriel García Márquez, Alfonso Fuenmayor a su izquierda y en la segunda fila un sonriente Germán Vargas. Tres de los contertulios del grupo de Barranquilla.

A propósito de la convocatoria del XI Premio Nacional de Cuento de La Cueva, abierta hasta el próximo 26 de septiembre, Contexto hace un repaso a la forma en que cultivaron este género narrativo los escritores del grupo de Barranquilla.

Cuando subían al ring dispuestos a doblegar al lector con una historia –para seguir la célebre alegoría de Cortázar–, los escritores del grupo de Barranquilla, tomados en conjunto, preferían mayoritariamente la solución contundente del nocaut. Esto es, preferían el cuento a la novela.

Esta preferencia no sólo involucraba su condición de creadores, sino también de editores y traductores.

Sin temor a ningún error protuberante, pueden considerarse como escritores del grupo de Barranquilla –al que estuvieron “vinculados muchos nombres”, como ya señalaba Germán Vargas Cantillo en 1956– los siguientes: José Félix Fuenmayor, Ramón Vinyes, Alfonso Fuenmayor, el mismo Vargas Cantillo, Cepeda Samudio y García Márquez. Próximos a ese núcleo principal, hallamos a Eduardo Arango Piñeres, Juan B. Fernández Renowitzky, Meira Delmar y Vidal Echeverría.

Pues bien, todos ellos cultivaron el cuento –insisto, no sólo en cuanto creadores–, salvo los tres últimos: Fernández Renowitzky, que fue periodista y ensayista, y Meira Delmar y Vidal Echeverría, quienes se dedicaron sólo a la poesía.

Una forma eficaz de aproximarse a la labor de estos ocho escritores en el campo del cuento es centrarse en sus dos grandes iniciativas editoriales como grupo: la revista Crónica y las Ediciones Librería Mundo.

“Todos estábamos a la espera” está consagrado como el libro de cuentos que, en Colombia, introdujo la modernidad en este género literario.

Conviene comenzar por el final. La librería Mundo, situada en la calle San Blas y de propiedad de Jorge Rondón, no sólo era uno de los rendez-vous cotidianos del grupo, sino la despensa de los libros que alimentaban la formación literaria moderna de sus integrantes. El vínculo de ellos con la librería era tan estrecho que dio lugar al proyecto de publicar una serie de libros de nuevos autores con el sello de Ediciones Librería Mundo. El catálogo inicial contemplaba, cómo no, sólo libros de cuentos: de Cepeda Samudio, de Arango Piñeres, de García Márquez, de Sonia Osorio (sí, la gran coréografa), entre otros. El ímpetu emprendedor y los recursos económicos no dieron para tanto, así que a la larga y en definitiva sólo se publicaron los dos primeros títulos: Todos estábamos a la espera, de Cepeda Samudio, en agosto de 1954, y Enero 25, de Arango Piñeres, en marzo de 1955.

Todos estábamos a la espera está consagrado como el libro de cuentos que, en Colombia, introdujo la modernidad en este género literario. Otros aportes de Cepeda a esta forma narrativa fueron Los cuentos de Juana (1972) y la traducción de “Carcassonne”, de Faulkner, que apareció en El Colombiano Literario, de Medellín, en 1955 (“Osamenta”).

Enero 25, de Arango Piñeres, fue también saludado como un libro innovador. Entre sus 11 cuentos, hay buenas muestras de literatura fantástica, lo que por entonces era una rara avis en el país. Dos de esas piezas han trascendido: “¿A dónde va Mr. Smith?”, incluido en la Antología del cuento colombiano (1959), de Eduardo Pachón Padilla, y “Lo que decían los carteles”, seleccionado en Veinticinco cuentos barranquilleros (2000), de Ramón Illán Bacca.

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La revista Crónica, un semanario literario-deportivo, fue el órgano de expresión del grupo. Y sus 58 números, que circularon entre abril de 1950 y junio de 1951, testimonian bien la pasión por el cuento de esta irreverente fraternidad literaria. Allí aparecieron numerosos cuentos de grandes autores del siglo XX, norteamericanos, europeos, latinoamericanos y colombianos. Allí, asimismo, publicaron sus propios cuentos Vinyes, José Félix Fuenmayor, García Márquez y Cepeda. Allí ejerció Alfonso Fuenmayor su tarea como traductor del género, del inglés y del francés; sobresale su versión del famoso “The Killers”, de Hemingway, que él tradujo como “Los matones”. (Y llama la atención una curiosidad: tradujo del inglés la única pieza de que consta la obra cuentística de Julio Mario Santo Domingo: “Divertimento”, que mereció los elogios del joven García Márquez –“Esto está muy bien”– y, años después, de Jacques Gilard).

El 22 de julio de 1950, en el número 18 de la revista, salió “Un caballo en la alcoba”, el único cuento escrito en castellano por Vinyes, el sabio catalán. Ese texto, dedicado a García Márquez, haría parte de la colección de cuentos póstuma Entre sambes i bananes (Entre sambas y bananas), publicada en catalán y en español en 1985. Vinyes es además autor de otro libro de cuentos, A la boca dels núvols (En la boca de las nubes), publicado en México en 1946.

 

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“Crónica” circuló entre 1950 y 1951 y ahí se publicaron diferentes cuentos de grandes autores del siglo XX y de los creadores del grupo de Barranquilla.

En Crónica vieron también la luz siete de las piezas que conformarían el hoy ya clásico libro de cuentos La muerte en la calle, de José Félix Fuenmayor, publicado en 1967 tras la muerte del autor.

Hay varios cuentos de García Márquez que, según cuenta él mismo en Vivir para contarla, deben su existencia a su trabajo como jefe de redacción del semanario, pues los escribió para “llenar espacios imprevistos en la angustia del cierre”. Son ellos: “De cómo Natanael hace una visita”, “Ojos de perro azul” y “La noche de los alcaravanes”. Otros cuentos suyos que, aunque no escritos en las mismas circunstancias, se publicaron en la revista barranquillera fueron “La mujer que llegaba a las seis”, “Diálogo del espejo” (reeditado) y “Alguien desordena estas rosas”. García Márquez, quien ya era reconocido como cuentista por sus publicaciones en El Espectador, de Bogotá, sería con los años autor de cuatro libros de este género.

Ante tantos buenos creadores de cuentos en el grupo, Alfonso Fuenmayor optó por escribir los suyos en secreto. Sólo después de su muerte, ocurrida en 1994, se publicaron algunos, como “Una historia trivial”, que Bacca incluyó en Veinticinco cuentos barranquilleros. Germán Vargas, por su parte, fue poseído por un sentido autocrítico abrasador: en 1958, cuando decidió irse de Barranquilla para Bogotá con su recién formada familia, quemó todos los cuentos que había venido escribiendo bajo un sigilo casi sacramental.

*No te quedes por fuera de la convocatoria del XI Premio Nacional de Cuento de La Cueva. Revisa las bases aquí

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Joaquín Mattos Omar

Santa Marta, Colombia, 1960. Escritor y periodista. En 2010 obtuvo el Premio Simón Bolívar en la categoría de  “Mejor artículo cultural de prensa”. Ha publicado las colecciones de poemas Noticia de un hombre (1988), De esta vida nuestra (1998) y Los escombros de los sueños (2011). Su último libro se titula Las viejas heridas y otros poemas (2019).