Foto: Joshua Rawson-Harris. Unsplash.
La exposición viral en los medios de comunicación nacionales del crimen del estilista Mauricio Leal, nos da motivo para reflexionar sobre el papel de estos en la era digital, y sobre nuestras prioridades como consumidores de información.
El asesinato del estilista Mauricio Leal y su madre, Marleny Hernández, se robó la atención de los colombianos en días recientes. Esto, tal vez, por las circunstancias que lo rodearon, las sensibilidades maternales que despierta, el morbo que genera la vida gay en un país en apariencia conservador. Leal, además, era un gay millonario, con una gran fortuna que ha generado sospecha, y amigo de algunas estrellas de nuestra farándula criolla. Un caso con ingredientes atractivos para un público latinoamericano que disfruta mucho el melodrama.
La atención del público no es solo voluntaria o espontánea, los medios de comunicación nos dicen qué ver, y sus narrativas tienen el poder de configurar las nuestras. Ya no solo estamos en la dictadura del rating, ahora manda el clickbait (hacer click en el amarillista anzuelo digital); los periodistas hablan de lo que “le importa” al público, hacen titulares espectaculares para competir por los consumidores zombies, algunos caen en publirreportajes engañosos, transmiten información de dudosa procedencia. Son comunes las especulaciones ingeniosas, dignas de una serie de Netflix, pero que no tienen sustento real.
Vivimos días de periodismo amarillo, de fake news, de periodistas autodenominados influencers o amateurs que no son periodistas; la profesión hace agua, en ocasiones se pierde en la bruma y el ruido de las redes sociales. Es necesario que los medios serios y los periodistas serios sigamos haciendo resistencia, que hagamos esfuerzos para que el oficio recupere su importancia y dignidad.
En las universidades pronto se enseña que la objetividad en el periodismo no existe, que los medios tienen su agenda, que los periodistas eligen qué es lo importante. En la práctica, en nuestro país se aprende que en ocasiones detrás de las agendas informativas hay intereses públicos o privados de las empresas propietarias de los medios.
Vivimos días de periodismo amarillo, de fake news, de periodistas autodenominados influencers o amateurs que no son periodistas; la profesión hace agua, en ocasiones se pierde en la bruma y el ruido de las redes sociales.
Las noticias no necesariamente son las noticias, lo que parece relevante a veces no lo es; los temas profundos que afectan nuestra vida cotidiana, como la desigualdad social, la precariedad en los sistemas educativos y de salud, etc., suelen quedar ocultos bajo el espectáculo y el melodrama. “Los noticieros son telenovelas mutantes”, dijo el genial escritor Rodrigo Fresán en una de sus novelas.
El caso de los Leal vende, claro, y la Fiscalía también lo sabe; las instituciones gubernamentales también están en la lógica de lo vendible, del impacto mediático, saben que esto les da réditos. Ya se ha dicho que muchas investigaciones de asesinatos importantes no han sido tratados con la misma urgencia. ¿Se les ha dado la misma eficacia investigativa a los casos de asesinatos de líderes sociales? No, y se envía un mensaje ambiguo cuando la justicia demuestra presteza para resolver unos crímenes y otros no. Las sensibilidades también se educan.
Lo mediático alrededor del caso de Leal nos invita a reflexionar sobre muchos temas: cuáles son nuestras prioridades como consumidores de medios, qué es lo que nos venden estos, en dónde está el periodismo serio. El fiscal Barbosa, el periodista Juan Diego Alvira, que lo cuestionó, aspirantes al Senado, estrellas de la farándula, y demás, han logrado mayor visibilidad con el escándalo; no les debe importar mucho si hablan bien o mal de ellos, lo importante es que hablen. Como consumidores debemos poner el foco en lo importante, leer entre líneas, no conformarnos con lo que nos dicen, no hablar de lo que quieren que hablemos. Educar los sentidos; si la buena información se pierde entre la basura de Internet, aprendamos a buscarla. Aunque cada quién es libre de elegir qué ver, ojalá esa elección implique conciencia y responsabilidad.
Juan Sebastián Lozano
Escritor y periodista colombiano. Su libro de cuentos, La vida sin dioses, fue publicado en 2021 por Calixta Editores.