El Caribe Cuenta llega a su primer cuarto de siglo exaltando la narrativa oral del Caribe.
El evento dedicado a la narración oral, que llega a su XXV edición, va desde este 28 de agosto al 5 de septiembre. Contexto habló con sus creadores.
El viejo Heráclito argumentó que no es posible bañarse dos veces en el mismo río, y por estos tiempos y latitudes David Sánchez Juliao, “el brujo de la oralidad”, dijo más o menos lo mismo cuando le preguntaron por la necesidad de narrar y grabar en casetes y elepés los cuentos que escribió y en los que guardó para siempre los devaneos, tenores, modulaciones y contracciones de nuestra habla particular. Sánchez Juliao afirmaba que con estos audio-cuentos buscaba “transmitir historias en las cuales ciertos matices e inflexiones de la voz aparecen tan vivos que sería imposible proveerlos del mismo significado en uso de la letra impresa”.
Manuel Sánchez, fundador y director de El Caribe Cuenta, quien es un hombre apasionado por la incertidumbre y las artes escénicas, parece dialogar en la misma sintonía en la que se bandean este par de maestros parladores. Manuel estima que recitar es declamar, y que el declamador se aferra a su libreto con las garras y dientes de la memoria, mientras que el narrador oral tiene a la mano su relato y una estructura. Pero no tiene la obligación de citar palabra por palabra para enunciar su cuento.
El narrador oral escénico cuenta la misma historia y cada vez que lo hace recae en alguna variación, en alguna nueva inflexión del lenguaje o algún gesto salido de la emoción del instante que torna esa misma narración oral en una nueva y original versión de sí misma.
Para Manuel, “el narrador oral logra nadar en lo ancho del río de la variación y la infinitud libre del mar que puede ser el mismo cuento”.
Al otro lado de esta conversación se encuentra Zoila Sotomayor. Ella ha estado dándole forma y belleza poética a cada una de las 25 versiones de El Caribe Cuenta. Zoila, comunicadora social y reconocida editora Barranquillera, vive con la convicción de que si se expone a la sociedad al influjo de la belleza de las artes, algo positivo le sucede a ese colectivo. Ya no será el mismo.
Manuel Sánchez y Zoila Sotomayor, gestores y mentes creativas del festival.
“Nos encanta esa experiencia única que es escuchar historias. Ese silencio que se da cuando el narrador está en escena y lo llena todo con sus palabras, y ver a la gente embelesada con solo las palabras. Es fabuloso que los niños se queden arrobados escuchando historias de animales, de seres imaginarios. Y esto que hacemos nosotros es efímero, se van los cuenteros, se apagan los micrófonos y se acabó todo. Pero queda en la memoria. La gente no olvida los relatos porque se quedan para siempre con la historia que le contaron”, afirma sobre la cita anual de este evento y desde la esbelta altura de su voz, Zoila Sotomayor.
Zoila y Manuel han sabido tomarle el pulso al corazón del Caribe colombiano. Con el Festival Internacional de Cuenteros: El Caribe Cuenta, mantienen visible nuestra tradición oral ante el mundo y ante nosotros mismos, y manifiestan que el mayor patrimonio que tiene Luneta 50 y El Caribe Cuenta son los amigos. Por eso han extraído de ese mundo fantástico el concepto de la Amistocracia, que no es otra cosa que el poder de la amistad como la capacidad para trasformar esta sociedad.
Zoila Sotomayor, quien le ha dado forma y belleza poética a cada una de las 25 versiones de El Caribe Cuenta, vive con la convicción de que si se expone a la sociedad al influjo de la belleza de las artes, algo positivo le sucede a ese colectivo.
Póster de la más reciente edición del evento que tendrá lugar del próximo 28 de agosto al 5 de septiembre.
El Caribe Cuenta es la oportunidad que tiene Barranquilla y el mundo entero para meter los oídos y el corazón en una expresión de las artes escénicas con la cual muy pocos han tenido un verdadero encuentro, y aunque la respuesta de la institucionalidad frente a un proyecto de larga trayectoria no ha sido la que merecen, por 25 años consecutivos Zoila, Manuel y una legión de amigos han abierto un lugar especial para el uso exclusivo de la palabra y con ello han logrado preservar al Gran Caribe como ese territorio narrativo en donde viven los juglares que vencieron al diablo en duelo de acordeón, como tierra de decimeros arreadores de vacas donde hormiguean los repentistas enamorados: lo oral en el Caribe como campo fértil de piquerías bajo el sabio arbitraje de ancianos palabreros y otras voces que vienen desde el otro lado del mar.
Si en el Caribe existe un espejo donde reconocernos el alma, ese espejo sería nuestra oralidad. Antes que la escritura fue el relato oral. Por eso el narrador es el iniciador primitivo de eso que conocemos como cultura. Porque, sentado frente al fuego, el hombre que narra el cuento descubrió la transferencia del saber y, con el resorte de la transmisión oral, se crearon los universos que nos rigen desde antes del principio del tiempo.
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Leydon Contreras Villadiego
Filósofo de la Universidad del Atlántico y gestor cultural. Ha colaborado para medios locales y nacionales como El Heraldo y revista Huellas de la Universidad del Norte, en El Magazín de El Espectador y la revista Amauta de la Universidad del Atlántico.