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Foto: MinAmbiente.

En medio de un ambiente de debilidad institucional y en un año electoral con pocas sorpresas para la renovación de la gobernabilidad de las islas, el sector turístico de San Andrés enfrenta tiempos de incertidumbre.

Enero terminó con una sensación de desaceleramiento en el archipiélago. Este año San Andrés parece perder competitividad para alimentar el motor principal de su economía. Factores estructurales, como la incidencia de eventos globales y del orden nacional, y la debilidad institucional, seguirán presionando la sensación de que las islas necesitan una estrategia integral de competitividad, en un año que además reactiva las maquinarias de la carrera por la gobernación departamental.

El comentario obligado al recorrer el centro de San Andrés durante diciembre y enero es sobre la cantidad de visitantes con respecto a años anteriores. Según Cotelco la ocupación hotelera en la isla en 2022 fue de 63.46 %, un 9 % menos con respecto a 2021. Parece haber menos gente circulando por las vías peatonales, los restaurantes se ven a medio llenar. La de fin de año es una temporada clave que, como una cabañuela, suele marcar la expectativa de crecimiento del año que entra. En las calles, promotores de servicios turísticos, restauranteros, hoteleros, comerciantes, dueños de posadas familiares, mototaxistas, expresan con frecuencia su preocupación. 

A mediados de enero hubo marchas y plantones, incluso, promovidas por personas vinculadas al sector que exigieron medidas al Gobierno Departamental. El 17 de enero los operadores de servicios turísticos se movilizaron alertados particularmente por la ordenanza de la Asamblea que anunciaba el aumento a la tarjeta de turismo, el impuesto de entrada que todos los no residentes deben pagar al ingresar a la isla. El impuesto debía aumentar, como todos los años, conforme al ajuste de la unidad de valor tributario dispuesto por la DIAN. Cientos de manifestantes ocuparon y bloquearon el aeropuerto departamental por unas horas, con lo que el gobierno decidió revisar la medida y luego suspender el aumento. Ante el pánico, la tarjeta quedó en los mismos 124 mil pesos del año anterior.

Pero el aumento fallido de ese impuesto, que según un comunicado de la Gobernación se destinan al funcionamiento y a la inversión del ente territorial y de la alcaldía de Providencia, apenas fue la última de una seguidilla de malas noticias. La suspensión de vuelos y el desmonte del subsidio al transporte aéreo para 2023 precedieron ese malestar. Desde septiembre hasta enero se ha anunciado la suspensión de cinco rutas nacionales de VivaAir, Wingo y Avianca, desde Medellín, Pereira, Cartagena, Barranquilla y Bogotá. También, en enero se supo de la suspensión de la ruta internacional de American Airlines que conectaba a la isla con Miami, dos vuelos semanales que, a pesar del entusiasmo tras treinta años ausencia, solo operaron durante 2022. 

Se puede suponer que el alto precio del combustible es responsable en gran parte de los reveses, un fenómeno asociado a la guerra entre Rusia y Ucrania con consecuencias todavía imprevisibles. El aumento del dólar y de la inflación en Colombia también inciden en el comportamiento del gasto de todos esos potenciales turistas que San Andrés dejó de alojar en el último aliento de la temporada 2022. 

El nerviosismo es lógico. Según un informe de 2022 de la Cámara de Comercio de San Andrés, el 70 % de la economía de la isla depende del turismo. La mitad de la oferta mercantil son empresas del sector, entre las cuales el 49 % corresponde a viviendas turísticas y un 24 % a hoteles. Los hospedajes proliferan por todas partes, regulares o no, los alquileres de vehículos, los vendedores de tours. Cualquier factor que incida en la llegada de visitantes a la isla es una señal de alarma. Por eso frente al encarecimiento del destino la pregunta que ronda es evidente: ¿qué tan competitiva es San Andrés? 

En 2021 San Andrés fue el destino preferido en Colombia, por encima de Cartagena y Santa Marta, según cifras del DANE. En 2022 Cartagena superó a San Andrés. En diciembre, por ejemplo, viajar desde y hacia las islas desde ciudades de la costa Caribe, Bogotá y Cali, superaba los 600 mil pesos por un viaje redondo, sin servicios adicionales y en aerolíneas de bajo costo.

Cualquier factor que incida en la llegada de visitantes a la isla es una señal de alarma. Por eso frente al encarecimiento del destino la pregunta que ronda es evidente: ¿qué tan competitiva es San Andrés? 

A este conjunto de datos duros hay que sumarle cosas tan diversas como el evidente deterioro ambiental, relacionado con la falta de planeación y de ordenamiento de la misma actividad turística y con la incertidumbre climática; la ausencia de un control de precios, la informalidad, la migración irregular y el alto costo de vida. Si vamos más lejos, por supuesto, la desconfianza y la corrupción limitan la capacidad para que la actividad política promueva y ejecute alternativas de largo plazo que mitiguen la dependencia del turismo y desarrollen potenciales como la producción agrícola y pesquera y las industrias creativas. Así, al sinsabor con el que inicia el ciclo económico de 2023 se le suma entonces la carrera por la Gobernación del Departamento. 

El que culminará en 2023 es un periodo difícil. Ojalá el relevo político aliviara por sí mismo los efectos de la pandemia, la deuda histórica en inversión social, y la ola de violencia que el año pasado puso la lupa en la presencia del crimen organizado en el archipiélago. Sin embargo, la apatía es tan profunda como los problemas. Desde ya las fuerzas políticas tradicionales empiezan a calibrar sus maquinarias, a mojar prensa con sus candidatos, a dar pistas, por ahora todas aburridas, sin novedad, de lo que será este año electoral. 

Cristina Bendek

Escritora, periodista e internacionalista sanandresana. Su libro Los cristales de la sal fue publicado por Laguna Libros.