El modelo centroamericano en la construcción de paz de una región.
Durante los años setentas y ochentas tuvo auge en América Latina la Teología de la Liberación, movimiento que proponía una Iglesia católica para los pobres. 338 obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y agentes de pastoral, en su mayoría católicos, fueron asesinados en este periodo por causa de su compromiso cristiano con la justicia social. “Para la Teología de la Liberación, los pobres son los actores de su propia liberación y los sujetos de su propia historia y no el objeto de una acción caritativa” (De Roux, Rodolfo, Religión y Revolución. Teología de la Liberación. “Seminario Conflictos y memoria en América Latina, diciembre 2020, Capaz – Universidad del Norte).
Los años ochenta fueron también escenario de una crisis política generalizada en Centroamérica, fruto de guerras civiles y de tensiones regionales. En Guatemala, este periodo supuso un aumento a las graves violaciones a los derechos humanos que se iniciaron desde 1960 y se prolongaron hasta la firma del acuerdo de paz en los años 90. En el año 2004 este país tenía un 45 % de población indígena, lo cual no impedía el racismo y la discriminación sistemática a su población, hecho que produjo oleadas de violencia con casos muy graves de masacres y desplazamientos forzados.
Justo en la primera mitad de los años ochenta Estados Unidos tuvo como presidente al republicano Ronald Reagan, quien se propuso combatir el triunfo de la subversión en la región pues temía que Centroamérica y el Caribe se convirtiesen en un “lago comunista”.
Un grupo de ‘Contras’ hacen una pausa durante un patrullaje en la jungla nicaragüense. Financiado por los Estados Unidos, este grupo insurgente terminó con la dictadura del gobierno revolucionario (1979-1990) del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que gobernó Nicaragua luego del derrocamiento de la dictadura de Anastasio Somoza en 1979.
En Nicaragua, la caída de la dinastía somocista en 1979 no cristalizó la paz, sino el comienzo de una nueva guerra pues los Estados Unidos armaron a la llamada contrarrevolución para desestabilizar a la revolución sandinista. Tanto en la lucha política como en el nuevo gobierno participaron sacerdotes y comunidades eclesiales de base como Ernesto Cardenal, Fernando Cardenal y Miguel d’Escoto, orientados por los principios de la Teología de la Liberación1.
También El Salvador fue víctima de regímenes militares que reprimieron violentamente y perpetraron todo tipo de crímenes contra la población y crueles asesinatos como los de monseñor Oscar Arnulfo Romero2 ocurrido en 1980 mientras oficiaba la Eucaristía en la capilla del hospital La Divina Providencia, e Ignacio Martín-Baró, ultimado por un escuadrón de la muerte en la universidad jesuita de este país, junto a otros cinco sacerdotes españoles en 1989. Justo en la primera mitad de los años ochenta Estados Unidos tuvo como presidente al republicano Ronald Reagan, quien se propuso combatir el triunfo de la subversión en la región pues temía que Centroamérica y el Caribe se convirtiesen en un “lago comunista”. Los Documentos de Santa Fe y la invasión a Granada se inscribieron en las lógicas de la Guerra Fría.
Iniciativas como el Grupo de Contadora, el Plan Arias y Esquipulas contribuyeron al cese de la guerra en Centroamérica. No casualmente el presidente costarricense Óscar Arias o la lideresa indígena guatemalteca Rigoberta Menchú obtuvieron el nobel de paz por sus buenos oficios para el logro de estos propósitos.
Analizar todas estas experiencias seguramente nos será útil para recorrer con éxito el largo camino de construir la paz en Colombia.
Roberto González Arana
Ph.D en Historia del Instituto de Historia Universal, Academia de Ciencias de Rusia. Profesor Titular del Departamento de Historia y Ciencias Sociales, Universidad del Norte.