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Foto: portal 4 enfoques.

Durante dos siglos hemos pasado junto al país del norte por tensiones diplomáticas, injerencias indebidas y una sostenida cooperación económica y militar. La alianza con los Estados Unidos, para bien o para mal, parece blindarnos ante eventuales agresiones externas.

Las relaciones diplomáticas entre Colombia y los Estados Unidos cumplirán 200 años. Un 19 de junio de 1822, el presidente norteamericano James Monroe recibió a Manuel de Trujillo y Torres, quien sería considerado el primer embajador de nuestro país en Washington. En ese momento hacíamos parte de la Gran Colombia y el encuentro significó el reconocimiento de esa nación a nuestro país como república independiente. Mucha agua ha corrido bajo el río en estos dos siglos con efímeros y excepcionales momentos de tensión y largas décadas de estrechos vínculos y cooperación en el escenario internacional. A Simón Bolívar, por ejemplo, le tocó sortear el boicot a su iniciativa de liderar la independencia de Cuba del Imperio español pues a juicio de Washington el año 1826 no era el mejor momento para sumarse a esta gran tarea. El presidente norteamericano John Quincy Adams (18825-1829), argumentaba: “para qué darse prisa si a la larga, cual fruta madura esta isla se independizará y gravitará en función de nuestros intereses”. Tampoco Simón Bolívar estuvo de acuerdo con la invitación que hiciera el general Santander a los Estados Unidos al Congreso Anfictiónico de Panamá en 1826, evento al que por cierto no alcanzó a llegar a tiempo ninguno de sus dos designados. Cabe señalar que fue Inglaterra la nación con mayores privilegios económicos de nuestro país durante el siglo XIX como consecuencia del apoyo militar que dieron a los patriotas durante la gesta independentista. Las legiones inglesas y el apoyo de banqueros privados de este país tuvieron que ser compensados con creces. Así lo anota Beethoven Herrera: “En diversas ocasiones las autoridades colombianas experimentaron la presión de la Legación Británica en Bogotá para lograr un comportamiento favorable a los intereses ingleses. Cuando el presidente Santander requirió al Congreso en 1823 que decidiera sobre las operaciones de Zea, señaló que habían sido embargados los bienes de la República en suelo inglés y advirtió que existía la posibilidad de que el gobierno inglés optase por la fuerza para lograr el pago de las acreencias. Hubo tales diferencias con ocasión del contrato Mackintosh de 1821, que se suspendieron las relaciones diplomáticas entre la Gran Bretaña y la Nueva Granada y hubo un intento de la armada británica en noviembre de 1856 de bloquear al puerto de Cartagena para obtener un arreglo definitivo para el citado contrato”.1 Por otra parte, el liberal neogranadino Manuel Ancízar estuvo todo el tiempo inclinado a favor de los intereses norteamericanos en nuestro país y no de las potencias de Europa como Gran Bretaña. Tanto así, que autores como Gilberto Loaiza consideran que esta vehemente defensa de Ancízar de la penetración norteamericana está asociada a la influencia que tuvo la Gran Logia de York sobre muy diversos países de la región, organización a la cual él pertenecía y le era leal. La pérdida de Panamá, a comienzos del siglo XX, marcó el inicio de un periodo difícil de las relaciones con los Estados Unidos pues por todos es conocida la intervención norteamericana en la llamada Guerra de los Mil Días, debido a sus intereses estratégicos en la construcción de un canal interoceánico.2 Vendría después el alineamiento con la política exterior norteamericana a través de la llamada Doctrina Suárez o del Respice Polum, la cual sólo a fines de los años 60 cuestionó el entonces canciller Alfonso López Michelsen al aseverar que Colombia no merecía seguir siendo un “peón de la Guerra Fría” manejado por los Estados Unidos, para lo cual propuso más bien mirar a nuestros semejantes o países de la región (Respice Similia). López aseguraba que diferir con los Estados Unidos no nos convertía automáticamente en “sus enemigos”. Incluso, en un discurso en la Universidad Nacional expresaba su admiración por el país del Tío Sam al sostener que “entre más nos pareciéramos a los rubios del Norte, seríamos un país más civilizado”.

La pérdida de Panamá marcó el inicio de un periodo difícil de las relaciones con los Estados Unidos pues por todos es conocida la intervención norteamericana en la llamada Guerra de los Mil Días, debido a sus intereses estratégicos en la construcción de un canal interoceánico.

Múltiples episodios del siglo pasado evidencian el apoyo incondicional del país al gobierno de Washington con hechos que van desde la Segunda Guerra Mundial3, cuando el presidente Eduardo Santos (1938-1942) acordó con los Estados Unidos un “Pacto Secreto” para permitirle incursiones militares en el país a fin de monitorear el Canal de Panamá ante cualquier eventual ataque de los países del Eje; la solitaria participación del Batallón Colombia en la guerra de Corea; el servir como punta de lanza de la Casa Blanca en la reunión de Punta del Este (Uruguay) para expulsar a Cuba del Sistema Interamericano y el ser seleccionado como “el alumno ejemplar” de la Alianza para el Progreso, política desarrollista para contener la influencia de la Revolución Cubana en la región. Fruto de esta estrategia, llegaron al continente cinco mil norteamericanos a través de los llamados “Cuerpos de Paz”. Colombia asumió desde la Guerra Fría la doctrina de seguridad nacional para combatir enemigos internos. Colombia fue a su vez el segundo país más beneficiado de la ayuda estadounidense bajo la Alianza para el Progreso después de Brasil y a la par de Chile: entre 1961 y 1969 Colombia recibió US$885 millones correspondientes al 12 % del total de los recursos entregados por el programa en América Latina. Colombia se convirtió en la “vitrina” de la Alianza Para el Progreso por tres motivos: la condición de aliado incondicional de Estados Unidos, la voluntad política de llevar a cabo las reformas y la necesidad en Washington de mostrar resultados.4 Aunada a la lucha contra las guerrillas, la cooperación con los Estados Unidos ha tenido en el combate al narcotráfico un aspecto fundamental y el Plan Colombia es un buen ejemplo de ello. Durante 15 años nuestro país recibió US$9.600 millones de dólares por este concepto, así como preferencias arancelarias por medio de la certificación anual de cumplimiento de metas comunes en la lucha contra las drogas ilícitas y el comunismo internacional. Luego del Plan Colombia vendría “Paz Colombia”, iniciativa del gobierno Obama para acompañar al gobierno de Juan Manuel Santos en las negociaciones con las guerrillas de las Farc y luego en la implementación de los acuerdos. Durante las últimas décadas, hemos tenido también momentos de tensiones con la Casa Blanca. Los años del gobierno Samper fueron difíciles como consecuencia del Proceso 8.000 y el actual gobierno de Iván Duque terminó por medio de su partido y el embajador Francisco Santos interviniendo en la campaña presidencial en favor del candidato republicano Donald Trump, lo cual generó un enfriamiento temporal de las relaciones bilaterales. Por otra parte, durante los gobiernos de Andrés Pastrana y Álvaro Uribe hubo una completa sintonía con los intereses de Washington en la región. Tanto así, que este último acordó con George W. Bush la construcción de siete bases militares en el país. Eran los años de la llamada intervención por invitación. El hecho más reciente que involucra a Colombia y los Estados Unidos es la reciente designación de nuestro país como Aliado Mayor Extra – OTAN, figura que sólo tienen 17 países del mundo con ventajas militares y financieras. Esta designación no supone defensa mutua en caso de una agresión a nuestro país. En síntesis, durante doscientos años, hemos pasado por tensiones diplomáticas, injerencias indebidas y una sostenida cooperación económica y militar. La alianza con los Estados Unidos, para bien o para mal, parece blindarnos ante eventuales agresiones externas. Luego de la finalización del gobierno Duque, habrá que reconstruir la frágil y errática política exterior del país, la cual pese a los múltiples viajes presidenciales nos ha dejado nuevos conflictos con Nicaragua, Rusia, Venezuela y un aumento desmedido de nombramientos en cargos diplomáticos de funcionarios que no son de carrera.
1Iniciativa que incluía las intendencias de Chocó, San Andrés, y la Comisaría de la Guajira.
Referencias

1 Beethoven Herrera. Portafolio, “El verdadero apoyo de Inglaterra en la independencia de Colombia”.https://www.portafolio.co/economia/el-verdadero-apoyo-de-inglaterra-en-la-independencia-de-colombia-531601

2 Oscar Arquez Van- Strahlen “La Guerra de los Mil Días, 120 años después”. https://contextomedia.com/la-guerra-de-los-mil-dias-120-anos-despues/

3 Por cierto. En Colombia se diseñaron uniformes que fueron enviados para soldados norteamericanos que participaban en esta guerra.

4 Diana Marcela Rojas. “La Alianza para el Progreso en Colombia”. Análisis Político, No 70, 2010.

Roberto González Arana

Ph.D en Historia del Instituto de Historia Universal, Academia de Ciencias de Rusia. Profesor Titular del Departamento de Historia y Ciencias Sociales, Universidad del Norte.