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La bonanza marimbera ha sido ampliamente narrada en relatos orales, libros y películas, pero su influencia en la cultura y los imaginarios populares del Caribe colombiano aún está por explorarse.

Canciones de la “bonanza marimbera”: las huellas de una época de violencia en la música vallenata

por | Nov 3, 2021

Por Luis Martínez González

El apogeo del tráfico de marihuana en el Caribe colombiano dejaría su impronta en el vallenato. Artistas como los Hermanos Zuleta y Diomedes Díaz le cantaron a la bonanza.

La llamada bonanza marimbera de los años 70 y 80, época en la que se consolidó el tráfico de marihuana desde el Caribe colombiano hacia los Estados Unidos, marcó una época en el plano local, regional y nacional, generando profundas transformaciones sociales y económicas en las regiones dedicadas a esta actividad. Esta época se caracterizó por las excentricidades de los marimberos, su poderosa influencia en diferentes ámbitos y los conflictos internos como la guerra de dos familias guajiras, Cárdenas y Valdeblanques, que dejó una estela de violencia por el territorio regional.

En el espacio urbano de Santa Marta, pronto fue evidente la influencia del nuevo estilo de vida de los traficantes, quienes se caracterizaron por la ostentación, los lujos, las extravagancias y, en general, por el consumo desaforado producto de los ilimitados ingresos que reportaba esta actividad. Mientras, en el área rural, los cultivos tradicionales fueron sustituidos por la siembra de marihuana, siendo el cultivo de café fue uno de los más afectados, pues muchas fincas cafeteras fueron taladas para sembrar la yerba. Incluso, algunos propietarios las abandonaron porque no encontraban personal para que hiciera la recolección del grano. Surgió entonces una nueva serie de roles de la “economía marimbera”: los sembradores, recolectores, arrieros, transportadores y comisionistas. La Sierra Nevada de Santa Marta se llenó de cultivos y de caletas.

“Como en la época de las bananeras de la United Fruit Company, los jornaleros bailan cumbia y vallenato, aires folclóricos de la región, haciendo antorchas con los dólares. Nació así la bonanza marimbera con toda su carga de violencia, sangre, muerte y drama para Colombia… La mafia criolla de Santa Marta empezó a emerger como la más poderosa, incluyente y peligrosa”, escribe José Cervantes en su libro de 1980 La noche de las luciérnagas.

Pero la bonanza marimbera también dejó su huella en la música y la cultura popular. Este texto aborda tres canciones vallenatas: ‘Soy guajiro’, interpretada por los Hermanos Zuleta (1977); ‘Lluvia de verano’, en la voz de Diomedes Díaz (1978), y ‘Mi proclama’, composición de Romualdo Brito (1981), expresiones musicales que representan la compleja realidad social que caracterizó las décadas del setenta y ochenta, y que contribuyeron a reafirmar el imaginario del marimbero en la cultura popular, así como justificar o cuestionar las prácticas asociadas a la bonanza.

Como en la época de las bananeras de la United Fruit Company, los jornaleros bailan cumbia y vallenato, aires folclóricos de la región, haciendo antorchas con los dólares. Nació así la bonanza marimbera con toda su carga de violencia, sangre, muerte y drama para Colombia.

‘Soy guajiro’, una queja

En la canción ‘Soy guajiro’ del año 1977, interpretada por los Hermanos Zuleta en el álbum El Cóndor Legendario, y compuesta por Julio Oñate Martínez, en apariencia la letra no guarda ninguna relación explícita con la bonanza, en cambio, se trata de una reafirmación en términos de identidad regional y nacional:

Soy guajiro, soy guajiro y vivo orgulloso de mi región…
y aunque olvidado quiero mucho a mi tierra, soy colombiano de pura cepa.

La identidad reivindicada toma, en la primera estrofa, la forma de un reclamo nacional, cuyas raíces se ubican en el departamento de La Guajira:

Yo soy guajiro, yo soy guajiro
Y vivo orgulloso de mi región
Que sólo olvido, que sólo olvido
Ha tenido de la nación.

La tercera estrofa apela a rasgos culturales para acentuar el énfasis de la identidad regional, dibujando un escenario bucólico en el que el honor y el orgullo configuran una parte clave de la identidad:

Soy descendiente, soy descendiente
De gente noble y raza bravía
Que alza la frente,
Que alza la frente cuando otro macho lo desafía

En las últimas estrofas el reclamo es retomado en dos dimensiones, por un lado, se justifica el orden de cosas debido al olvido y abandono del Estado, es decir, las críticas y los señalamientos de la sociedad son injustos porque del Estado no han recibido nada:

Hoy me critican y hasta señala la sociedad
Pero se olvidan que el que reparte
Nunca a mi tierra le ha dado na’

Esta “queja” vallenata refleja la pobreza y el atraso económico que vivió –y aún vive– la península de La Guajira. Durante muchos años, La Guajira fue un departamento con graves problemas económicos. Sólo hasta la década del sesenta se presentó un repunte en las actividades agropecuarias (ganadería, principalmente) y comerciales, al que se le agregó años después los recursos provenientes de las regalías generadas por la explotación carbonera. Pero fue precisamente el intercambio comercial el que mayor empuje le dio a esta región, destacándose actividades como el contrabando debido a su posición geográfica, que permitía los embarcaderos por los que entraban y salían productos a las islas del Caribe, principalmente Curazao y Aruba. Y dentro del contrabando, sobresalió el tráfico de marihuana a los Estados Unidos desde los años 70.

Aunque la canción podemos ubicarla dentro del contexto histórico que generó la bonanza marimbera, un punto clave que expone su relación con la época es el fraseo que hace el cantante, luego del primer coro:

Compadre Hernán Salas, vamos pa’l Pájaro a comer caracol.

Es aquí donde encontramos la relación directa con la bonanza, pues Hernán Salas fue un conocido marimbero guajiro y el Pájaro fue un embarcadero utilizado para la exportación de la marihuana. La invitación es, por tanto, un guiño a la bonanza, tal como lo expone Silvana Brito en su tesis de maestría de 2008 Contrabandistas, marimberos y parranderos: región y nación durante la bonanza de la marihuana en La Guajira.

En el momento mismo en que las clases populares rurales y urbanas irrumpieron masivamente en las redes de tráfico de marihuana durante la fase de apogeo de la bonanza, mediados de los 70, los aires musicales locales conocidos bajo el genérico de vallenato entraron a hacer parte esencial del ciclo marimbero. Cada operación exitosamente concluida era finiquitada con una parranda de varios días en la que los invitados titulares, generalmente varones involucrados de alguna forma en el negocio o emparentados con quienes lo estaban y sus acompañantes, disfrutaban de abundante comida y bebida preparada por sus mujeres y trabajadores domésticos y música vallenata interpretada en vivo por varios intérpretes de la región. (Brito, Silvana. 2008, p.p. 107)

 

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Titulares de prensa de la época dan fe de las noticias de violencia e incautación de cargamentos de marihuana durante la bonanza.

‘Lluvia de verano’ y Lisímaco Peralta

La relación de los marimberos con la música vallenata debe verse también en el flujo inverso, es decir, no se trataba solamente del gusto musical de un grupo de hombres dedicados al tráfico de la marihuana, sino también de cómo ellos eran percibidos por la sociedad y justificados por el contexto social y político de la región. Esto debido a que el contrabando era una actividad económica arraigada en la costumbre y la tradición de sus habitantes, por lo que en sus inicios el cultivo y tráfico de marihuana no fue pensado en términos de ilegalidad sino en consonancia con el contrabando.

Según Brito, la segunda etapa de la bonanza corresponde a los años 1974 a 1978 –en esta etapa se ubican las canciones ‘Soy Guajiro’ y ‘Lluvia de verano’–, y coincide con la aparición de la primera variedad local tipo exportación, la Santa Marta Gold, cuyo cultivo y tráfico paso a convertirse en la principal fuente de trabajo:

Fue esta nueva generación la que durante los años de auge recibió el nombre de “culo pullú” (puya, aguijón), por su extendida costumbre de portar armas visiblemente en la parte de atrás de sus pantalones y provenir de una clase social inferior, urbana o rural, con escasa o ninguna educación, deslumbrados por el éxito comercial de sus antecesores y ansiosos de adquirirlo prontamente y exhibirlo vistosamente (Brito, 2008: 82)

En relación con este marimbero que se proyecta como un nuevo rico, encontramos la canción ‘Lluvia de verano’, del año 1978, interpretada por Diomedes Díaz con el acordeón de Juancho Rois, del álbum La locura y compuesta por Hernando Marín Lacouture, reconocido cantautor guajiro que se caracterizó por crear composiciones contestatarias o de protesta, entre las que se destacan ‘Los maestros’, ‘La ley del embudo’ y ‘La dama guajira.

En ‘Lluvia de verano’ hay una alusión directa a un marimbero de la región en el estribillo final:

Tengo talla de hombre mujeriego
tengo talla de hombre mujeriego
como Lisímaco Peralta
voy a cambiar de comedero

Lisímaco Antonio Peralta Pinedo, nacido en 1944 en el corregimiento Las Flores del municipio de Riohacha, entró al negocio de la marihuana a mediados de los años 70, “primero como transportador de las fincas a los puertos y pistas de aterrizaje clandestinas y luego como comprador de cosechas que él mismo embarcaba. De esa forma hizo una pequeña fortuna, invirtió en propiedades y se estableció en Santa Marta”, escribe el periodista Freddy González en la crónica Lisímaco Peralta: una canción y 44 balazos (2011), publicada por El Heraldo.

Este marimbero fue asesinado en una parranda vallenata en Las Flores, después de escuchar por primera vez la canción compuesta en su honor, interpretada por el propio Diomedes Díaz. En la crónica citada se reconstruye la historia de la canción ‘Lluvia de verano’, y el autor expone la relación entre el compositor y el marimbero, caracterizada por la amistad y la admiración:

“Por esa época conoció a Hernando Marín, famoso juglar del folclor vallenato, bohemio y aventurero, a quien invitó a finales de 1977 a una parranda en su casa en Santa Marta. Luego de tres días de whisky, Lisímaco convidó al compositor a que lo acompañara a La Guajira a ojear una caleta de marihuana que estaba próxima a embarcarse. En medio del monte guajiro, sentados sobre pacas de yerba, Lisímaco Peralta le narró a Hernando Marín la historia de su vida, la pobreza que golpeó a su familia, y las dificultades y penurias que lo acompañaron por muchos años, hasta que por fin, gracias a la marihuana, había logrado cambiar de situación. También le contó de sus sueños de infancia y de sus triunfos y derrotas amorosas. El artista, conmovido por el relato, le tarareó los primeros versos de aquella canción, que se convertiría en todo un clásico de la música vallenata” (González, 2011. El Heraldo):

Ya no tengo ni penas ni sufrimientos
ya se fueron como el viento huracanado
y las penas que me ardían dentro del pecho
de penas y sufrimientos se acabaron
ya no quedan ni siquiera los recuerdos
y si llegan ya son lluvias de verano.

En la segunda estrofa, sobresalen la experiencia, la valentía y el orgullo, aspectos asociados al hombre:

Aprendí en el diccionario de la vida
a conocer la mentira de la gente
menos mal que yo he sido un hombre valiente
que aunque sangre no me duelen las heridas
porque tengo mi experiencia conseguida
mantendré siempre levantada la frente

El coro resume el ambiente de esta época en el que las convenciones sociales fueron transformadas por la dinámica del prestigio y el dinero. El tono orgulloso con que se canta “al que le duela, que le duela, si se queja es porque le duele” expresa el desdén por las críticas y cuestionamientos –tal como lo señala la canción Soy Guajiro–, cuyas causas se encuentran en el imaginario social que caracterizó al marimbero, vinculado además a la construcción de la identidad masculina en la región. Al respecto, Brito (2008) afirma lo siguiente:

“Recordada y contada como una actividad netamente masculina, la bonanza marimbera ha sido considerada como una historia local que poco tiene qué decir sobre la nación colombiana. En Riohacha, capital del departamento de La Guajira, junto a Barranquilla, el mayor epicentro urbano del boom, muy pocas cosas quedaron de aquellos años de auge, lo único que sobrevive en abundancia son las miles de historias en las que varones guajiros derrochadores, impulsivos, vistosos, ruidosos y no pocas veces violentos protagonizan episodios que a la distancia suenan a ficción. Forjada por medio de canciones, chismes, cuentos y bromas en las que vergüenza y orgullo se mezclan inseparables, esta identidad masculina llegó a consolidarse regionalmente, en el territorio del viejo Gran Magdalena, al paso de la actividad ilegal, alcanzando en la figura del comerciante de marihuana, reconocido por otros bajo el apelativo de marimbero, su modelo social”.

Lisímaco Antonio Peralta Pinedo, nacido en 1944 en el corregimiento Las Flores del municipio de Riohacha, entró al negocio de la marihuana a mediados de los años 70. Este marimbero fue asesinado en una parranda vallenata después de escuchar por primera vez la canción compuesta en su honor, interpretada por el propio Diomedes Díaz.

‘Mi proclama’, la súplica de una esperanza

‘Mi proclama’, grabada en 1981 por Adaníes Díaz y Héctor Zuleta, del álbum Pico y espuela, y compuesta por Romualdo Brito, no tuvo la misma resonancia de las dos anteriores, pero es pertinente porque manifiesta otro momento histórico dentro de la bonanza. Según Silvana Brito, el tercer ciclo de la bonanza marimbera se ubica entre 1978 y mediados de la década del ochenta. En este lapso el declive fue evidente debido en parte al crecimiento de la competencia por una nueva ola migratoria causada por la apertura de la Troncal del Caribe, la irrupción de la cocaína como una alternativa más rentable y la guerra contra las drogas emprendida por el gobierno nacional (2011: 97).

De la admiración y tributo que las dos canciones analizadas condensan en sus letras por el imaginario del marimbero orgulloso y valiente, y la justificación de una actividad económica ilegal y sus prácticas sociales, pasamos ahora a la indignación que nace de la violencia desatada en el territorio regional. A partir de dos interrogantes que interpelan a un pueblo, la primera estrofa toma la forma de una súplica, apelando al llanto de las madres y el temor de los niños huérfanos:

Pueblo mío ¿por qué te quieres acabar?
Porque eres ciego no te das cuenta
¿Por qué no tratas de recapacitar?
Te está acabando tanta violencia
Te suplico por esas madres que lloran
Que su pena y su dolor parten el alma
Por esos niños que viven en zozobra
Porque ya no existe aquel que la ayudaba

El estribillo “Luchemos todos por nuestra gloria, si no mi pueblo se acaba” alude a la consciencia colectiva como estrategia de solución.

En la última estrofa, se acentúa el valor de la proclama soportada en la esperanza y se invoca un elemento religioso de fuerte raigambre cultural –“virgencita de mi pueblo”-, que resulta el depositario de la súplica. Entonces, se presenta un cambio de recepción, en un primer momento se interpela al pueblo, invitando a la reflexión, y luego se ruega a la Virgen y su carácter milagroso para levantar la dignidad del pueblo, haciendo manifiesta los alcances de la violencia:

Mi proclama tiene la buena intención
Y la esperanza de que algún día
Arranquemos de nuestras almas el rencor
Y hacer más grande la tierra mía
Virgencita de mi pueblo, yo te imploro
Tú que eres tan milagrosa, santa y buena
Ayuda en mi pueblo que se hunde en el lodo
En un mundo que lo humilla y lo condena

“En las composiciones vallenatas fue el marimbero la figura que obnubiló la percepción social, debido a su poder local y excentricidades. Al parecer, la bonanza que inspiró el imaginario colectivo, alimentada por la cultura popular, fue un espejismo que alimentó las ilusiones de gente de origen humilde que se conectó al negocio como recolector o peón de los capos de la hierba, ya que las grandes fortunas y bienes pasaron a manos de otras familias poderosas de la época” (Castillo, Héctor. (2007). Música de acordeón, frontera y contrabando en La Guajira, 1960-1980.).

En conclusión, las tres canciones expresan una visión de mundo a partir de dos momentos diferentes de la bonanza. Por un lado, ‘Soy guajiro’ y ‘Lluvia de verano’ pertenecen a la etapa de apogeo de la marihuana en la que la parranda marimbera se instituye, haciéndose pública pese al carácter clandestino de sus organizadores. De este espacio festivo surge un vallenato urbano que aboga por una identidad regional en oposición al abandono del Estado y que destaca los rasgos culturales de personajes reconocidos que superaron la pobreza, inmortalizando de esta forma su nombre y sus hazañas. Por otro lado, está ‘Mi proclama’, una canción que manifiesta el dolor causado por la violencia desatada durante la bonanza. Se lamentan los sufrimientos que el pueblo experimenta por un espejismo que sólo sembró odio y desolación.

 

Texto contenido en el informe titulado “Memorias de violencia: bonanza marimbera en la ciudad de Santa Marta durante las décadas del setenta al ochenta”, de los investigadores Esperanza Ardila, Álvaro Acevedo y Luis Martínez, del Grupo de Investigación Sobre Oralidades, Narrativa Audiovisual y Cultura Popular en Caribe Colombiano de la Universidad del Magdalena, 2012.

Luis Martínez González

Investigador adscrito a la Universidad del Magdalena.