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Alci Acosta, el hombre de los boleros dorados, tiene tras de sí una fructífera carrera llena de éxitos inmortales. Foto: Semana.

Con una carrera que abarca casi seis décadas, las notas sobrias y elegantes  del artista soledeño siguen conquistando melómanos alrededor del mundo.

Una mañana decembrina, a comienzos de los años 30, frente al altar de la parroquia San Antonio de Padua, de Soledad (Atlántico), Luciano Acosta, modesto fabricante de zapatos para mujeres, y Sara Cervantes, costurera de innata ternura, decidieron unir sus vidas.

Fruto de su amor nacieron siete hijos. El tercero de ellos, nombrado Alcibíades Alfonso desde que estaba en el vientre materno, vino al mundo el 5 de noviembre de 1938 en Soledad, cuna de ilustres creadores artísticos como Gabriel Escorcia Gravini, Pacho Galán, Rafael Campo Miranda, Efraín Orozco, Efraín Mejía Donado y Eduardo Jinete.

Alcibíades llegaría a ocupar un lugar preponderante en la bolerística, no solo de Colombia, sino de América Latina, gracias al singular estilo que impuso con su voz, su piano, la temática de sus canciones y, sobre todo, su manera de cantar.

Sería identificado en el medio artístico simplemente como Alci. La supresión de parte de su nombre fue iniciativa de Jaime Cabrera, director artístico de la empresa discográfica barranquillera Tropical, en 1965, por considerar que Alcibíades era muy largo y poco comercial.

En Venezuela había un cantante llamado Alcibíades Sánchez Beltre, oriundo de República Dominicana, que hacía las delicias con la Billo´s Caracas Boys y era conocido como Alci Sánchez.

Jaime Cabrera, casi sin pensarlo y de manera espontánea, sentenció: Si Venezuela tiene a Alci Sánchez, en Colombia tendremos a Alci Acosta”. Acierto indiscutible. De ese modo vino al universo del espectáculo Alci Acosta.

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El joven Alci, en una foto de archivo para el sello discográfico Zeida.

La verdad, casi nunca se dirigieron a mí por Alcibíades, ni siquiera en la escuela. En mi época de estudiante de primaria me llamaban por mi apellido. Y en casa me decían y me siguen diciendo Pachi. Así me conocieron en el barrio. Por ello puedo afirmar que mi verdadero nombre es Alci Acosta y no Alcibíades Alfonso, como figura en mis documentos de identidad”, dice el maestro en la tranquilidad de su hogar, en el barrio Oriental de Soledad, donde ha residido los 85 años de su vida.

Antes de convertirse en el cantante de boleros y pianista de toque sobrio y elegante que cautivó el gusto de centenares de melómanos diseminados en diferentes lugares del planeta, Alcibiades, cuando todavía no era conocido en el concierto del espectáculo como Alci, se destacó como pianista acompañante de las orquestas tropicales más renombradas de Colombia: Pello Torres y sus Diablos del Ritmo, las orquestas de Pedro Salcedo, Pacho Galán, Jesús Nuncira Machado, la Sonora del Caribe, la Sonora Cordobesa, Morgan Blanco, José Pianeta Pitalúa, Marcial Marchena, Manuel Villanueva y Francisco Zumaqué.

En el denominado bolero bohemio, Alci Acosta ha sido un representante de relevante significación. Su manera de cantar, de mimar las palabras, lo llevaron a diferenciarse de los demás.

El nacimiento de Alci Acosta como cantante y pianista solista en los estudios de grabación ocurrió en con un long play titulado Son recuerdos, preparado, orientado e ilustrado en la sede de Discos Tropical, en Barranquilla. Figuraron 12 temas: Hazla que vuelva, Brigitte, Por qué te fuiste, Día sin sol, Garúa en el alma, Profana, Fracaso, Boda inútil, Telaraña, Tu mejor amigo, Odio gitano, y Son recuerdos. A excepción de Por qué te fuiste, con música de Sara Cervantes (madre de Alci) y letra de Rosa Cervantes (tía de Alci) pero firmada con los créditos de Alcibíades Acosta, todas las canciones que aparecieron en ese LP fueron compuestas por el barranquillero Cristóbal Sanjuán (q.e.p.d.).

Desde entonces, Alci Acosta ha mantenido una carrera ascendente que  abarca 58 años de trayectoria ininterrumpida.

En el denominado bolero bohemio, Alci Acosta ha sido un representante de relevante significación. Su manera de cantar, de mimar las palabras, lo llevaron a diferenciarse de los demás. Y al igual que los mexicanos Agustín Lara y Fernando Valadés, quienes edificaron su carrera a partir de la voz y el piano, Alci creó e impuso un estilo que le dio identidad, pese a no ser compositor. Los logros que ha cosechado son contundentes. Ha grabado más de 60 discos de larga duración, y ha recorrido diversos países de América y Europa.

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La discografía del artista soledeño es extensa y abarca colaboraciones con artistas de altos quilates.

Una de las experiencias más gratificantes que ha tenido Alci Acosta, en el plano profesional, fue haber grabado a dúo el cantante y compositor ecuatoriano Julio Jaramillo, el Ruiseñor de América. Ocurrió en 1968, en Medellín. El ingeniero de sonido, Álvaro Arango, se puso al frente del proyecto. El resultado fue la grabación de 36 canciones, una tras de otra, que serían publicadas en tres discos de larga duración, de 12 cortes cada uno.

Definitivamente, el piano tiene para el maestro Alci una alta carga de afecto, y él está muy agradecido con este maravilloso instrumento: Tengo la certeza de que el éxito de mi carrera fue posible gracias a mi voz y al estilo que impuse. Ahora, si tuviera que elegir entre tocar piano y cantar, abandonaría el canto”, sentencia.

El maestro no duda en seleccionar cinco canciones imprescindibles en su repertorio: ‘Traicionera’, ‘El último beso’, ‘Si hoy fuera ayer’, ‘No renunciaré’ y ‘Mi querido cascarrabias’.

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Fausto Pérez Villarreal

Barranquilla (1965). Comunicador Social-Periodista, profesor de la Universidad Sergio Arboleda sedes Barranquilla y Santa Marta. Dos veces ganador del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. En 2014 fue finalista del Premio Internacional de Puerto Rico, entregado en Madrid. Su más reciente libro se titula Richie y Bobby en el corazón de Barranquilla