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El arquitecto Luis Fernando Llanos plasma intervenciones artísticas de casas clásicas de el barrio El Prado en telas que pueden tener diferentes usos. Rescatar la memoria del icónico barrio, su apuesta.

Gracias a un proyecto mezcla de arte y moda, un arquitecto barranquillero nos lleva de visita al jardín de la memoria por uno de los más tradicionales barrios de la ciudad.

“Yo nací en el barrio El Prado”. Esta afirmación, en apariencia casual, esconde un viaje al pasado, a la memoria de una Barranquilla irrepetible y bucólica en la que es imposible no recordar este barrio donde todos nos conocíamos, donde las casas eran llamadas por los apellidos de las familias que la habitaban, y en donde sus jardines y antejardines tapizados en una grama perfectamente cortada, o adornada por el colorido de plantas y flores de nuestro Caribe, servían de telón de fondo a una vida sencilla y tranquila, cerca al río y al mar.

Recuerdo, en aquellos años 70 y 80, deambular por sus calles, jugar bola e’ trapo en improvisados partidos solo interrumpidos por uno que otro auto que raramente pasaba por la carrera 59 o la callecita frente a la Iglesia Inmaculada, y contemplar pájaros de diferentes especies y mariposas revolotear en los arboles frutales y ornamentales de los florecidos jardines.

Evocar al barrio El Prado es regresar a sus parques —Fundadores y Santander— sus grandes vías, su frondosa y llamativa arborización, pero también sus casas de interiores frescos en donde no había necesidad de usar abanicos durante la mayor época del año gracias a un sistema bioclimático muy bien aplicado a la estructura de las casas con sus grandes ventanales o a los calados en la parte superior de las ventanas que garantizaban el constante flujo de aire. Algo muy bien pensado y que luego se nos olvidó imitar de un barrio construido con gran mística y el deseo de convertirlo, de lejos, en uno de los asentamientos urbanos planificados más importantes de Colombia.

Re-conocer y recorrer hoy las calles del barrio El Prado, sus callejones, las fachadas de sus casas, cada árbol de lluvia de oro, las bongas del Hotel del Prado, los robles, los árboles de flores rojas cuyo fruto eran unas “pepitas blancas” con las que a diario jugábamos, es todo un placer de la memoria.

“Yo nací en el barrio El Prado, de Barranquilla”, es también una afirmación que resume y da título a un proyecto que ha estado por más de 20 años en mi cabeza. Mentalmente había diseñado cada pieza que lo compone, enriqueciéndolo con elementos que encontraba como documentos y fotografías familiares que evocaban la vida barranquillera en los primeros años del siglo pasado. El proyecto, que busca preservar la memoria colectiva del barrio El Prado y dejar de alguna forma plasmados mis recuerdos como su morador en mi niñez, consta de una serie de imágenes de icónicas casas que se han imprimido en telas y pueden, desde enmarcarse hasta usarse a modo de pareos o pañoletas. La recepción de esta idea, mezcla de memoria y prenda, ha tenido una buena acogida y evoca lo que es El Prado, un aluvión de elementos artísticos y arquitectónicos magistralmente compuestos.

Entre las piezas se pueden apreciar casas dibujadas en blanco y negro digitalmente; documentos y fotografías familiares como partituras musicales; postales; documentos de 1886 de la Nueva Granada; personajes de dibujos animados que influyeron en mi vida, o mi pasión por la escultura renacentista, todo ello mezclado con la arquitectura de El Prado.

Re-conocer y recorrer hoy sus calles, sus callejones, las fachadas de sus casas, cada árbol de lluvia de oro, las bongas del Hotel del Prado, los robles, los árboles de flores rojas cuyo fruto eran unas “pepitas blancas” con las que a diario jugábamos, pero entender también porqué mi casa tenía los cielos rasos tan altos, o un reja ubicada a su costado, en vez de una pared amurallada, es todo un placer de la memoria en el que gráficamente plasmo estas mansiones aún habitadas por sus dueños originales cuya presencia nos debe llevar a cuestionar el porqué su uso ha venido cambiando de residencial a comercial, o qué sentido tiene demolerlas si es el legado de una Barranquilla prospera y pujante.

La siguiente es una breve descripción de cada una de las imágenes que hacen parte de este proyecto:

Casa Emiliani
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Casa Emiliani.

Una de las casas más bellas por su delicada ornamentación, formalmente equilibrada y llena de detalles. Respetando su acertado diseño la imagen ha sido adornada con unas flores de lluvia de oro, el cielo intensamente azul y un piso ocre que recuerda las calles de arena de la Barranquilla de principios del siglo XX.

 

Casa familia De la Rosa
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Casa familia De la Rosa.

Fue la primera casa construida en el barrio y residencia de la finca ‘El Prado’ de la familia De la Rosa que sirvió de inspiración a Karl C. Parrish para emprender la construcción del barrio homónimo.

En la pieza se pueden apreciar unas partituras para piano con la melodía titulada ‘María Luisa’, de 1904, dedicada a mi abuela y su nombre. Árboles rojos recuerdan una acacia de flores rojas plantada en el jardín de mi casa paterna, donde nací, el cual alegraba a mi madre cada vez que florecía.

Un gato perdido evoca a estos felinos que no eran del agrado de mi padre —criaba canarios, en ocasiones más de 40 al tiempo—, pues hacían fiesta con ellos en la noche, completa la pieza.

 

Casa La Perla
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Casa La Perla.

Para esta pieza modifique la apariencia actual de la casa dejándola con dos plantas, tal como fue concebida, inspirado en las fotografías de la época.

Residencia de Alejandro Obregón en un piso de la casa, y en el otro de Álvaro Cepeda Samudio, La Perla es un hito de la cultura local.

Con la fotografía de la casa y archivos de época en los que se observan sus detalles originales, hice un dibujo a tinta corrida de esta y creé un cielo que me recuerda la pecera llena de peces rojos que mi padre tenia en “la terracita “de mi casa. Al otro lado una imagen del rostro del David de Miguel Ángel (1501), tratada bajo un fondo negro y un dibujo de Tin Tin, caricatura de mi niñez.

La calle es una fotografía tomada a un documento de 1886 en la que están redactadas las ordenes impartidas a mi bisabuelo, Hermógenes Llanos, de marchar con su ejercito hacia Ciudad de Panamá.

 

Casa La Emilia, familia Fernández
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Casa La Emilia.

Casa emblemática que ha sobrevivido junto a otro par de casas ubicadas sobre la acera sur del bulevar de la carrera 54. Será siempre especial para mí por las noches en su terraza exterior en largas charlas compartidas junto a Luciano Fernández y otros amigos de la cuadra.

Este cuadro, compuesto por un cielo negro que da mayor realce a las flores de trinitaria —infaltable en todos nuestros jardines multicolores, y la silueta de mis goleros inspiradores—, son parte de la pieza junto a una colorida verja que le da equilibrio a la composición.

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Luis Fernando Llanos Lobo

Arquitecto y administrador de empresas de la Universidad Autónoma del Caribe, artista empírico y docente universitario por espacio de dos décadas.