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Foto: CNN en español.

Un gobierno de Hernández sería más pragmático; uno de Petro, más ideológico y obsesionado con la simbología. Mientras Hernández prioriza la solución de problemas, Petro le apunta a la epopeya.

Para que se hagan una idea de mi opinión sobre la candidatura de Rodolfo Hernández, yo era de los que decían: “Cualquiera menos Petro”. Pero en los últimos meses agregaba una salvedad: “Siempre y cuando el otro no sea Rodolfo”.



El próximo domingo, sin embargo, en vez de votar en blanco, que es la opción lógica cuando a uno no le gusta ningún candidato, votaré por Hernández. Quiero explicar por qué.

No tiene que ver con los planes de gobierno de los candidatos. Ambos son un compendio de promesas desfinanciadas que se desdibujarán al primer contacto con la realidad, probablemente para bien. El de Petro, si se quiere, es más elaborado que el de su rival. Pero una mala receta no sabe mejor porque uno pase más horas en la cocina.



Tampoco me descrestan los pronunciamientos de los candidatos en contra de la corrupción. No me hago mayores ilusiones al respecto.



Un punto en el que sí hay una diferencia significativa es que Hernández, según quienes han trabajado con él, reconoce su ignorancia en muchos temas y la compensa rodeándose de expertos, a los que escucha. Eso es muy distinto al talante de Petro, que hace política improvisada al calor de la retórica, como su famoso tren elevado Buenaventura-Barranquilla. Si de todas formas vamos a tener que elegir a un populista, mejor uno al que le guste asesorarse bien que uno que crea que se las sabe todas.



Un gobierno de Hernández sería más pragmático; uno de Petro, más ideológico y obsesionado con la simbología. Mientras Hernández prioriza la solución de problemas -es ingeniero, al fin y al cabo-, Petro le apunta a la epopeya. Lo suyo es refundar la patria, cambiar el mundo, escribir un nuevo capítulo de la gesta libertadora que comenzó con Bolívar, salvar a la humanidad del apocalipsis. Su misión, ya lo sabemos, es “histórica”.

Si de todas formas vamos a tener que elegir a un populista, mejor uno al que le guste asesorarse bien que uno que crea que se las sabe todas.

Un proyecto de ese calibre, financiado por ideas económicas empobrecedoras, como las de Petro, y operado por los pulquérrimos alfiles de su movimiento, está abocado al saqueo y al naufragio. Pero eso no es lo más grave. Lo más grave es que una vez puesto en marcha será imposible detenerlo. La hipertrofia estatal con la que sueña el Pacto Histórico, las decenas de programas y agencias que creará para ejecutar su visión, será como esas masas tumorales que desarrollan sus propios vasos sanguíneos para irrigarse. Construirán a su alrededor una burocracia y una clientela política que garantizarán no solo su supervivencia, sino su constante expansión. Eso, a su vez, servirá para que después de Petro sigan otros (como el suspendido alcalde de Medellín, Daniel Quintero) que aseguren la continuidad del proyecto petrista, independiente de sus resultados.



Dicho más concisamente: del rodolfato hay retorno, del petrismo, no. Hernández, al menos, fue un alcalde obsesionado con la eficiencia del gasto, que condujo a su ciudad del rojo del déficit al negro del superávit.

La campaña del Pacto Histórico, por último, estuvo impregnada desde el comienzo de tinieblas y bajezas, de alianzas y conductas que desdecían de sus supuestos principios renovadores. Las grabaciones que se han conocido esta semana lo confirman: el Pacto devino en todo aquello que denunciaba. En la guerra sucia, el vilipendio, el rencor, el ‘todo vale’. En lo opuesto a la ‘política del amor’ que dibujaban con el ridículo gesto de las dos manos formando un corazón. Lo dijo Sergio Fajardo, una de las víctimas de esa ‘política del amor’: “Como se llega al poder, se gobierna”. Si esto fue el petrismo en campaña, no quiero imaginármelo en el gobierno.



Por estas razones, porque es la última oportunidad para evitar que Colombia ingrese en un túnel oscuro, sin rumbo señalado y sin distancia conocida, no pienso votar en blanco el próximo domingo.

 

julio-martín
Thierry Ways

Empresario barranquillero, ingeniero de sistemas, especialista en finanzas y columnista semanal del diario El Tiempo.