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La historia de Julio Medina, librero de la Universidad del Norte, tiene un antes y un después: rescatado de un pasado marcado por la violencia, el libro y la lectura le permitieron una nueva oportunidad de vida a este lector empedernido nacido en La Guajira.

Julio Medina es un hombre con una historia turbulenta que fue salvado por los libros. Hoy es el famoso librero de la Universidad del Norte, querido y admirado por estudiantes, profesores y editores. Perfil de Contexto.

Los libros liberan, los libros salvan, son el refugio y el escape de muchos que padecemos la realidad, la difícil situación en nuestro país; amplían nuestro mundo, nos dan nuevas perspectivas, mejoran nuestra manera de comunicarnos y hasta el estilo personal. Desafortunadamente, en Colombia pocos podemos acceder a los libros porque es costoso adquirirlos, o porque no hay la suficiente cobertura educativa. Algunas personas pelean contra sus circunstancias y a pesar de no haber tenido privilegios económicos, o haber vivido situaciones adversas, se enamoran de las letras, leen con pasión, le dedican sus horas de ocio a aprender leyendo; a no conformarse con la mediocridad, con lo recibido de los medios de comunicación o las instituciones de poder. Es el caso de Julio Medina, popular librero de la Universidad del Norte en Barranquilla, un hombre de origen humilde que ha hecho de los libros el centro de su vida.

Julio Medina lleva cerca de 20 años trabajando con los libros, asesorando clientes, leyendo al lado de ventanas soleadas o lluviosas en los tiempos libres, cuando las librerías han estado solas, o menos transitadas; pero él nunca solo, con los fantasmas de los escritores, con mil mundos que se abren, con ideas que flotan en el aire, ideas que chocan, ideas que se repiten; los libros favoritos de Medina son los de filosofía e ideas políticas. Primero trabajó en Panamericana, en Bogotá, luego en la misma empresa, en Barranquilla, y ahora en la librería KM5 de la Universidad del Norte. Pero su vida no siempre fue tan tranquila, tuvo distintos trabajos, estuvo en el fuego cruzado de la guerra eterna en Colombia; allí se enamoró de la lectura después de conocer a un compañero que leía. Y del fuego de las balas, de las llamas desoladoras de la guerra, pasó al fuego intenso e inextinguible de los libros, a las luces del conocimiento; también a sus oscuridades, aunque como es un lector experto, ya no hay mucha dificultad en comprender: unas ideas llevan a otras, la montaña de “mamotretos” le hacen ver el panorama claro.

La dureza de la realidad

Medina nació el 20 de julio de 1969 en la serranía del Perijá, en La Guajira, el mismo día en que Neil Armstrong pisó la luna. Vivía en la finca “Totumolargo” con sus padres y hermanos, es el cuarto de diez. “Tuve una infancia feliz, como la de Tom Sawyer”, cuenta. Su padre era colonizador de tierras baldías y en 1974 llegó con su familia a la Sierra Nevada. Allí, en la vereda El Vaticano, estableció la finca California, abundante en cultivos de todo tipo: café, cacao, yuca, banano, plátano, malanga, frijoles, caña de azúcar. Pero llegó la guerra y la enfermedad. Por recomendación médica después de un accidente que sufrió su padre, tuvieron que alejarse del mar y se mudaron al interior del Magdalena. Regresaron a la Sierra Nevada en 1979 –en tiempos de bonanza marimbera– y en un principio el negocio fue próspero. Pero después llegaron cultivadores del interior del país en busca de prosperidad; el éxito comercial de la “hierba” generó conflictos entre patrones y trabajadores, luchas intestinas que hicieron a la familia huir del lugar.

Julio y su familia se mudaron a Fundación, allí la situación se complicó porque el padre solo sabía hacer labores de campo. En este pueblo Julio inició la primaria y aprendió a leer, los comics fueron su entrenamiento. Sus preferidos eran Arandú, Starman, Kalimán, Águila Solitaria, y las historias del oeste. En un principio vivió con un medio hermano mayor; en 1984 se fue con los padres a una finca en Santa Rosa de Lima, un corregimiento de Fundación. Parecía que todo mejoraría, pero llegó un monstruo de varias cabezas que pisaba duro, el recrudecimiento del conflicto armado en Colombia, las guerrillas que venían por lo suyo para financiar su lucha sangrienta. El padre no quería que sus hijos fueran reclutados como varios hijos de campesinos del lugar, por eso los envió de nuevo al pueblo, en donde Medina y sus hermanos aprendieron de mecánica. Allí empezó su vida laboral.

Luego de prestar el servicio militar, en 1996 Medina recibió la baja del Ejército y regresó a Fundación, donde intentó establecerse, pero no fue posible: los paramilitares, otra cabeza del monstruo, quisieron reclutarlo, buscaban a los exsoldados del Ejército por obvias razones. Pero él ya no quería saber de conflictos, o quizá sí, sólo a través de las lecturas. La guerrilla del ELN también lo buscaba para matarlo y varios compañeros suyos fueron asesinados en la zona bananera, lo que hizo que se exiliara en Bogotá.

Después de titularse como bachiller, llegó a la capital en 1997, allí trabajó en vigilancia y seguridad y frecuentaba la Biblioteca Virgilio Barco y la Luis Ángel Arango. “Allí leí de todo, pero me gustaban mucho los libros de dibujo, anatomía y la historia del arte. También algo de esoterismo y autosuperación, que ahora detesto, pero me iniciaron”, recuerda. Iba a Fundación por cortos periodos de tiempo para ver a su familia y a su novia, con quien tuvo un hijo, Sergio, en 1995. Salía espantado por el nivel de violencia política en el lugar. En 2003, su vida dio un giro: tuvo su primer contacto con la librería Panamericana en Bogotá, ya que escoltaba camiones y furgones que llevaban las mercancías de la empresa.

A Julio Medina no le gustan los libros de autosuperación, pero su historia de superación intelectual y espiritual es de novela, como para un libro de Paulo Coelho. Es ateo, pero también un místico, se puede decir que los libros y la lectura son su religión, la que lo eleva, la que le hace dialogar de manera profunda con los vivos y los muertos.

Un librero estrella

En Panamericana hablaba con un curtido librero que le dijo que servía para ese oficio. Entró a trabajar en la empresa, inicialmente en la central de monitoreos de alarma, en donde estuvo ocho meses. Después de una capacitación fue contratado como librero y encontró el amor, uno eterno, por los libros de todo tipo, claro, y por dialogar con los clientes, algo que le encanta. En 2005 pidió traslado a la recién abierta Panamericana de Villa Country, entre libros y en el calor de su amada costa Caribe no podía estar más satisfecho. En 2013 una cliente habitual, Pamela Cruz Herrán, lo convenció para que trabajara, bajo su dirección, en la librería Km5 de la Universidad del Norte. Allí se puede decir que es feliz, habla con estudiantes y profesores, sostiene agudos debates con ellos: “mis ideas políticas son cercanas al Minarquismo (Anarquismo capitalista), entre mis autores favoritos están Ayn Rand, Axel Kaiser e Isaiah Berlin”, afirma. Por supuesto con esto tiene debate garantizado con los estudiantes de tendencia progresista. Medina dice que lee de todo, que le encantan también los libros de ciencia, como los de Richard Dawkins, que han confirmado su ateísmo –no cree en Dios desde los nueve años–, su visión escéptica sobre cierto progreso humano. Y claro, sobre el socialismo.

A Julio Medina no le gustan los libros de autosuperación, pero su historia de superación intelectual y espiritual es de novela, como para un libro de Paulo Coelho. Es ateo, pero también un místico, se puede decir que los libros y la lectura son su religión, la que lo eleva, la que le hace dialogar de manera profunda con los vivos y los muertos, con sus autores favoritos. Ya es una institución en la librería de la Universidad del Norte, un librero consultado y querido; pero él es humilde, como siempre, sigue aprendiendo, está abierto al diálogo, a la dialéctica. Estuvo en la guerra sangrienta de Colombia, tuvo arduas guerras personales, y ahora disfruta las batallas tranquilas, intelectuales, pero sobre todo la paz de la lectura, de la soledad; los libros lo salvaron, le dieron muchas vidas, fueron su bálsamo, y espera seguir entre ellos, en su eternidad.

Juan Sebastián Lozano

Escritor y periodista colombiano. Su libro de cuentos, La vida sin dioses, fue publicado en 2021 por Calixta Editores.