¿Qué autores influenciaron los cuentos de Gabriel García Márquez?

En marzo de 2015 recibí una llamada de Guido Tamayo invitándome a ir a la Feria del Libro en Bogotá para hablar de los cuentos de García Márquez. Le contesté que mejor invitara a uno de los expertos en nuestro Nobel, que hay muchos y muy buenos. Insistió en que fuera yo. Acepté, pero tenía la conciencia de que no era la persona indicada. ¿Qué tanto sabía sobre el tema?

Mis lecturas de los cuentos de García Marquez, confieso, no han sido sostenidas. En décadas anteriores cuando indagaba para mi libro Escribir en Barranquilla, al hablar con Alfonso Fuenmayor sobre el Grupo, me dijo que una apuesta hecha con Gabito —como siempre lo llamaba— fue sobre si era capaz de escribir un cuento policíaco, lo que determinó que García Márquez escribiera «La mujer que llegaba a las seis». Fuenmayor añadió que no era un cuento propiamente policíaco porque faltaba la solución que exigía el género.

Comentó cómo García Márquez sometía los cuentos para publicar en el magacín semanal Crónica a una revisión, eliminando palabras, hechos y personajes superfluos. Un ejercicio, afirmó Fuenmayor, muy útil para aprender la técnica, y así fue como se inventó cuentos para llenar el hueco de una página, como hizo con «Natanael hace una visita» y «Ojos de perro azul».

Fuenmayor afirmaba que García Márquez sometía los cuentos para publicar en el magacín semanal Crónica a una revisión, eliminando palabras, hechos y personajes superfluos. Un ejercicio muy útil para aprender la técnica. Fue así como se inventó cuentos para llenar el hueco de una página, como hizo con «Natanael hace una visita» y «Ojos de perro azul».

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Una de las primeras ediciones de Ojos de perro azul.

De todos los escritos de esa época, llamémosla barranquillera (1950 a 1952), García Márquez dijo de sus notas de La Jirafa, lo siguiente: “Me mostraba en esas columnas muy sensible a la cultura popular, al contrario de mis cuentos que parecen acertijos kafkianos, escritos por alguien que no sabía en qué país vivía” (Vivir para contarla).

Sobre esta afirmación, opinan distinto algunos estudiosos. Jacques Gilard, por ejemplo, en su ensayo El grupo de Barranquilla y el cuento, mencionaba la influencia de Edgar Allan Poe en nuestro Nobel (en «Ligeia», «Berenice», y «El extraño caso del señor Valdemar»), y lo obvio, las influencias de La metamorfosis de Kafka, El doble de Dostoievski y El otro de Unamuno.

Estas obras las había leído y las tenía presente para mis clases, pero con esa invitación a la Feria decidí leerlas de nuevo, cosa que hice. Más aún, quise sumergirme en los estudios sobre ellas, pero después de ver en la fastuosa biblioteca de Ariel Castillo la ingente cantidad de libros sobre la obra de García Márquez, decidí ir a la Feria con solo las lecturas que enuncié arriba.

En el hotel me encontré con la escritora argentina Hebe Uhart, una señora mayor, y con la joven escritora ecuatoriana Graciela Alemán, dos de las panelistas con quienes me tocaba hablar sobre el tema.

Antes de ir a la Feria conversé durante el desayuno con Hebe. Me confesó que había leído en el avión en que venía Doce cuentos peregrinos por primera vez y que conocía algo de la obra de García Márquez, porque ella como maestra daba clases de literatura hispanoamericana.

 

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Gabriel García Márquez en sus años de madurez.

Agregó que los doce cuentos no le habían gustado, prefería otros de sus libros anteriores. Después nos identificamos en nuestros antepasados italianos. Me contó cómo una rama de la familia se había establecido en la Argentina y había sobrevivido como clase media, y que la parte de la familia asentada en el Perú era gente pudiente “que se creían ingleses”.

Por mi parte le conté la leyenda de cómo mi bisabuelo, al atracar el barco en Puerto Colombia y alguien decirle que había llegado a la Argentina, se había bajado y quedado, así no más.

Animados nos fuimos a la Feria. La conversación en “La Gallera” se puede ver en Internet. Todavía me conturbo cuando aparezco diciendo que me había leído los primeros cuentos de García Márquez porque ese era mi tema, porque si no hubiera sido así “no me los hubiera leído”. Dicho esto, de inmediato sentí que la había embarrado y del todo.

Además, no era cierto, pues días previos, había leído repetidas y muy estudiadas veces «Ojos de perro azul» y había quedado al principio confundido, como cuando uno ve algo tan brillante que lo deja encandilado. ¿Cómo un muchacho de veintitrés años había podido escribir esa maravilla?, me dije.

¿Seguro que «Ojos de perro azul» es el que más te gusta? A esta repetida pregunta doy un sí rotundo y detrás de mí aletea el ominoso recuerdo de cuando lo negué en la feria. Estoy más arrepentido que San Pedro, si eso es posible.

Ramón Illán Bacca

Escritor y profesor universitario nacido en Santa Marta. Es autor, entre otras, de las novelas Déborah Kruel, Maracas en la ópera, Disfrázate como quieras y los libros de cuentos Marihuana para Göering.