Imagen del filme “Los viajes del viento”, del director cesarense Ciro Guerra.
Francisco el Hombre, Luis Pitre, Pedro Nolasco Martínez, y Pacho Rada, cuatro juglares de carne y hueso que ahuyentaron al demonio.
En Valledupar, mientras los niños de otros lugares del mundo se sumergían en las historias de Caperucita Roja, Los tres cerditos o las fábulas moralizantes de Esopo, a los niños de mi generación nos hablaban de la sirena de Hurtado, de la Llorona de Tamalameque, del Silborcito o de Francisco El Hombre.
Era emocionante imaginar a Francisco montado en un burro y con el acordeón al pecho, haciéndole comer arena al mismísimo diablo, ese ser que no nos dejaba jugar en la calle después de las nueve de la noche, ni desobedecer a nuestros padres. Saber que un simple mortal lo había derrotado en un duelo musical nos daba cierta sensación de desquite frente al terror nocturno que, trinche en mano y oliendo a azufre, amenazaba con llevarnos si nos portábamos mal, porque eso era lo que era Francisco: un hombre de carne y hueso.
Francisco Antonio Moscote Guerra, apodado “el Hombre”, nació en 1849 en el hoy corregimiento guajiro de Galán, a cuarenta minutos de Riohacha. Aprendió a ejecutar el acordeón siendo muy niño y pasó a la historia por un desencuentro con el diablo. De su testimonio hoy solo sobrevive un verso:
A mí me ha salido
el diablo con figura
é vaca vieja
tiene el rabo
colorado
y amarillas las orejas
Francisco el Hombre hizo parte de la primera generación de músicos vallenatos que nacieron entre 1840 y 1890. Estos primeros juglares ejecutaban el acordeón, componían y cantaban, iban de un sitio a otro, vivieron en una época y en un ambiente de superstición que permitió que sus vidas se difuminaran entre realidad y magia. Ellos se retaban entre sí para saber quién tocaba mejor. Cada cual tenía lo suyo y los hubo bastante aventajados, pero la figura de Moscote Guerra se destacó por alcanzar los más altos niveles de realismo mágico, sobre todo cuando Gabriel García Márquez lo convirtió en uno de los personajes de Cien años de soledad:
Meses después volvió Francisco el Hombre, un anciano trotamundos de casi 200 años que pasaba con frecuencia por Macondo divulgando las canciones compuestas por él mismo. En ellas, Francisco el Hombre relataba con detalles minuciosos las noticias ocurridas en los pueblos de su itinerario, desde Manaure hasta los confines de la ciénaga, de modo que, si alguien tenía un recado que mandar o un acontecimiento que divulgar, le pagaba dos centavos para que lo incluyera en su repertorio…
De esta manera, la figura de Francisco el Hombre fue opacando a sus colegas, con los que compartió tiempo y espacio, hasta convertirse en el punto de referencia del folclor vallenato. En el olvido quedaron nombres como Andrés Montufar, Abraham Maestre, José León Carrillo Mindiola, Sebastián Guerra, Hernando Rivera, a quien llamaban “Nandito el cubano”, Fortunato Peñaranda, Juan Solano, Rosendo Romero Villareal, Fortunato Fernández, Juancito Granados, José Antonio Serna.
El motivo del hombre que vence al diablo se replica en toda Latinoamérica. En Argentina existe la leyenda del payador Santos Vega, que era invencible hasta que otro payador desconocido lo vence a contrapunto. La historia fue contada por Rafael Obligado en décimas; en México encontramos la película Macario, dirigida por Roberto Gavaldón en 1960 y basada en una novela de B. Traven que se inspiró en el popular cuento de los Hermanos Grimm, El ahijado de la muerte; en Venezuela, Alberto Arvelo Torrealba escribió un poema titulado ‘Florentino y el diablo’ para recoger la leyenda del jinete y coplero que es retado por Satanás a un duelo a contrapunteo, con cuatro y maracas. Al final, Florentino puede vencer al diablo nombrando las Tres Divinas Personas; en Colombia, en 1978, Octavio Mesa interpretó la canción ‘Pelea con el diablo’, la historia de un duelo sangriento, a machete, entre un arriero y el demonio, que no salió muy bien librado.
Pacho Rada, padre del son: fue juglar, actor, y rey vitalicio del Festival Vallenato. Nació en 1907 en Plato, Magdalena, y murió en 2003 en la ciudad de Santa Marta. Foto: Museo del acordeón vallenato.
Lo interesante en el vallenato es que no solo fue Francisco el Hombre quien venció al diablo, sino que otros juglares afirmaron haber sido ellos los protagonistas de la historia:
El primero, Luis Pitre, nacido en Fonseca en 1868, de ascendencia afrocaribeña. De su obra se sabe poco, aunque dejó 73 hijos por la región. En la persona de Pitre, la tradición oral varía hasta el punto de confundirse: para algunos, a Pitre lo llamaban “el diablo” por su piel morena y su forma de ejecutar el acordeón, y fue a él a quien derrotó Francisco Moscote Guerra; para otros, el juglar le arrebató este remoquete al demonio cuando lo venció en franca lid musical. Luis Pitre murió el 9 de abril de 1948. En la década de los noventa del siglo pasado su nombre dio la vuelta al mundo cuando Carlos Vives incluyó la canción ‘El cantor de Fonseca’, de la autoría de Carlos Huertas, en el álbum Clásicos de la provincia.
El otro contendor del diablo fue Pedro Nolasco Martínez Muñoz. Nacido en 1881 en la Hacienda Las Cabezas, de la que llegó a ser capataz, y murió en 1969 en El Paso, Cesar. Ejerció la vaquería toda su vida, actividad que intercalaba con la música. Pedro Nolasco enseñó los secretos del acordeón a Alejandro Durán Díaz, el primer rey del Festival de la Leyenda Vallenata. Su hijo Samuelito Martínez fue el compositor de la canción ‘La loma’, grabada recientemente por Silvestre Dangond.
Del encuentro de Pedro Nolasco con el diablo quedaron unos versos sueltos que su hijo Samuelito interpretó a capella para Ocora Radio France, en un trabajo titulado Colombie Le vallenato (1996):
Esa es cosa que
sofoca de tarde y
de mañanita
me encontré con el
maligno del Paso
pa la ceibita…
Eso se me puso feo
el mundo se
oscureció
cuando yo recé
el creo fue que
se me retiró…
Pedro Nolasco
rezá
que ahí viene el
diablo a tocá le rezó
el creo y se va
y el padrenuestro na má.
Este relato de la tradición oral del Antiguo Magdalena Grande, que gira en torno de Pedro Nolasco Martínez, fue convertido en un cuento por Antonio Brugés Carmona, quien mantuvo intacto el nombre de pila del personaje, pero cambio su apellido, presentándolo como Pedro Nolasco Padilla. El cuento, publicado el 3 de noviembre de 1940 en El Tiempo , se titula ‘Vida y muerte de Pedro Nolasco Padilla’ y es uno de los antecedentes del realismo mágico que explota con la genialidad de García Márquez. Cuenta Brugés Carmona que:
“Una vez venía por el camino que sirve a los viajeros de Maracaibo a la Guajira. Venía tocando su acordeón. Su Niña Bonita. De repente se presentó el Diablo en forma de acordeonista. Un breve diálogo y empezaron a cantar y a tocar en diálogo portentoso. Ocho días y ocho noches duró la lucha hasta que se firmó un acuerdo: Pedro Nolasco sería millonario y tocaría como nadie el acordeón, pero su alma quedaba hipotecada hasta el día de su muerte”.
En el año 2000 Pacho Rada protagonizó el documental ‘El acordeón del diablo’. Allí, cuenta su versión acerca de la llegada del acordeón a Colombia: un barco alemán repleto de instrumentos musicales que iba con rumbo a Argentina naufragó frente a Santa Marta.
El último de los adversarios de Satanás fue Francisco “Pacho” Rada. Conocido como el padre del son, nació en Plato, Magdalena, en 1907 y por lo tanto no pertenece a la misma generación de Francisco Moscote, Luis Pitre o Pedro Nolasco. Esto no le resta grandeza. En el año 2000 protagonizó el documental El acordeón del diablo dirigido por el alemán Stefan Schwietert. Allí, Rada cuenta su versión acerca de la llegada del acordeón a Colombia: un barco alemán repleto de instrumentos musicales que iba con rumbo a Argentina naufragó frente a Santa Marta.
También cuenta que aprendió a tocar acordeón con tanta maestría que el diablo se puso celoso de su talento y decidió retarlo, pero fue capaz de vencerlo y desde entonces empezaron a llamarle “el Hombre”. Pacho Rada murió en Santa Marta en 2007.
En su libro El héroe de las mil caras, Joseph Campbell afirmó que el mito es la entrada secreta por la cual las inagotables energías del cosmos se vierten sobre las manifestaciones culturales, de tal manera que las artes, la filosofía, las religiones, los primeros descubrimientos científicos y tecnológicos, las formas sociales del hombre primitivo e histórico, las propias visiones que atormentan el sueño, emanan del fundamental anillo mágico del mito. En ese sentido, el relato de Francisco el Hombre sería el símbolo de la cultura vallenata, es decir, el recurso que le permitió a nuestros juglares comprender la realidad, dándole significado y sentido: el diablo como personificación del mal es una idea que aparece cuando nos cuestionamos por el sufrimiento y el dolor presentes en el mundo, y el arte, en este caso la música, pasaría a ser el arma poderosa que nos hace invencibles al convertir el dolor en belleza.
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Carlos Luis Liñán-Pitre
Valledupar (1983). Abogado y filósofo con Maestría en Estudios Americanos de la Universidad de Sevilla, profesor de la UDES, Campus Valledupar. Premio «Galo Bravo Picazza» como columnista del año 2023, entregado por el Círculo de Periodistas del César y Sur de La Guajira.