Foto: revista Semana.
Lecciones y aprendizajes de uno de los megaproyectos más controversiales de Colombia.
El camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones. Esa frase parece hecha para el proyecto Reficar. Una construcción colosal como la refinería de Cartagena es una mezcla de diseño, tecnología, logística, finanzas y, por supuesto, eficacia y eficiencia. Paulatinamente quedó en claro que los cálculos de costos y el cronograma del proyecto, hechos por Chicago Bridge and Iron (CBI), y aceptados entre 2007 y 2009, estaban pésimamente hechos. Para rematar, CBI fue encargada de la construcción. Que una misma empresa diseñe y costee, y luego construya es infrecuente y contraproducente.
La construcción no fue el capricho de Ecopetrol. “En el 2005, la vieja refinería de Cartagena no era viable. Su margen de refinación, la utilidad por cada barril tendía a ser negativo. Colombia necesitaba ampliar con urgencia el suministro interno de combustibles y mejorar la calidad.” (Rodolfo Segovia, 7/5/2017, El Tiempo, “Mucho ruido y pocas castañas en el caso Reficar”). Al principio, las cosas parecían brillar para el proyecto Reficar. La costa Caribe estaba feliz con la aprobación. Los empleos por generar durante la construcción y luego en la operación serían, en su mayoría, para cartageneros y caribeños.
Pero Reficar estuvo seriamente subestimado desde su planeación e imperfectamente planificado, saltándose y traslapando etapas, y se inició sin contar con ingeniería de detalle. Sería imposible corregir con posterioridad los errores de 1) subestimación de la ingeniería, 2) mayores cantidades de obra y 3) mayor uso y costo de mano de obra y 4) menor productividad en el avance de la construcción; y, 5) se aprobó ya iniciado una configuración nueva, lo que implicaba rehacer las fases claves de diseño, así como la ingeniería básica y los cálculos de abastecimiento y costeo.
En julio de 2010, el presidente de Reficar presentó ante la JD de Ecopetrol el inicio de actividades de construcción en Cartagena. En ese período del “pecado original,” aprobaron lo inaprobable, protocolizaron un costo equivocado de la refinería (+/-10 %), sin siquiera ser conscientes de lo desfazados que estaban. Dejaron consignados unos cálculos de rentabilidad esperada, Tasa Interna de Retorno (TIR), Valor Presente Neto Esperado (E(VPN)) que eran producto de un modelo financiero con supuestos optimistas en todos los frentes y que no representaban un proceso serio de maduración de proyectos. Esto fue lo que consumó el pecado original.
En la construcción, CBI mostró que no tenía experiencia en megaproyectos en localidades como Cartagena, donde su demanda agotó el mercado laboral de muchas especialidades e indujo un incremento en los costos de mano de obra. En el pico de construcción, en el segundo trimestre de 2014, el número de trabajadores ocupados llegó a casi 18.800. En total, a lo largo de la construcción se emplearon más de 34 mil personas, lo cual saturó el mercado colombiano en determinadas especialidades técnicas. Además, la productividad por trabajador fue 60 % inferior a lo esperado. A esto se suma que los trabajadores tuvieron que construir más de lo originalmente planeado, producto de las constantes revisiones de materiales y cambios en la etapa de ingeniería de detalle. Para dar un orden de magnitud, se calcula que la refinería era 40 % más grande que la presupuestada originalmente, en términos de materiales instalados. Los costos laborales explican casi el 60 % de los mayores costos del proyecto Reficar.
Las curvas de completamiento de un proyecto tienen forma de una ∫ (ese) alargada, como aparecen en el Gráfico 1; en Reficar no ocurrió la línea azul, izquierda del, sino la roja, derecha.
El proyecto inició construcción con un avance de ingeniería de detalle del 21 %. En movimiento de tierras se habían planificado 610 mil yardas cúbicas, y se requirieron en realidad 1 millón 350 mil, más del doble. En toneladas de acero estructural se puso una cifra inicial de 31 mil toneladas y la cifra al final ascendió a 45 mil toneladas, un desfase cercano al 50 %. En equipos y tubería, el desfase estuvo en 28 % y 16 %, respectivamente. En cableado eléctrico hubo un número menor al planificado en 10 %, tal vez la única buena noticia positiva en costos.
En septiembre de 2014 se contrató a la firma de abogados King and Spalding (KSLaw.com), especializada en arbitramentos de proyectos energéticos. El mandato de la Junta era recaudar la base probatoria, estructurar los argumentos de la demanda y liderar la reclamación de costos pagados a CBI.
No sobra decir que el poder de la USO se potenció con estos números, y puso a la central sindical como uno de los mayores “ganadores” y creadores de pérdidas de Reficar. Hacia el futuro, se debe estar en capacidad de alinear los intereses de los trabajadores con los del proyecto, en tiempos, costos y calidad.
Termino con una reflexión sobre las investigaciones al proceso de construcción de Reficar. Desde la concepción hubo muchos errores —a los que he denominado “el pecado original” — y luego aparecieron un sinnúmero de contratiempos ligados a la muy deficiente actividad del EPCista, CBI, a la poca revelación de información por parte de los administradores y a los limitados mecanismos de control de gestión disponibles, lo cual llevó a que los costos del proyecto fueran significativamente más altos de lo planeado: se presupuestaron 3.777 millones de dólares y el gasto real fue de casi 8.000 millones.
Debido a lo anterior, las “ías” (Contraloría, Procuraduría y Fiscalía) abrieron varias investigaciones. La investigación de la Contraloría General de la República -CGR- está basada en una interpretación financiera sobre un presunto daño emergente. De octubre a diciembre de 2015 tuvimos extensas reuniones con equipos de la CGR para explicarles los detalles del caso Reficar. Poco después el director de la entidad dijo a los medios, para sorpresa y alarman de Ecopetrol, que este había sido el desfalco más grande de la historia del país.
Nos tomó por sorpresa que algo altamente técnico, cuyas explicaciones como he mostrado tienen multiplicidad de fuentes, fuera calificado rápida y livianamente como un desfalco. La CGR preparó un auto de apertura de 343 páginas y llamó a 43 presuntos implicados, entre los que se encontraban personas jurídicas y naturales, a dar versiones libres y explicar sus actuaciones. Tanto en manifestaciones públicas como en algunos apartes del auto se mencionó que “todos eran culpables de todo”. Ese “todo”, según el auto de la CGR, se refería a más de 4 mil millones de dólares.
Los cálculos ex-ante de Reficar —que en 2009 llevaron a estimar un E(VPN) de 2.369 millones de dólares— tuvieron que enfrentar los cambios de precio de los productos refinados a vender, de los insumos, de los fletes, de los contratos, de los salarios y de la maquinaria; así como la variación en las cantidades de materiales, en la disponibilidad de tecnologías, de talento y de mano de obra.
Hay muchas lecciones y aprendizajes para el Estado, sus empresas públicas, la contratación, planificación y ejecución de megaproyectos. Megaproyectos traen megaproblemas. Requieren una organización sólida, talento, ética, disciplina, líneas claras de mando y capacidad de reacción oportuna.
En rigor, desde un punto de vista financiero y económico, un valor probabilístico no se puede constituir en una deuda para una de las partes en un contrato. No obstante, un asesor financiero de la CGR, profesor de la facultad de ingeniería de la Universidad de los Andes, procedió a definir ese valor probabilístico como una deuda, y la CGR supuso que la misma podía quedar en cabeza de algunos de los 43 presuntos implicados o de todos ellos.
Segundo, el presunto detrimento patrimonial fue calculado con base en un costo inicial de la refinería de 3.777 millones de dólares y no en el proyecto que efectivamente se construyó, cuyas cifras sólo estuvieron listas por parte de CBI y Reficar en 2011.
¿Se debió parar su construcción? Rotundamente ¡NO! Habría sido lo más costoso.
En las diferentes adiciones presupuestales, la Junta Directiva de Ecopetrol creyó conveniente continuar pues tuvo en cuenta otros factores determinantes como: 1) los altos costos que ya habían sido invertidos (hundidos); 2) el hecho de que era un proyecto estratégico para el abastecimiento de combustibles de Colombia, y producir los refinados de mejor calidad, con un efecto positivo sobre el medio ambiente y la salud, entre otros.
En septiembre de 2022, cinco años después de puesta en funcionamiento Reficar, el entonces presidente de Ecopetrol, Felipe Bayón, anunció que “la refinería de Cartagena alcanzó 200 mil barriles diarios de carga gracias al exitoso arranque de la unidad de crudo adicional del Proyecto IPCC (la vieja planta), que incrementó la capacidad de la refinería en +50 kbd”.
Para muchas personas, el nombre de Reficar es sinónimo de corrupción; sin embargo, hoy puedo decir que es un orgullo para el país y para quienes trabajamos honesta y denodadamente para sacarlo al otro lado, donde se cuentan miles de personas.
Había causas bien documentadas por Reficar y por las firmas de abogados para estructurar una demanda contra CBI ante un tribunal de arbitramento Internacional. Después de 7 años, en 2023 el proceso arbitral internacional condenó a CBI a pagar a Reficar un monto superior a los mil millones de dólares, además de los intereses, y condenó a CBI a cubrir los costos de abogados en los que incurrió Reficar. La decisión unánime de este tribunal confirmó la responsabilidad del contratista CBI al incumplir sus obligaciones en el marco del contrato, y su conducta engañosa, ineficaz e ineficiente en la planeación y ejecución del contrato EPC para construir la refinería.
Hay muchas lecciones y aprendizajes para el Estado, sus empresas públicas, la contratación, planificación y ejecución de megaproyectos. Megaproyectos traen megaproblemas. Requieren una organización sólida, talento, ética, disciplina, líneas claras de mando y capacidad de reacción oportuna. Pero los contratos limitan la capacidad de seguimiento y corrección del curso. ¿Volvería a suceder un Reficar en Ecopetrol? Las vicepresidencias de Ingeniería y Proyectos, y Ética y Cumplimiento, que creamos en 2015 con estándares de clase mundial, y el rigor en la disciplina de capital, evitarán, espero, que esto vuelva a suceder.
El diario El Espectador editorializó poniendo de presente también la seriedad que deben tener las entidades de control, las llamadas “ías”. El laudo arbitral muestra que la cacería de brujas que por años caracterizó la revisión de este proyecto fue nociva. El ejemplo del proceso arbitral, de adelantar una investigación profunda, completa, estrictamente confidencial, de la cual salió una decisión clara, luego de siete años, sin tintes politiqueros, es mucho mejor que las “ías”, al calor de anuncios mediáticos que injustamente socavan reputaciones y merman la moral de trabajar con entidades del Estado. Todos debemos aprender de esta experiencia.
Querido lector: nuestros contenidos son gratuitos, libres de publicidad y cookies. ¿Te gusta lo que lees? Apoya a Contexto y compártelos en redes sociales.
Juan Carlos Echeverry
Economista y académico colombiano. Se desempeñó como Ministro de Hacienda y Crédito Público. También fue presidente de Ecopetrol y decano de la facultad de economía de la Universidad de los Andes.