Margarita Garcia

De portada. El regreso de Argentina a la normalidad democrática marcó la década del 80. Atrás quedaba la represión y los gobiernos militares.

A cuarenta años del regreso de la democracia en el país austral, una revisión al ideario político progresista del expresidente argentino que abogó por las nociones de justicia social y libertad.

Al conmemorar el cuadragésimo aniversario de la democracia Argentina, restaurada en 1983, es imperativo reflexionar sobre Raúl Alfonsín, el primer presidente que dirigió a esta nación a través del intrincado proceso de democratización y quien dejó una marca indeleble con sus reconocidos principios políticos. De hecho, el 10 de diciembre de 1983, representa un momento crucial en la historia de Argentina pues la asunción de Alfonsín al cargo presidencial marcó el fin del régimen militar autoritario, lo que le permitió asumir como el primer presidente democráticamente elegido del país después de la dictadura militar.  

El presidente Alfonsín es conocido y recordado por su compromiso, pero ¿qué significaba para él la democracia y e liderazgo, y cómo lo ejecutó? Una exploración de su comprensión de la democracia revela una dedicación proactiva a las nociones de justicia social y a las ideas de libertad, promovidas en medio de los numerosos regímenes represivos en los que vivió. Alfonsín consideró el logro y el sostenimiento de un sistema democrático como una responsabilidad compartida entre el Estado y su pueblo, enfatizando el papel fundamental de la participación social. Además, abogó fervientemente por la deliberación como mecanismo central de toma de decisiones, una preferencia arraigada en sus experiencias en la política local en su ciudad natal, Chascomús. El Presidente argentino subrayó el potencial educativo de la deliberación para involucrar a la gente en la política, extendiendo este imperativo a entidades anteriormente antidemocráticas, incluido el ejército. La construcción de la democracia, para Alfonsín, requería un compromiso compartido, una “lucha” colectiva. Según él, la Argentina necesitaba pasar por un proceso pedagógico donde “tenemos que aprender a convivir, a dialogar, a respetarnos los unos a los otros, a discutir nuestras discrepancias en el marco de una racionalidad común y bajo un firmamento de principios compartidos”, a los que se refirió como “denominadores comunes”.[1] En su opinión, la democracia no podría sostenerse si la sociedad no internalizaba normas de comportamiento moral que permitieran al pueblo vivir en armonía y tolerancia mutua.  

Raúl Alfonsín siempre se esforzó por perfeccionar el sistema democrático y respetó las instituciones del Estado, incluidas las relacionadas con los controles y equilibrios, y la división de poderes. Al hacerlo, consideró esencial discutir ideas pertinentes con intelectuales y un grupo heterogéneo de asesores. Tal actitud de buscar consejos y debatir constantemente indican que era un líder que tomaba en serio las ideas. De hecho, Alfonsín reflexionó seriamente sobre su conceptualización del sistema democrático. Aunque no era un intelectual y su ideario sobre la democracia no era nuevo –Alfonsín no introdujo ninguna teoría política nueva–, sí formuló y publicó sus ideas sobre la democracia de una manera clara, bien informada y coherente. Es importante apreciar el lenguaje que los líderes políticos utilizan a lo largo de su trayectoria política. Esta coherencia es evidente tanto en el discurso de Alfonsín como en sus acciones. Promovió sus ideas dondequiera que lo llevara su trayectoria política, desde que era miembro del consejo deliberante local en Chascomús, hasta el cargo de líder del partido y eventualmente Presidente de la nación.  

El Presidente de los argentinos entre 1983 y 1989 sostenía una visión de la democracia como el objetivo más importante de su liderazgo: una creencia normativa perseguida con notable consistencia y persistencia.

Durante su presidencia, Alfonsín realizó esfuerzos significativos en la implementación de valores y prácticas democráticas en las áreas de política exterior, militar, económica y laboral, y mostró su incansable voluntad de contribuir a la democratización argentina. La promoción y el apoyo proactivo a los esfuerzos de democratización en otros países de la región, y el establecimiento de límites a el hasta entonces fuerte poder político de las fuerzas armadas, fueron acciones a las que se sumó la voluntad de poner a la justicia en el centro de atención al abordar las atrocidades del régimen pasado, pidiendo activamente el respeto de los Derechos Humanos y contribuyendo a la normalización del trabajo: todas estas fueron las acciones clave tomadas por el presidente en la dirección de su prevista consolidación democrática. La postura de principios de Alfonsín, si bien encomiable, en ocasiones mostró un nivel de rigidez en situaciones que exigían una comprensión más matizada de las cuestiones fundamentales. Sin embargo, es imperativo tener en cuenta que el trauma histórico, junto con las tradiciones políticas militares de larga data, fueron factores que hicieron que la misión del Presidente argentino fuera excepcionalmente delicada. Al final, Alfonsín logró guiar a la nación a través del proceso de democratización, encaminándola hacia una trayectoria de avance.  

En resumen, el Presidente de los argentinos entre 1983 y 1989 sostenía una visión de la democracia como el objetivo más importante de su liderazgo: una creencia normativa perseguida con notable consistencia y persistencia. Los valores democráticos, primordiales en su toma de decisiones, lo guiaron a lo largo de su vida política. El panorama contemporáneo, tanto en América Latina como en Argentina, y a nivel mundial, revela varios casos de líderes políticos con intenciones cuestionables. Por lo tanto, un examen y una discusión más profundos sobre el liderazgo político de Raúl Alfonsín se vuelven cruciales, y permiten avizorar un conmovedor recordatorio de los ideales democráticos y de los líderes ejemplares quienes ven en la convivencia, el diálogo , el respeto y la  discusión de las discrepancias en el marco de una racionalidad común y bajo un firmamento de principios compartidos, unos valores superiores.

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Emilie Brickel-Curryova 

PhD de la Universidad de Oxford con la tesis titulada “Liderazgo político y democratización en Argentina: Raúl Alfonsín and Carlos Menem”. Su investigación busca entender el rol de las ideas y las acciones de los líderes políticos en el proceso de democratización en Argentina.