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Belisario Betancur Cuartas, “el hombre fuerte de Amagá”. Foto: Radio Nacional de Colombia.

En el centenario del nacimiento del presidente conservador Belisario Betancur, un breve recuento sobre su legado político.

El pasado 4 de febrero se cumplió el centenario del nacimiento de Belisario Betancur. Presidente durante el periodo 1982-1986, Betancur fue una figura relevante en la política nacional desde la instauración del Frente Nacional hasta el 6 de agosto de 1986: tres veces candidato, jugó el papel de dirigente díscolo del conservatismo y voz discordante del bipartidismo. Desde entonces –como dicen Carlos Caballero y Diego Pizano– se convirtió en un “expresidente ejemplar”1. A Belisario le tocó asumir la presidencia en una coyuntura particularmente difícil para Colombia. El Frente Nacional había terminado formalmente pero la inercia se impuso en las dos administraciones posteriores a 1974 y a él le tocó asumir el reto de oxigenar el régimen político. Los principales actores de la vida nacional estaban, por así decirlo, desubicados. Como señaló Daniel Pécaut en un artículo de 1983, “los gremios han entrado en disidencia política” y, por si fuera poco, los militares habían provocado un “ruido de sables” durante el gobierno de López Michelsen2. De hecho, pasaron a cogobernar con Turbay Ayala. Por si fuera poco, apenas posesionado, hicieron eclosión una crisis económica, el ascenso de la insurgencia guerrillera y el fenómeno bifronte del narcoterrorismo y el paramilitarismo. Estas circunstancias se olvidan casi siempre en la valoración de su mandato, del mismo modo que se olvida o, mejor, se desconoce el consejo que daba Raymond Aron a los analistas políticos: “¿cuáles fueron las consecuencias que el actor podía y debía prever?”, “¿qué podría hacer yo en lugar del que gobierna?”3. A su gobierno le tocó afrontar retos inéditos en la historia del país en medio del aislamiento y la hostilidad a la que se vio sometido por parte de la clase política, los gremios económicos y las fuerzas armadas. Visto de este modo, y con dos desastres naturales de por medio –el terremoto de Popayán y la erupción del Ruiz–, la resistencia institucional resultó casi milagrosa.  La gestión de Belisario Betancur prefiguró, anticipó, tanto en los asuntos en los que obtuvo resultados tangibles como en aquellos que quedaron truncos o fracasaron, algunas de las líneas maestras de la Constitución de 1991 y de las políticas estatales posteriores. Entre los elementos que fueron recogidos por la Asamblea Nacional Constituyente están el de otorgarle un papel más importante a la participación como complemento de la representación, el fomento de la descentralización, la consagración de la paz como propósito prioritario, una visión plural de la nación y la cultura. 

La gestión de Belisario Betancur panticipó, tanto en los asuntos en los que obtuvo resultados tangibles como en aquellos que quedaron truncos o fracasaron, algunas de las líneas maestras de la Constitución de 1991.

Una de las políticas que se le critica más a menudo fue la tocante al problema de la paz. Sin embargo, creo que hay algunos aspectos que tuvieron un impacto de largo plazo. El primero, la necesidad de tener en cuenta una dimensión internacional, tal y como se notó en las medidas de vincularse al “Movimiento de países no alineados” y en la iniciativa del Grupo de Contadora; el segundo, más allá de la polémica tesis sobre las condiciones objetivas de que se nutriría la insurgencia, la necesidad de promover la intervención del Estado en las regiones más periféricas y abandonadas del país; tercero, la importancia de asumir la disputa simbólica y política con los grupos armados ilegales, es decir, no dar por sentada la legitimidad del Estado. Respecto a este último punto cabe recordar el que, según Pécaut, fue uno de los efectos de la amnistía incondicional que el gobierno le otorgó a los centenares de insurgentes presos que encontró en 1982: hizo “reposar sin equívocos la responsabilidad de una eventual continuación de los combates en los guerrilleros”.

Pero la importancia de su legado trasciende el plano programático, ideológico, tan sobrevalorado en nuestra tradición política. Una parte muy importante del magisterio político de Betancur descansa en su concepción de las formas de la política: su lucha contra el sectarismo, su énfasis en lo que llamaba “dialéctica”, es decir, argumentación y deliberación, la forma moderada de participar en la formación de las opiniones públicas y las decisiones oficiales, la discreción. Este modo de entender y practicar la argumentación y las contiendas representaba un giro radical respecto a la pugnacidad previa al Frente Nacional y un ejemplo para la que se desató en el país hace al menos 25 años.

Resta por señalar que Belisario Betancur, como pocos presidentes de la república, fue más que un político. Fue, además, intelectual, escritor, editor, activista de la cultura criolla e hispanoamericana. Como en otros casos, hace falta un estudio completo de su personalidad y su carrera.

Referencias

1 Carlos Caballero Argáez y Diego Pizano (2019). Sin límites: conversaciones con Belisario Betancur. Bogotá: Universidad de los Andes – Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo.

Daniel Pécaut (2006). Crónica de cuatro décadas de política colombiana. Bogotá: Norma, pp. 280 y ss.

3 Raymond Aron (2013). Memorias: medio siglo de reflexión política. Madrid: RBA, pp. 190, 103.

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Jorge Giraldo Ramírez

Doctor en Filosofía por la Universidad de Antioquia. Profesor emérito de la Universidad Eafit.

 

 

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