Foto: Reuters.
El idealismo de la izquierda, carente de un sentido realista de la seguridad, y el brutalismo de la derecha, despreocupada de las regiones conflictivas y de sus gentes, tienen al país en un atolladero. ¿Podrá Colombia encontrar un consenso en la búsqueda de la paz?
Una manera fácil de identificar a los enemigos de la paz es observar la conducta de oposición sistemática a las propuestas de paz y la apelación simplista a hacer prevalecer la autoridad.
Así que es oportuno retomar la discusión sobre qué puede significar hoy en Colombia hacer la paz o hacer las paces. Y lo hago retomando una sugerencia que hice hace quince años. ¿Por qué no retomar la idea filosófica de un modus vivendi? La idea de modus vivendi es una antigua idea liberal cuyas formulaciones más recientes debemos a John Rawls y John Gray, y ellos se la deben a Isaiah Berlin. Es un camino realista y prudencial en aquellos momentos o circunstancias en las cuales resulta inviable la dicotomía entre la paz y la guerra; el modus vivendi la elude. ¿Cómo? Tratando de establecer condiciones que permitan ir aclimatando la convivencia en un territorio determinado y a partir de las cuales se puedan establecer reglas implícitas de comportamiento social que puedan afianzarse con el tiempo.
Hoy en Colombia, un modus vivendi implicaría –a mi manera de ver– una política decidida de presencia institucional en la periferia, empezando por las autoridades civiles, militares y de justicia; una política de seguridad destinada a proteger a la población y todas las actividades civiles más que perseguir a los grupos armados; y asumir con paciencia el proceso de incorporación de las regiones más violentas a la legalidad estatal, lo cual implica aclarar y afirmar la ciudadanía de sus habitantes y la garantía presumible de sus derechos fundamentales.
El idealismo de la izquierda –carente de un sentido realista de la seguridad– y el brutalismo de la derecha –despreocupada de las regiones conflictivas y de sus gentes– tienen al país en un atolladero. La primera debería ceder en la persistencia en negociaciones eternas e ineficaces; la segunda debe estar dispuesta a aceptar la universalización de las ideas de vida, libertad e igualdad, de esa gente que no les agrada y que no reconocen como nuestros iguales: los pobres, los negros y los indios.
Parece un camino extraño. No lo es: es el camino más trillado de la historia. ¿Es un camino fácil? Tampoco. Es más fácil negociar con pequeños y dañinos grupos armados ilegales que cambiar las condiciones de vida de las regiones más atrasadas y sufridas del país.
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Jorge Giraldo Ramírez
Doctor en Filosofía por la Universidad de Antioquia. Profesor emérito, Universidad Eafit.