Cada año, la cumbia es protagonista de excepción en el Carnaval de Barranquilla.
Los conjuntos de caña de millo tienen su cumbia; los conjuntos de gaita corta también; hay cumbias en acordeón, en guitarra o en caña de millo; hay cumbias en banda sabanera o pelayera, hay cumbias en Big Band. ¿Qué es y qué no es cumbia en Colombia? La pregunta aún está por resolverse.
¿Cómo es la Cumbia en Colombia? ¿Cómo es la Cumbia colombiana? ¿Cómo, cuántos y por qué la están interpretando los grupos en la actualidad en el país? Los anteriores son algunos de los interrogantes que motivaron este texto.
Así como se relacionan, por ejemplo, Cuba y el son, Brasil y la samba, o Argentina y el tango, la concordancia entre la cumbia y Colombia se entiende, en muchas partes del mundo, como un matrimonio eterno.
Como músico colombiano que soy, cada vez que visito otras latitudes, y me relaciono con colegas de diferentes nacionalidades, ellos, al enterarse de mi país de origen, me interrogan sobre la cumbia. Es algo que tenemos que padecer los músicos colombianos. Y, al decir “padecer”, apelo a que ésta es una situación incómoda: ¿qué sabemos nosotros de la cumbia? Menos de lo que parece.
Un día, hablando con Carolina Santamaría, cuñada mía, mayor que yo y doctorada en etnomusicología en una universidad de Estados Unidos, me dijo: “Cuando viajo a otros países y me preguntan sobre las últimas producciones de cumbia, siempre pregunto a cuál cumbia se refieren”. Carolina, en esta afirmación, no solo aludía a las diferentes modalidades de cumbia que se han configurado en los distintos países de Latinoamérica –cumbia villera (en Argentina), cumbia chicha (en Perú), entre otras–, sino que se refería a que, en Colombia, el término no es solo polisémico sino también confuso. En palabras de ella: “En Colombia no sabemos qué es la cumbia”. Obviamente esta afirmación lo deja a uno perplejo: ¿Cómo que no? ¿Si es nuestra música emblemática? ¿Si es nuestro orgullo nacional?
¿Si somos los “reyes” de la cumbia? ¿Si es la música representativa del Carnaval de Barranquilla?
Por extraño que parezca, existen muy pocas investigaciones sobre la cumbia colombiana; y las pocas que hay, han sido realizadas, en gran número, por investigadores extranjeros (como el italiano Leonardo D’amico), o por personas con pocos conocimientos musicales (como Héctor Fernández L’Hoeste), quienes suelen reproducir, de manera acrítica, y sin soporte empírico, los diferentes mitos e imaginarios alrededor del término.
Tres cosas fundamentales se han dicho de forma reiterada hasta la saciedad sobre la cumbia: En primer lugar, que es el género madre de los ritmos de la costa Caribe colombiana; por otro lado, que es el género más importante de esta región; y, por último, que es una expresión mestiza, lo que en Colombia significa ser producto y reflejo de lo afro, lo indígena y lo español. Pero para poder dar estas afirmaciones, habría que responder la pregunta inicial que plantea mi cuñada: ¿sabemos los colombianos acerca de lo qué es la cumbia? ¿Qué es la cumbia para nosotros? ¿Existe un único género musical al cual llamamos cumbia? La respuesta a todos estos interrogantes es contundente: no.
Hasta mediados del siglo XX, la palabra cumbia se entendía, en el Caribe colombiano, principalmente como sinónimo de cumbiamba o rueda de cumbia; términos que referían a lo festivo de bailar en parejas alrededor de un conjunto musical de la región: conjunto de gaitas, de caña de millo, de acordeón, banda pelayera, o cualquier otro. Decir “vamos a la cumbia” significaba el deseo de ir a bailar con el grupo de música autóctona que se encontrara tocando, generalmente en el parque del pueblo por motivos de alguna fiesta religiosa. Hasta mediados del siglo XX, los conjuntos folclóricos estaban, prácticamente, ausentes de la industria discográfica: ni gaitas, ni millos, ni acordeones abundan en los acetatos del momento; la música de la costa Caribe que se grababa era básicamente en formato de orquesta, en la cual los ritmos que más aparecen son la guaracha y el porro, siendo así poco relevante el término cumbia como género musical. Es en esa época que, tras el triunfo de la Revolución Cubana (1959) y el posterior aislamiento de la isla –principal fuente surtidora de música bailable en el Caribe hasta ese momento–, la música costeña colombiana se posiciona como su reemplazo. Tras unos éxitos musicales arrolladores de música costeña como “La Piragua”, “la Cumbia Cienaguera” y, más tarde, “La Pollera Colorá”, la música de la costa norte colombiana comienza a venderse y a difundirse internacionalmente. La situación parece ser la siguiente: ante la imposibilidad del mercado internacional de seguir contando con la música bailable cubana, se busca su sustituto: Colombia era, para ese entonces, uno de los principales centros fonográficos del continente, junto con Ciudad de México, Nueva York y Buenos Aires, y contaba con una gran variedad de música bailable que podía suplir este mercado. A esta música la llamaron, en su conjunto, Cumbia.
Hoy por hoy las diferentes versiones de cumbia que se han adaptado en casi todos los países de Latinoamérica, conforman, en conjunto, el género musical más importante del subcontinente, y a pesar de esto, es Colombia el país en el que menos se interpreta, se baila, se difunde y se conoce actualmente. ¿Por qué?
El duo musical Bomba Estéreo toma elementos musicales de la cumbia para consolidar su sonido electrónico.
Al igual que los términos salsa, rock, pop, la música clásica o jazz, el término Cumbia se ha utilizado de manera genérica para abarcar diversos ritmos y géneros musicales. Así lo han usado las casas disqueras para agrupar, prácticamente, todas las músicas bailables producidas en la costa norte colombiana. Al revisar los textos de los investigadores anteriormente citados –Héctor Fernández L’Hoeste y Leonardo D’amico–, vemos fácilmente esta amplitud de géneros agrupados bajo el mismo término. Artistas de tan distintas épocas y formatos como Guillermo Buitrago, Los Corraleros de Majagual, Cabas y Carlos Vives, figuran todos en esta misma categoría. Corroborar este uso abarcador del término es muy fácil, basta revisar las diferentes recopilaciones de cumbia colombiana que se pueden adquirir, hoy día, a través de páginas como Amazon y similares.
En Colombia, el término Cumbia no se ha entendido así. Si bien aquí también es un término confuso y polisémico, no se remite a todas las músicas costeñas bailables colombianas. Estas tienen que tener al menos dos características: Por un lado, ser a una velocidad media (no puede ser rápida como una puya) y, en segundo lugar, ser en compás binario (no ternario, como un vals, un fandango o un mapalé). No obstante, hay muchas músicas costeñas con estas características, y no hay consenso, en nuestro país, a cuáles llamar cumbia y a cuáles no. Entre los ritmos similares están las diferentes clases de porro (de gaitas, de banda pelayera, de caña de millo), la gaita, el paseo, el bullerengue, el merecumbé, entre muchos otros. Existen también diversos géneros, distintos unos de otros, a los que llamamos con el mismo término de cumbia: los conjuntos de caña de millo tienen su cumbia; las orquestas de chucu-chucu, raspa o porro paisa tienen la suya; los conjuntos de gaita corta también; hay cumbias en acordeón, en guitarra o en caña de millo; hay cumbias en banda sabanera o pelayera, hay cumbias en Big Band. ¿Qué es y qué no es cumbia en Colombia? Es una pregunta aún por resolverse.
A la altura del discurso es importante, además, resaltar otro hecho que resulta extraño e incluso asombroso: hoy por hoy las diferentes versiones de cumbia que se han adaptado en casi todos los países de Latinoamérica, conforman, en conjunto, el género musical más importante del subcontinente, y a pesar de esto, es Colombia el país en el que menos se interpreta, se baila, se difunde y se conoce actualmente. ¿Por qué?
Pensemos en esta situación que debe ser cotidiana: un extranjero llega a una ciudad colombiana de vacaciones. Puede ser Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla o cualquier otra. A este extranjero le gusta la música y quiere salir a escuchar un grupo de cumbia, ver bailar cumbia, bailarla. Tres opciones simples para buscar cómo saciar este deseo serían: a) preguntar a la recepcionista del hotel (en caso de estar hospedado en un hotel), b) preguntar a un amigo colombiano (si lo tiene) o, c) buscar en internet. Para no hacer larga esta historia, resumamos simplemente que, hoy en día, en cualquier ciudad colombiana, sería una hazaña que este turista pudiera satisfacer este deseo.
Quizás hay dos razones fundamentales para que la cumbia, a pesar de ser de origen colombiano y el ritmo más difundido en Latinoamérica, esté muy poco presente actualmente en el panorama sonoro de Colombia: su polisemia que no es solo un problema semántico, sino que hace que los mismos músicos no sepan regularmente cómo interpretarla; y, segundo, el imaginario de mestizaje, de símbolo sonoro que representa las tres culturas. Este imaginario de una música mestiza no encaja muy bien en los nuevos imaginarios de nación. En 1991 se promulgó una nueva Constitución en Colombia en la que no se piensa en el país como una nación mestiza, sino como una nación “multiétnica y pluricultural”. Es a partir de allí que el país busca entenderse, no como una comunidad que busca como ideal su homogeneidad, sino que celebra la diferencia. Las expresiones afrodescendientes cobran vigencia, así como las indígenas. En este contexto, pierde sentido una música que celebre el mestizaje, cuando el país entero se vuelca a reconocer sus diferentes expresiones autóctonas.
Grupos como Bomba Estéreo, Puerto Candelaria o Tierradentro han incluido cumbias como parte fundamental de su repertorio. Cada uno lo hace a su manera, reapropiándose del género, reinterpretándolo, usándolo tanto como herramienta musical como recurso comercial que los posiciona; y son identificables, de manera fácil, como grupos de Colombia en un contexto global, como parte de los grupos importantes en una nación que destaca por su musicalidad. Si la cumbia la usan diferentes agrupaciones de muchos países de Latinoamérica e incluso Europa (los grupos Ska Cubano y Rupa and the April Fishes son un buen ejemplo), si los discos de acetato de cumbias de mediados del siglo pasado son utilizados por muchos DJ para discotecas y rumba de países como Inglaterra, ¿por qué no usarla nosotros? ¿Por qué no reapropiarnos de un género que nos distingue en el mundo?
*Texto extraído de las memorias del IV Encuentro de investigadores musicales del gran Caribe y el Caribe colombiano.
Federico Ochoa Escobar
Saxofonista y magister en antropología de la Universidad de Antioquia. Es autor de El libro de las gaitas largas: tradición de los Montes de María (2013, Editorial Pontificia Universidad Javeriana).