A un año de los comicios presidenciales mucha es el agua que aún queda por correr.

Aunque todavía falta un largo trecho para las próximas elecciones presidenciales en Colombia, los medios de comunicación preguntan sobre cuál es la imagen de favorabilidad de algunos políticos con perfil presidencial, a través de las encuestan de opinión que contratan periódicamente para generar noticias políticas.

Me pregunto, si todavía falta un año para que se inscriban los verdaderos candidatos presidenciales ante las autoridades electorales, ¿qué sentido tiene hacer este proceso de indagación con tanta anticipación y qué lectura o, más bien, valor, le deben dar los ciudadanos a los resultados de favorabilidad que se obtienen con los estudios de opinión tempranos?

El principal propósito de las encuestas de opinión es conocer la percepción que tienen los ciudadanos de la imagen pública de una serie de políticos que tienen aspiraciones presidenciales, porque se sabe que una imagen pública altamente valorada puede incidir positivamente en las contiendas electorales.

También, son fácilmente observables dos efectos secundarios derivados de los resultados de la encuesta de opinión. Por una parte, la ciudadanía se ve obligada a debatir anticipadamente sobre las posibilidades electorales de los políticos evaluados, lo que va despertando el interés político ciudadano y calentando a fuego lento el ánimo electoral.

Sobre todo cuando el debate político se traslada a las diferentes plataformas de las redes sociales, en donde los bandos políticos y la ciudadanía explotan la capacidad de amplificación de la red enviando contenidos en los que se muestra lo bueno, lo malo y lo feo de los aspirantes políticos presidenciales.

Nada es más mutable que la opinión de la ciudadanía, especialmente, en lo relativo a la valoración política. Cualquier frase, postura o acción imprudente puede echar al traste con la favorabilidad del político en un santiamén.

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Foto: Glen Carrie. Unsplash

Por otra parte, los partidos políticos conocen anticipadamente las preferencias de los ciudadanos y el poder de la imagen de los políticos evaluados. Con esta información pueden dar una respuesta eficaz a una política de partido centrada en la imagen del candidato; condición esencial para atraer a una ciudadanía cada vez más apartidista.

En cuanto a qué valor le debe dar el ciudadano a los puntajes de favorabilidad de los políticos evaluados es claro que las encuestas de favorabilidad tempranas tienen muy poca relevancia para la ciudadanía, porque los resultados pierden valor tan pronto se hace la encuesta, y el puntaje asignado a cada político habla de su pasado y no de su futuro.

Recordemos que la imagen de favorabilidad tiene un carácter dinámico y, por tanto, va cambiando en el tiempo por factores como los acontecimientos sociales; la información que llega por diferentes medios de la conducta, acciones y contradicciones de los políticos, y la sensibilidad emocional de la ciudadanía.

Si duda, nada es más mutable que la opinión de la ciudadanía, especialmente, en lo relativo a la valoración política. Cualquier frase, postura o acción imprudente puede echar al traste con la favorabilidad del político en un santiamén. Por eso, la gente acostumbra a decir que la política se piensa mayormente con los ojos.

En resumidas cuentas, los resultados de las encuestas de favorabilidad de los políticos hablan de lo que pasó y no de lo que puede llegar a pasar. Por ello lo más razonable es no generar falsas expectativas, ni derivar conclusiones apresuradas de la percepción valorativa de los ciudadanos faltando un año para los comicios presidenciales.

En mi opinión, con la información que tenemos, lo único cierto que podemos decir es que el futuro se encargará de decidir quiénes serán los competidores en las próximas elecciones y quién será el ganador de los comicios.

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Julio Antonio Martín Gallego

Magíster en educación, especialista en filosofía contemporánea e ingeniero mecánico de la Universidad del Norte. Investigador y consultor especializado en procesos de cambio educativo y aprendizaje organizacional.