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El pianista barranquillero Pete Vicentini dedicó más de medio siglo a hacer lo que más le gustaba: música tropical.

Perfil del fallecido músico barranquillero que hizo bailar a varias generaciones de colombianos.

“Esta pandemia que está azotando al mundo es una ventana a la reflexión. El miedo se ha apoderado de la humanidad. Tenemos que cuidarnos. La muerte forma parte de la vida, y no hay que temerle —me había dicho Pete Vicentini a finales del año pasado, cuando hablamos en su casa, en el popular barrio Chiquinquirá—, somos ave de paso. La muerte es la senda que nos conduce hacia el reino de Dios”.

Había sabiduría y esperanza en sus palabras. Hablamos de su obra, de sus proyectos y del orgullo que le generaban sus hijos Pedro Enrique, residente en Chile, y Jean Carlos, continuadores, como cantantes, de su legado artístico.

El músico barranquillero estaba convencido de que volaría alto hacia los brazos del señor y así lo hizo en las primeras horas del pasado 24 de abril después de verse aquejado por una penosa enfermedad. Apenas 24 días atrás, el 31 de marzo, había cumplido 75 años.

Vicentini dejó una huella indeleble en la música popular de nuestro país. Con su agrupación El Afrocombo empezó a escribir un emotivo capítulo a partir de 1971, con la publicación de su primer trabajo discográfico ‘Pan con salsa… El huevo’, editado por el sello Codiscos. Tenía en ese entonces 25 años.

Jackie Carazo, cantautor cartagenero ya fallecido, fungió como vocalista de la colectividad. El primer éxito no tardó en consolidarse: ‘El huevo’, pieza del panameño Félix Martínez que, sin mayor repercusión, había sido grabada en Perú. Pete Vicentini y su Afrocombo la presentaron en ritmo guajira-son. ¡Todavía es la hora que incentiva al baile!

Otros temas que alimentaron el LP y “sonaron duro” fueron ‘A la fiesta del mar’, ‘Barranquilla, sol y cumbia’ y el que le dio el título a la obra: ‘Pan y salsa’, todos de autoría de Pete Vicentini.

Tan sonoro y contundente fue el impacto de la propuesta del Afrocombo, que en el Festival de Orquestas del Carnaval de Barranquilla de 1972 cautivó a los miles de asistentes al Coliseo Cubierto Humberto Perea, incluidos los integrantes del jurado calificador, que no dudaron en otorgarle el Congo de Oro en la categoría Conjuntos. A lo más alto del podio subieron, también Los Melódicos de Venezuela, en la categoría Orquestas, y Papa Molina, de República Dominicana, en la nueva modalidad, Orquesta mediana.

 

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Vicentini (centro de la fotografía) en la carátula de uno de sus albumes editados con el sello Felito Récords.

Música en las venas

Había nacido en Barranquilla, en 1946. La música la llevaba en las venas. Su padre, un inmigrante italiano criado en Ecuador, fue un excelso ejecutor de la guitarra. Su madre, barranquillera de cuna, de un extraordinario oído musical, tocaba el piano por hobby.

Desde su más tierna edad, Pedro Vicentini Del Valle, como era su nombre de pila, mostró sus inclinaciones por la música. Lo atraían, sobremanera, los instrumentos de percusión. Los timbales, el bongo y la caja vallenata fueron los primeros instrumentos que maniobró.

Su padre le regaló un acordeón y con ese instrumento, que aprendió a tocar de manera autodidacta, armó un conjunto con amiguitos del barrio. Se denominaron Los Rítmicos de la Costa. Trataba de imitar el estilo de dos acordeoneros de su predilección: el guarachero de Aníbal Velásquez y el corralero de Alfredo Gutiérrez.

En su colegio, el Biffi La Salle, formó parte de la banda banda de guerra. Tocaría la corneta y el clarín. Su gusto musical lo hacía sentirse atraído por la bossa nova y el jazz.  

Pasado un tiempo, el acordeón que le regaló su padre lo vendió. Con el dinero compró un bajo.

No eran ajenos a sus preferencias musicales los cantos de la Sonora Matancera, en especial de Bienvenido Granda, Daniel Santos y Nelson Pinedo. También era de su agrado la música de Pacho Galán, Lucho Bermúdez y los Corraleros de Majagual. “De todos ellos aprendí”, reconocía en vida Vicentini.

Pinitos en el conservatorio

Pete Vicentini dejó atrás su etapa en Los Rítmicos de la Costa cuando comenzó la carrera de Arquitectura, la que estudió durante ocho semestres en la Universidad del Atlántico. Durante ese período formaría parte del Combo Universitario, donde tocaría el bajo y haría arreglos.

El alma máter le sirvió de escalón para ingresar al conservatorio, donde estudiaría el contrabajo, solfeo, armonía y legado musical. Después llegaría el piano, caja sonora que ya conocía gracias a su madre. Ese sería el instrumento que más lo llenaría. De sus profesores no olvidó nunca a Pedro Biava y Alberto Carbonell.

Las canciones de Pete Rodríguez, de los hermanos Charlie y Eddie Palmieri, de Joe Cuba y Cheo Feliciano, de El Gran Combo de Puerto Rico con Andy Montañez y Pellín Rodríguez, así como de Richie Ray y Bobby Cruz, terminaron por redefinir su gusto musical. Los discos de esas orquestas los compraba tan pronto salían al mercado.

No eran ajenos a sus preferencias musicales los cantos de la Sonora Matancera, en especial de Bienvenido Granda, Daniel Santos y Nelson Pinedo. También era de su agrado la música de Pacho Galán, Lucho Bermúdez y los Corraleros de Majagual. “De todos ellos aprendí”, reconocía en vida Vicentini.

Discografía para la eternidad

Pete pasó a la disquera Sonolux y su sello Caliente en 1974 después de publicar su segundo y último disco en Codiscos: ‘El Afrocombo llegó con su carrito de vapor’, que incluyó los éxitos ‘El carrito de vapor’, ‘La guayaba’, ‘Con la vela prendida’ y ‘Rabo y oreja’.

Un título sugestivo llevó ese primer disco en Sonolux: ‘El nuevo sonido del Afrocombo’. Sobresalieron en ese trabajo ‘Bajo na´ ma´’, ‘Amores van’ y ‘Cumbia pa´ Colombia’.

Abundante, interesante y gozoso es el repertorio grabado por Pedro Vicentini Del Valle. Con la razón social denominada Pete Vicentini y sus estrellas puso a consideración del público, en 1976, el experimento ‘Érase una vez Barranquilla’, conformado por canciones interpretadas por Esthercita Forero. ‘La luna de Barranquilla’, ‘Mi vieja Barranquilla’ y ‘Campanitas curramberas’ alimentaron el disco.

Para el sello Felito Records, de Félix Butrón, grabó ‘Como un cañón’ y el clásico verbenero ‘Póngalo picotero’:

Las muchachas de ahora, cuando van a un baile, le piden al picotero, que les pongan sala, y todas la gozan, y todas la bailan…

Luego de su paso por la agrupación El Clan Antillano, con la que grabó y estuvo de gira en Centroamérica, publicó en 1979 en Felito Récords el que sería uno de sus más grandes éxitos: ‘El apagón’, chandé fandango de su inspiración vocalizado por el barranquillero Hernando Barboza, excantante de Los Hermanos Martelo:

El afrocombo tocando/ la parranda está muy buena/ y la gente está contenta/ porque está con esta orquesta/ que sabe animar la fiesta/ en medio de la parranda/ cuando la pista está llena/ y la gente contenta/ pero cómo son las cosas/ nunca faltan los problemas…

Otras de sus canciones de perenne recordación son ‘Recuerdos de cumbia’, ‘El enjabonao’, ‘Soy el que soy’, ‘Mira muñeco’, ‘El Afrocombo llegó’. Además de Jackie Carazo y Hernando Barboza, Pete Vicentini contó con los servicios como cantantes, de Freddy Cruz y Adalberto Escobar.

 

Así lo recuerdan

“Fue la primera referencia que tuve de la salsa en Barranquilla. Yo tenía 11 años cuando lo vi tocar por primera vez. Fue en el Club Barranquilla, en el centro de la ciudad. Jackie Carazo lo acompañó en el canto. Recuerdo que me impresionó su manera de tocar el piano. Con el tiempo aprecié su propuesta con El Afrocombo. Era un hombre decente, todo un caballero”.

Chelito De Castro, pianista.

“Era un hombre pulcro, estudioso y muy buena gente. La primera vez que escuché su nombre, Pete Vicentini, me sonó como si fuera del extranjero. Fue un pionero de la salsa en Barranquilla. Lo vi en su ensayo cuando me acercaba al piano, y me abrumó con su amabilidad, sin conocerme y siendo yo un pelao”.

Álvaro Cabarcas, ‘Pelusa’, pianista.

Era un virtuoso. Lo vi hacer algo inusual en un ensayo: con la mano derecha, en el teclado, sacó la melodía de las trompetas de la Sonora Matancera, y  con la izquierda manipulaba el piano. ¡Un fenómeno!”.

Hugo Molinares, pianista.

Fausto Pérez Villarreal

Barranquilla (1965). Comunicador Social-Periodista, profesor de la Universidad Sergio Arboleda sedes Barranquilla y Santa Marta. Dos veces ganador del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. En 2014 fue finalista del Premio Internacional de Puerto Rico, entregado en Madrid.