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Ofelia Rodríguez (1946 – 2023), plasmó en sus obras el imaginario Caribe. Foto: Instituto de visión.

Breve evocación del territorio mágico y personal de una de las artistas caribeñas más importantes de Colombia.

Coincidí con ella en algunos eventos familiares. Se destacaba su pelo negro azabache, sus labios rojos, los colores vibrantes de su ropa, su cuello largo y estilizado, adornado de un collar proveniente tal vez del Africa o algún lugar exótico. Siempre sofisticada y soltando en cualquier momento una alegre carcajada que resonaba en el lugar. No podías ignorarla. 

La carrera artística de esta barranquillera que nació en 1946 comenzó muy temprano cerca a Alejandro Obregón y pasó luego por la Universidad de los Andes, donde tuvo una estrecha amistad con Santiago Cárdenas. El destino la llevó a realizar una maestría en Bellas artes en la Universidad de Yale, donde fue la primera mujer extranjera aceptada en este programa. Allí conoce a su esposo, Rurik Ingram, con quién se va a vivir a París y luego a Londres.

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Paisaje con Chupos Volando, 1995.

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Paisaje con dos hemisferios flotando, 2006.

“La obra de Ofelia está más vigente que nunca a pesar de llevar más de una década fuera de la esfera del arte. La seriedad de su trabajo y su rigurosidad, hacen que su obra se destaque como una de las artistas caribeñas más importantes del país”, afirma Maria Eugenia Castro, directora del Museo de Arte Moderno de Barranquilla.

Fue claramente influenciada por el expresionismo abstracto de los años sesenta, plasmado en sus primeros collages y cajas, hasta la evolución hacia el lenguaje Pop, que descubre en Estados Unidos. Su obra evolucionó para crear su propio universo. 

El exuberante colorido de Ofelia nos remite de inmediato a estas latitudes y siempre está presente en su narrativa. En sus obras encontramos lagartijas, cuernos, caimanes, salamanquejas, al igual que látigos, chupos, fragmentos de publicidad de un periódico u objetos religiosos. Ofelia siempre encontró su inspiración en recuerdos y vivencias de esta tierra del realismo mágico. En su trabajo se destaca la necesidad de plasmar la cultura Caribe y asuntos de la identidad femenina, con cierto humor negro. En suma, es una arqueología profunda hasta las raíces que explora los mitos, historias y tradiciones de su región. 

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Una joven Ofelia Rodriguez posa frente a una de sus obras. Foto: Celeste Prize.

El exuberante colorido de Ofelia nos remite de inmediato a estas latitudes. En sus obras encontramos lagartijas, cuernos, caimanes, salamanquejas, al igual que látigos, chupos, fragmentos de publicidad de un periódico u objetos religiosos.

Para el artista Álvaro Barrios, la obra de Rodríguez tiene más conexiones con el surrealismo que con el Pop Art, y la vigencia de su obra se debe justamente a esta característica. Desde los títulos de sus obras hasta sus composiciones nos remiten a lo profundamente onírico, a lo mítico, o a realidades alternas y poéticas que ella exploraba.

Ofelia Rodríguez navegó dentro de esta identidad cultural sin caer en el cliché, o de pronto valiéndose de él para exagerarlo y lograr su cometido.  La distancia geográfica probablemente hacía que se aferrara más a su identidad tropical, lo que reflejaba en sus obras con absoluta estridencia. 

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Pie colgando de dos ángeles, 1997. 

En Barranquilla tuvo su primera exposición individual en la Galería Arteria, dirigida en ese momento por Virgilio Sierra, quien también fue su arquitecto. Sierra recuerda que cuando encontraron la casa ideal en Cartagena en donde ella instalaría su taller, se enteraron que allí había funcionado un burdel y en la parte posterior la morgue de la ciudad, a lo qué Ofelia exclamó:“¡Me encanta! Sexo y Muerte. Perfecto”. Luego pidió dejar en el comedor un espacio especial para su colección de más de 80 conchas marinas que había atesorado a lo largo de sus viajes por el mundo.

En los últimos años Ofelia estuvo en su casa de Cartagena viviendo en el universo de su mente y seguramente reconectando a través de los sentidos con su añorado Caribe. Cuando agravó su enfermedad y ella permaneció en Cartagena, Rurik viajaba desde los extremos del planeta a visitarla. 

A pesar de vivir toda su vida profesional en la fría Londres, siempre encontró el momento para venir a Colombia y recargarse en medio de su círculo entrañable. Hasta en el ultimo día de su despedida, Ofelia quiso retornar a su Barranquilla del alma.

Referencias

Birbrager-Rozencwaig, Francine. 2009. Ofelia Rodríguez. Art Nexus 71. Arte en Colombia 117. 

Gracias a los aportes de sus amigos Virgilio Sierra, Maria Eugenia Castro y Álvaro Barrios.  

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Beatriz Toro P.

Antropóloga de la Universidad de los Andes. Magíster en Desarrollo Social de la Universidad del Norte.

 

 

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