Imagen: Guillermo Solano
Ante la actual coyuntura del país, un llamado a serenar los ánimos y moderar la pugnacidad política.
La semana pasada asistí a una interesante conferencia del exministro Mauricio Cárdenas en la Universidad del Norte. Como siempre, un economista muy meticuloso que presenta datos estadísticos de fuentes respetables y actualizadas. Su discurso, sin embargo, también se suma al tono pesimista y dramático de quienes no le ven viabilidad al país pues a su parecer con el actual gobierno “Todo lo peor puede pasar con una Constituyente y reelección incluida”.
Aunque ya sabíamos de antemano que un gobierno de izquierda en Colombia no iba a ser “el nuevo mejor amigo” de los medios, los gremios económicos y la derecha, la realidad superó nuestros pronósticos. Uno no deja de sorprenderse con la feroz guerra que unos y otros lideran, hoy desde la radio, la prensa, la televisión, el Congreso, y las administraciones locales en contra de toda iniciativa del Ejecutivo.
Vamos por partes. Por supuesto que es un deber de los medios de comunicación investigar e informar sobre hechos de interés nacional como la corrupción, la violencia, el aumento de la criminalidad, temas económicos, políticos y del día a día. También es responsabilidad de los órganos de control investigar los delitos contra la administración pública. Pero otra cosa es cabalgar en una visión apocalíptica de la realidad cuyo discurso reiterativo es: “Nos vamos al abismo, no tenemos futuro, cada día nos va peor, vivimos bajo una dictadura comunista”. Si le parece que exagero examine la revista Semana (o lo que queda de ella), El Tiempo y prácticamente todos sus columnistas dominicales, escuche Blue Radio o la W, vea Caracol o RCN televisión para sólo citar algunos ejemplos de esta guerra sin tregua que nos coloca como un país inviable. Es tan desproporcionado este discurso que recientemente el columnista y analista Pedro Viveros sostenía en el programa de radio Voz Populi que Laura Sarabia debía “Explicar teóricamente” qué quiso decir con que los colombianos deberíamos “bajarnos del ring”. Solo le faltó añadir que también debía citar a todos los clásicos de la Ciencia Política para explicarse mejor.
Héctor Abad Faciolince llama a la calma, a serenar los ánimos pues, a su juicio, actualmente en Colombia: ‘No se razona, se exagera hasta el delirio y se dicen mentiras gigantescas’.
Al parecer, yo he vivido en Suiza o Dinamarca en estos últimos 20 años, ante otra realidad, pues el discurso reiterativo de la mayoría de los líderes de opinión, los gremios y la oposición es que “lo que está sucediendo hoy antes nunca pasaba”. El narcotráfico, la extorsión, la corrupción, la criminalidad, los asesinatos de las guerrillas, el desempleo, el asesinato a líderes sociales, los problemas de La Mojana y la pobreza han sido el pan de cada día en Colombia desde hace muchas décadas. Asimismo, los escándalos de la Yidispolítica, Carimagua, Agro Ingreso Seguro, las chuzadas del DAS, el Cártel de la Toga, Centros Poblados, Odebrecht, la “Ñenepolítica”, los sobrecostos en kits de alimentación del gobierno pasado y la accidentada reconstrucción de Providencia, no son hechos de ficción ni tampoco fruto de la imaginación de ningún novelista. Ya desde el gobierno de Julio César Turbay Ayala (cuestionado por diversos casos de violación a los Derechos Humanos), este nos hablaba de “Reducir la corrupción a sus justas proporciones”, no de acabarla.
Pareciera que estamos de nuevo, al igual que durante el gobierno de Juan Manuel Santos, ante el discurso del miedo y la “fracasomanía”. Recordemos que uno de los discursos dominantes de la época fue que un resultado favorable al plebiscito por la paz tendría como consecuencia que Santos le “entregaría el poder a la guerrilla, nos convertiríamos en Venezuela y en los colegios se impartiría la ideología de género”. Ante este panorama, Héctor Abad Faciolince llama a la calma, a serenar los ánimos pues, a su juicio, actualmente en Colombia: “No se razona, se exagera hasta el delirio y se dicen mentiras gigantescas” (“¿Por qué no se calman?”. El Espectador, mayo 12 de 2024).
Al parecer, transitamos por los tiempos de la Juristocracia, “un entramado perverso que menoscaba a la democracia y pretende acabar el equilibrio de poderes como ya ocurrió con Dilma Rousseff y Lula en Brasil, Manuel Zelaya en Honduras e intenta repetirse con Pedro Sánchez en España y Gustavo Petro en Colombia”, escribe Yesid Arteta en su columna del 9 de mayo de 2024 publicada en la revista digital Cambio.
Ante este adverso panorama, coincido con Eduardo Pizarro cuando sostiene que “la oposición debe abandonar la idea de que un fracaso del gobierno Petro los favorece, al abonarles el camino para ganar las elecciones de 2026. Una Colombia en crisis nos va a afectar a todos los colombianos sin distinción. De derecha y de izquierda, pobres y ricos” (Contexto, junio 29 de 2023)
Toca estar alerta, pues según los pronósticos más pesimistas, si nos descuidamos pronto ¡nos comerá el tigre!
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Roberto González Arana
Ph.D en Historia del Instituto de Historia Universal, Academia de Ciencias de Rusia. Profesor Titular del Departamento de Historia y Ciencias Sociales, Universidad del Norte.