Una de las noticias culturales más destacadas del momento es la versión cinematográfica del libro El olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince, llevada a la pantalla por el famoso director español Fernando Trueba.

Esta “novela testimonial”, como se califica a este género de novelas, ha sido desde su primera edición un éxito en ventas y en la crítica literaria. Ahora, a su paso por la pantalla, hay que anotar cómo en varias declaraciones el director Trueba se ha declarado conmovido por la historia de vida del padre del autor.

Narrar la vida se la disputan la Historia, la novela y las biografías. (Podríamos incluir las crónicas, las conversaciones de sobremesa ya perdidas, las baladas populares, o las viejas canciones vallenatas).

La Historia es respetada, la novela es joven y glamorosa —apenas está llegando al quinto siglo de su plena presencia— y la biografía es la menos aplaudida, aunque el lector encontrará escenas sorprendentes, como cuando Plutarco en sus Vidas paralelas menciona el brazo caído y arrastrado del cadáver de Julio César, llevado por esclavos en una litera. Un dato magistral, porque se está mencionando el brazo del hombre que, instantes antes, era el más poderoso del mundo occidental.

 

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‘A sangre fría’, de Truman Capote, referente universal de la literatura de no ficción.

Narrar la vida se la disputan la Historia, la novela y las biografías. (Podríamos incluir las crónicas, las conversaciones de sobremesa ya perdidas, las baladas populares, o las viejas canciones vallenatas).

Aclaro sin embargo que, en estas fechas, el testimonio, una de las fuentes de la Historia, concita en el lector promedio más interés que la novela tradicional.

Mi fuga hacia la libertad (2011), testimonio del soldado John Frank Pinchao que escapó de sus secuestradores de la guerrilla, y No hay silencio que no termine (2010), las memorias de Ingrid Betancourt, ambos libros éxitos en ventas, me los presentó un editor —a quien quería convencer de editar mi novela La mujer barbuda— como un modelo a seguir si quería vender. Aseveración que se cumplió totalmente cuando considero los treinta mil libros que vendió Pinchao y los quinientos que vendió mi novela. Como cosa curiosa el editor no citó El olvido que seremos de Abad Faciolince, que desde su primera edición en 2007 batía récord de ventas, además con una gran calidad literaria. Esta es una novela testimonial arquetípica pues tiene un carácter histórico y a la vez subjetivo. No me atrevería a catalogarla como pionera en el género entre nosotros pues en casi todos los escritos siempre hay un olvidado antecedente sobre el mismo tema.

Cuando se citan ejemplos de novela testimonial o de no ficción se menciona (los términos son intercambiables) A sangre fría (1966) del escritor norteamericano Truman Capote, un clamoroso éxito mundial. A esta novela no ficcional siguieron otras del mismo tenor como La canción del verdugo (1979) de Norman Mailer, otro gran éxito. Sin duda este estilo de novela se imponía a todo tipo de lectores.

Puedo ufanarme de haber leído Operación masacre (1957) del argentino Rodolfo Jorge Walsh, novela pionera de la no ficción en la literatura en español. La compré en los años ochenta en la librería del psicólogo argentino (ya fallecido) Eduardo Rois, una librería exquisita que se hundió por falta de compradores. Aquí a las librerías no les va del todo bien ni siquiera en los días sin IVA.

¿Y quién cultiva entre nosotros este género de novela? Los crímenes espeluznantes que se han dado en la ciudad están esperando quién los relate.

Se dice que en la actual novelística, entre los jóvenes escritores, se mezcla la novela tradicional y el discurso testimonial. Esperanzas que ojalá logren sobrepasar el tiempo de espera.

El tema daría para más pero no en el espacio de esta columna.

Ramón Illán Bacca

Escritor y profesor universitario nacido en Santa Marta. Es autor, entre otras, de las novelas Déborah Kruel, Maracas en la ópera, Disfrázate como quieras y los libros de cuentos Marihuana para Göering.