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Mompox fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1995, este es un reconocimiento a su legado cultural y su belleza arquitectónica.

En el corazón del Caribe colombiano se encuentra Mompox, un destino en el que se mezclan la historia, la naturaleza, el arte y la gastronomía para ofrecernos un viaje físico que eleva nuestra alma.

A las seis de la mañana, desde Barranquilla, empezó nuestro viaje a Mompox. Éramos diez personas, un grupo unido por la literatura que buscaba las páginas vivas de las historias que habíamos devorado. La carretera hacia Calamar, un corredor verde y exuberante, prometía un día lleno de descubrimientos.

Mientras avanzábamos, la presencia del río Magdalena capturó nuestra atención; al cruzar el puente Roncador, nos impactó la majestuosidad del río en todo su esplendor. Según cuentan, el nombre “Roncador”proviene de los sonidos que emitían los tigres, monos y jaguares que habitaban estas tierras. Este puente, que une el corregimiento de Yatí, en Magangué, con Bodega, corregimiento de Cicuco, no solo es el más grande de Colombia, también es uno de los más largos de América Latina. El Roncador es un vínculo crucial en la Ruta del Sol y ha sido fundamental para mejorar la conectividad de Mompox con el centro del país, por lo tanto para el desarrollo turístico y económico de la región.

Al llegar a la plaza de Santa Cruz de Mompox, con el sol a mis espaldas, sentí una ambiente sereno y melancólico, cargado de nostalgia y una sensación de abandono. Parecía que caminábamos dentro de una novela, como transportadas a las historias que compartimos en nuestro club de lectura.

Situada en una isla formada por los sedimentos del río Magdalena, Mompox fue fundada el 3 de mayo de 1537. Su ubicación estratégica la protegió de piratas y la conectó con Cartagena, convirtiéndola en un próspero centro comercial y un refugio para las opulentas residencias de los cartageneros. La ciudad respira la magia de personajes históricos y de ficción, como Simón Bolívar, y los creados por Gabriel García Márquez en El general en su laberinto y El amor en los tiempos del cólera. Orlando Fals Borda exploró la composición social diversa del pueblo, habitado por negros, indígenas, mestizos y colonos, en su libro Historia doble de la costa: Mompox y Loba. Candelario Obeso, el primer poeta afrocolombiano publicado, recreó en su obra Cantos populares de mi tierra la oralidad de “los bogas”, los afrodescendientes que subían y bajaban personas y mercancías en embarcaciones en el río. La tumba del poeta es una de las más llamativas del Cementerio de Mompox. 

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La arquitectura colonial de Mompox se respira en cada rincón y plantea un viaje al pasado en esta población de nuestro Caribe colombiano. Foto: Cristina Said.

Llegamos al pueblo a mediodía, con un sol pleno que junto al hambre nos invitaban a buscar alguna delicia local. Motivadas por explorar los sabores del lugar, almorzamos en el ‘Comedor Costeño’, a orillas del río. Disfrutamos de platos típicos al aire libre: mojarra, bagre, bocachico, pato guisado, arroz con coco, patacón y jugo de corozo. Los sabores autóctonos de Mompox nos confirmaron el acierto de emprender este viaje.

El calor sofocante nos obligaba a movernos de manera pausada, no solo era un elemento del ambiente, también un personaje importante en nuestro recorrido, marcaba el ritmo del viaje. Decidimos refugiarnos en el hotel, una casona colonial con un gran patio interior, allí pudimos descansar, recargar energías para continuar nuestro recorrido turístico guiado: una manera de conocer la magia del lugar sin descuidar las zonas emblemáticas. 

En la tarde caminamos por la Calle de la Albarrada, un malecón bien cuidado. Adornan la zona los tentadores cafés al aire libre y las casas coloniales con ventanales abiertos, es difícil resistirse a la curiosidad de mirar dentro de estas, de ser testigo de las historias secretas del legendario pueblo. 

Llegamos a la casa de María Ignacia Trespalacios, la Marquesa de Santa Coa, aquí el pasado está vivo. Me llamaron la atención los jardines interiores y los aljibes llenos de anécdotas como de Las mil y una noches. Los pisos de baldosa roja, bien conservados, y los techos de boñiga, me transportaron a otras épocas; sentí allí una nostalgia extraña, pero también un encantamiento. Y es que el tiempo, tal vez, no es tan lineal como creemos; en lugares como este, de arquitecturas antiguas, la historia y el presente confluyen. 

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La notable influencia española de las calles y fachadas de las casas se hace evidente a medida que se recorre Mompox. Foto: Mompoxcolombia.blogspot

Mientras recorríamos la casa, nuestro guía turístico nos contó la historia económica del Caribe colonial. Describió cómo los marqueses-comerciantes de Mompox establecieron redes mercantiles a lo largo del río Magdalena y así desarrollaron un próspero eje económico en la región. También comprendimos la importancia histórica de la casa y de la familia dueña en la sociedad local.

Al salir de la acogedora casa, cruzamos la calle y descendimos por unas escaleras hacia el río, allí nos embarcamos en un ferry para recorrer el brazo del Magdalena. A bordo, nos acomodamos en hamacas y nos mecimos suavemente al ritmo de ‘Te Busco’, el hermoso bolero en la voz de Celia Cruz. El sol se ocultaba en el horizonte; el escenario se llenó con el canto de aves diversas. Ese atardecer en Mompox, más que un bello ocaso, fue un recordatorio de lo efímero de la existencia y de que hay que aprovechar cada minuto. La experiencia sensorial en ese ambiente quedará grabada en la memoria del grupo viajero. 

Al día siguiente, junto a nuestro guía, decidimos recorrer Mompox en moto-taxis. Esta manera de desplazarse permite una mejor apreciación del entorno y hace más soportable el calor intenso. El primer destino fue el cementerio de la ciudad, un lugar lleno de relatos y leyendas que parecen contadas en susurros desde cada tumba antigua.

Después de la tranquilidad del cementerio volvimos al bullicio, debíamos continuar con el recorrido gastronómico. Buscamos el famoso queso de capas momposino, lo comimos acompañado de casabe y torta de harina de yuca asada. Probamos vinos locales hechos con frutas como el corozo, el tamarindo y la palma. Las empanaditas de bagre, el arroz con chorizo local y las butifarras momposinas, distintas a las del Atlántico, no podían faltar. Estos manjares son el resultado de la mezcla de las culturas indígena, española y africana; una muestra de la etnia “cósmica” colombiana. A riesgo de causar la envidia de los lectores, tengo que nombrar el postre de limón, muy elaborado, con el que culminamos el banquete. 

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Cada Semana Santa, Mompox bulle con las celebraciones religiosas dejando claro la fuerza de la tradición en este municipio de 50.000 habitantes. Foto: Radio Nacional de Colombia.

Buscamos el famoso queso de capas momposino, lo comimos acompañado de casabe y torta de harina de yuca asada. Probamos vinos locales hechos con frutas como el corozo, el tamarindo y la palma.

Al caer la tarde visitamos los talleres de joyería de filigrana. Mompox, durante el periodo colonial español, fue influenciado culturalmente por los andaluces que trajeron la tradición árabe de la filigrana. Este arte meticuloso, que involucra la manipulación de hilos muy finos de oro y plata para crear delicados diseños, encontró en Mompox un lugar propicio para su desarrollo debido a la abundancia de los metales en la zona. La filigrana se convirtió en una de las especialidades más reconocidas del municipio, es parte fundamental de su identidad cultural y artística. 

El recorrido por Mompox, por su historia y sus lugares encantadores consolidaron la camaradería del grupo viajero. Al despedirnos nos llevamos recuerdos entrañables; las anécdotas personales enriquecieron lo que aprendimos en el paseo guiado. La historia de Mompox también representa nuestra historia como colombianos, como latinoamericanos, como habitantes de un continente mestizo y diverso. Muchas veces nos desvivimos por viajar al exterior, pero en nuestro país también encontramos tesoros, lugares bellos y cercanos que nos enamoran más de la sufrida, pero mágica Colombia. 

Mompox para los sentidos

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Visitar Mompox es una experiencia única y en esta ocasión tuvimos la fortuna de recorrer esta villa de la mano de guía turístico Ángel López García, quien ofrece una experiencia de tres días con recorrido por el río, una exploración cultural y ecológica, una apreciación de la artesanía local y un tour gastronómico. 

El recorrido fluvial consta de un tour de dos horas por el brazo de Mompox a bordo de la embarcación “Valerosa Tours”. Desde allí se aprecia el paisaje general del municipio. Otra opción es un viaje en canoa por el río Magdalena, que consta de una observación del atardecer y la ciudad 

El segundo día el tour nos guía por el centro histórico, se visitan los sitios emblemáticos de Mompox, y se concluye la jornada al atardecer con un recorrido ecológico por la Ciénaga de Pijiño que incluye avistamiento de aves y flora y fauna típica.

El disfrute gastronómico y la apreciación de las artesanías locales llega el tercer día con la visita a una fábrica de queso de capa momposino y la degustación de vinos de corozo y otros sabores. Igualmente una visita a un Taller de Filigrana Momposina para aprender sobre la elaboración de estas joyas. 

Vale la pena anotar que Mompox será la ciudad invitada durante el próximo Sabor Barranquilla, que se realizará del 22 al 24 de agosto.

Restaurantes recomendados: Comedor Costeño, Ambrosía, El Fuerte.

Alojamientos recomendados: Hostal Doña Manuela, Hotel Bioma, Hotel San Rafael, Hotel Jardines Evans, Hotel Archangelus, Hotel Kimbay, Hotel La Momposina.

info@angeltours.com.co

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Cristina Said

Periodista, especialista en Desarrollo Organizacional y Procesos Humanos de la Universidad del Norte.

 

 

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