Margarita Garcia

Foto: Hunters Race. Unsplash.

A pesar de que el voto del Caribe colombiano fue clave para asegurar la victoria del Gobierno actual, hoy la región tiene poca o casi nula representatividad en el sector público –y privado– a nivel nacional.

En el sector público y en la orientación a largo plazo del Estado, sistemas de enorme complejidad y de máximo impacto sobre las vidas de millones de personas, las consideraciones meritocráticas empleadas en la formación de equipos ejecutores se realizan por consideraciones políticas. En los gabinetes ministeriales se acepta, por ejemplo, que el equipo sea paritario y que se dé cabida a minorías definidas institucionalmente sin renunciar a las calificaciones técnicas necesarias para el ejercicio del cargo. También se toman en cuenta representaciones de grupos políticos y el peso específico de votaciones regionales, pues las coaliciones son indispensables para garantizar la gobernabilidad.

¿Puede observarse alguna lógica particular en la conformación del equipo ejecutivo del presidente Gustavo Petro más allá de las capacidades técnicas individuales?

Un vistazo desde la Costa Caribe indica que en nuestra región los votantes se inclinaron por el actual presidente. Si se comparan los porcentajes entre el candidato triunfador, Gustavo Petro, y el derrotado, Rodolfo Hernández, se observa lo siguiente: Atlántico, 67.06 % Vs. 31.35 %; Bolívar, 60.88 % Vs. 37.28 %; Cesar, 53 % Vs. 45.51 %; Córdoba, 61.08 % Vs. 37. 31 %; La Guajira, 64.56 % Vs, 33.73 %; Magdalena, 60.22 % Vs. 38.13 %; Sucre, 64.07 % Vs. 34.34 %. El presidente Petro arrasó en la Costa Caribe.

Habrá quien afirme que los más de dos millones y medio de votos costeños le dieron la presidencia al entonces candidato. Los bogotanos dirán que su poco más de dos millones doscientos mil votos fueron determinantes. Algunos analistas dirán que fueron los votos atraídos por la poderosa figura de Francia Márquez los que inclinaron la balanza hacia el triunfador.

¿Es deseable considerar el peso específico de la votación regional al conformar el equipo que ejecutará las políticas del Poder Ejecutivo del Estado? Sea cual sea la respuesta a esa pregunta teórica es claro que la lógica usada por el actual presidente es ajena a consideraciones regionales.

De los 19 ejecutivos (ministros y director de planeación) designados por el presidente Gustavo Petro hasta el 14 de agosto de 2022 solo dos son originarios de la Costa Caribe.

Para el período legislativo 2022-2026, de los 108 senadores que conforman el Poder Legislativo, solo 20 de ellos proceden de la Costa Caribe.

Si la gabineto-lógica no toma en consideración el volumen de las votaciones regionales la conclusión inmediata es apabullante: para el actual gobierno los nacidos y educados en la Costa Caribe carecen de las competencias requeridas para ser parte de su equipo ejecutor. Tal vez sea así. O tal vez todo sea un simple asunto de representación política y en tal caso la conclusión es también apabullante: los Partidos, los Movimiento y las Casas Electoreras de la Costa Caribe carecen de poder político.

Hay más.

Para el período legislativo 2022-2026, de los 108 senadores que conforman el Poder Legislativo, solo 20 de ellos proceden de la Costa Caribe y los presidentes de las dos cámaras son bogotanos. El Poder Judicial tampoco abunda en caribes. Hay dos notables excepciones: el presidente de la Corte Suprema de Justicia es valduparense y la Procuraduría General de la Nación está en cabeza de una barranquillera. En la Corte Constitucional, el Consejo de Estado, la JEP, el CNE y la Fiscalía los caribes no lideran.

En la registraduría tampoco.

La meritocracia en el manejo de las grandes empresas del estado repite esa ausencia. En la presidencia de Nueva EPS, en la presidencia de la Junta Directiva de Ecopetrol, en la presidencia ejecutiva de Ecopetrol y en la presidencia de EPM-Medellín –las empresas estatales más grandes de Colombia–, no hay lugar para caribes.

La meritocracia en el sector privado es darwiniana. Hay en Colombia empresas de variados tamaños, algunas pocas sobresalen, muchas sobreviven y otras desaparecen en un marco competitivo donde el rol de la selección natural lo juega el mercado. Las cinco empresas privadas más grandes de Colombia son Claro (Comcel-Telmex), Terpel (Copec Chile), Éxito (Grupo Casino, GEA, Otros), Alkosto (Grupo Corbeta. Antioquia) y D1 (Valorem). Sus liderazgos siguen lógicas ajenas a asuntos regionales y no parece haber espacio allí para dirigentes caribes.

Respecto al cuarto poder es incuestionable la preeminencia nacional de medios ajenos al Caribe colombiano: El Tiempo, Caracol TV, Caracol, RCN, Semana, El Espectador. Solo asoman a lo lejos las orejas de El Heraldo.

Las conclusiones son simples. En la Costa Caribe, antaño, muchos ciudadanos eran conducidos a los puestos de votación para intercambiar su voto por un proverbial plato de lentejas. Ahora, según muestran las cifras esbozadas más arriba, los caribes acuden en masa a ejercer el sagrado derecho de lo que se conoce como “voto de opinión”. Pero ni eso, ni sus competencias académicas, parecen cualificarlos para acceder a los altos cargos tanto de los poderes públicos como de las grandes empresas del sector privado.

El peso específico de los caribes en el concierto nacional es hoy casi testimonial: son los nuevos “nadies”.

julio-martín
Eduardo de la Hoz

Ingeniero y animador de lectura.

 

 

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