Portada de la edición japonesa de “Cien años de soledad”, publicada por la editorial Shinchōsha.
Una nueva edición de Cien años de Soledad publicada por una editorial japonesa, va camino a convertirse en Best Seller en el país nipón.
Gabriel García Márquez vuelve a ser noticia a una década de su muerte. Esta vez la historia parece sacada de alguna de sus invenciones, realismo mágico en toda su esencia: en ocho semanas se han vendido 290.000 ejemplares de una nueva edición de Cien años de soledad en Japón. Se necesitó medio siglo para que la mejor de sus novelas se convirtiera en un éxito de superventas en la tierra del sol naciente.
Pero viajemos en el tiempo. En marzo de 1952, en un texto titulado Autocrítica y publicado en El Heraldo de Barranquilla, García Márquez le había revelado a su primo Gonzalo González, GOG, que estaba trabajando en un novelón de setecientas páginas que pensaba terminar en dos años y que se llamaría La casa. El mamotreto le acompañó en todas las travesías de aquella época: Cartagena, Barranquilla, La Provincia de Valledupar, Bogotá, Europa, Caracas… pero no fue sino hasta mayo de 1967 cuando el novelón vio la luz bajo el nombre de Cien años de soledad.
La historia de Macondo y los Buendía fue un éxito rotundo, un fenómeno editorial y pronto se convirtió en el símbolo del realismo mágico. En aquellos días, cuando el mundo era tan nuevo que muchas cosas carecían de nombre y había que señalarlas con el dedo, el libro se vendía –y sigue vendiéndose- como salchichas. Se habla de 50 millones de ejemplares vendidos en total. Gabo intuyó el éxito una ocasión en que vio a una mujer que llevaba un ejemplar en la bolsa de los víveres.
Las traducciones no se hicieron esperar, 46 lenguas en total: alemán, esperanto, esloveno, eslovaco, catalán, francés, inglés, árabe, vietnamita, chino, japonés, serbio-croata, ucraniano, húngaro, griego, finés, persa, albanés, armenio, checo, italiano, islandés, letón, lituano, malayalam, polaco, portugués, sueco, turco, rumano, montenegrino e incluso wayuunaiki, la lengua de los indígenas asentados en la Alta Guajira colombiana.
La primera edición japonesa de Cien años de soledad se realizó en 1972, bajo la dirección del traductor Tadashi Tsuzumi para la editorial Shinchōsha Publishing Co., y alcanzó un récord de 300.000 copias vendidos hasta 1974. Hasta ese momento, García Márquez no era un escritor de superventas en Japón, aunque era leído; por ejemplo, Kezanburo Oé, escritor nipón y Premio Nobel 1994, reconoció cierta influencia por parte del colombiano.
A la fecha, “Cien años de soledad” ha vendido al menos 50 millones de copias y ha sido traducida a 46 idiomas.
Pero la historia cambió en junio de este año, cuando esa misma editorial, ahora especializada en manga y patrocinadores del Premio de Novela Fantástica de Japón –ha publicado además a escritores como Haruki Murakami–, lanzó una nueva versión de bolsillo de Cien años de soledad que está arrasando en ventas. No se sabe, a ciencia cierta, las razones de este milagro, pero los expertos apuntan tres aspectos: el valor económico del libro que ronda los 1.375 yenes (más o menos 8.50 dólares); la expectativa del próximo estreno de la serie de Netflix, basada en la emblemática novela de García Márquez, que ha aumentado el interés de los lectores; y, por último, la edición cuidada que se ofrece al público, que incluye una guía de lectura y una portada llamativa, imponente, poderosa; una obra de arte creada por Ryuto Miyake, un reconocido ilustrador y diseñador gráfico japonés, que combina lo tradicional y lo contemporáneo, y que había trabajado en campañas publicitarias para Gucci y Apple.
La portada creada por Miyake nos recuerda al mítico juego de azar conocido como macondo, muy popular en las antiguas fiestas de los pueblos del Caribe. Era una especie de trompo que llevaba grabadas seis figuras que se repetían en un tapete sobre el cual los jugadores apostaban. Una de las figuras era un árbol macondo, que daba nombre al juego. Este juego fue la inspiración de la portada que Vicente Rojo dibujó para la primera edición pero que, por algunos contratiempos, fue reemplazada por el famoso galeón con tres flores amarillas que diseñó Iris Pagano. El primer tiraje de Cien años de soledad se agotó en la primera semana, así que la segunda tirada apareció con la portada de Vicente Rojo.
La portada creada por Miyake nos recuerda al mítico juego de azar conocido como macondo, muy popular en las antiguas fiestas de los pueblos del Caribe.
Miyake juega con los elementos narrativos de la novela, así, encontramos al Coronel Aureliano Buendía al centro rodeado por Jose Arcadio y Ursula, Melquíades y algunos de sus inventos, la casa donde transcurre parte de la historia, el banano que evoca la bonanza de la United Fruit Company y la masacre de las bananeras, un gallo que además nos recuerda a El coronel no tiene quien le escriba, una mariposa amarilla (que no podía faltar) y una hormiga como símbolo del fin.
“Además de ofrecerlo en un formato económico para los lectores que verán la serie de Netflix, queríamos aprovechar el décimo aniversario de la muerte de Gabo para reintroducir su literatura”, le dijo al diario El País de España Ryo Kikuchi, encargado de promocionar la nueva edición de la novela.
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Carlos Luis Liñán-Pitre
Valledupar (1983). Abogado y filósofo con Maestría en Estudios Americanos de la Universidad de Sevilla, profesor de la UDES, Campus Valledupar. Premio «Galo Bravo Picazza» como columnista del año 2023, entregado por el Círculo de Periodistas del César y Sur de La Guajira.