Marcelo Bergman, doctor en Sociología y experto en seguridad. Foto: La Diaria.
Marcelo Bergman: “Veo imposible que medidas parecidas a las de Bukele puedan aplicarse en países como Colombia”
“Si Colombia no reduce la impunidad muy difícilmente podrá disminuir los homicidios”, afirma el experto en seguridad de la Universidad de California en entrevista con Contexto.
Marcelo Bergman (Buenos Aires, 1958) es doctor en sociología por la University of California en San Diego. Se desempeña como profesor y director del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, en Argentina. Su actividad académica lo ha llevado a ser profesor e investigador en el Centro de Investigación y Docencia Económica de México y en el departamento de Sociología de la University of Oregon, y ha participado en diversos proyectos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Woodrow Wilson Center en Washington.
Bergman es autor, entre otros, de los libros Tax Evasion and the Rule of Law in Latin America. The Political Culture of Cheating and Compliance in Argentina and Chile (2009), y Prisons and Crime in Latin America (junto Gustavo Fondevila, 2021). El Fondo de Cultura Económica ha publicado recientemente los libros Drogas, narcotráfico y poder en América Latina (2016) y El negocio del crimen: el crecimiento del delito, los mercados ilegales y la violencia en América Latina.
Contexto conversó con el académico argentino sobre la alta criminalidad en Latinoamérica, el fenómeno de la impunidad en países como Colombia y las posibles soluciones a este flagelo.
Contexto: En su libro El negocio del crimen (Fondo de Cultura Economica, 2023) aporta evidencia contundente sobre lo que es hoy el principal problema de la región. ¿Por qué ha crecido el delito en todos nuestros países?
Marcelo Bergman: La respuesta no es simple, hay un conjunto de variables. Como lo argumento en el libro, el delito ha crecido porque se han presentado oportunidades de negocios que le dieron trabajo e ingresos no solo a una cúpula de grandes traficantes, sino también a millones de personas en la región. Esos negocios son los que provienen de la ilegalidad y eso se debió a que ha habido tanto desde el exterior, desde sociedades externas a América Latina, como desde las sociedades de América Latina, un apetito por productos ilícitos o de procedencia ilícita. Bueno, el más claro fue las drogas, pero también una serie de negocios que van desde la minería ilegal hasta los repuestos de automotores, teléfonos celulares, mascotas, robo de gasolina. Son todos productos que tienen una demanda determinada y que permitieron que se desarrollen mercados ilegales.
Ahora bien, ¿por qué se desarrollaron esos mercados ilegales? En algunos casos porque el producto es ilegal, como en el caso de las drogas en la mayoría de los países de la región, pero otros que son perfectamente legales provienen de robos porque tienen una alta demanda interna, por ejemplo los teléfonos móviles o los repuestos de automotores. En fin, hay una enorme cantidad de productos de procedencia ilícita que han tenido una altísima demanda. Estos mercados se desarrollan a la luz y a los ojos de las autoridades, que ya sea por connivencia o por incapacidad no lograron disuadir a los actores y no neutralizaron estos mercados ilegales de forma eficiente, y por lo tanto estos mercados siguen creciendo y prosperando. Esto es lo que explica en gran parte el crecimiento del delito en la región.
C.: No parece que haya causalidad entre la pobreza y la desigualdad, y la violencia y el crimen. Parece más bien que el crimen se ha vuelto un gran negocio. ¿Es así?
M.B.: Efectivamente, el crimen se ha vuelto un gran negocio y no son los crecientes niveles de pobreza o de desigualdad en la región los que han provocado mayor violencia y crimen. De hecho, en el libro se muestra con bastante evidencia que los indicadores como crecimiento económico, pobreza, desempleo, no están correlacionados con el crecimiento del delito. Esos indicadores mejoraron y sin embargo tenemos más delincuencia. Lo que sostengo como hipótesis es que en algunos casos este crecimiento económico no fue un crecimiento espectacular, pero todos los países de la región tuvieron algún crecimiento, esto ha provocado una mayor disponibilidad de recursos que se volcaron precisamente a las adquisiciones, en parte, en los mercados ilegales. Por lo tanto, no es la pobreza ni los términos de empleo los que explican el crecimiento del delito, porque los datos no lo corroboran. Los indicadores tradicionales que explican el crecimiento del delito no se encuentran en América Latina porque el fenómeno delictivo nuestro tiene características propias.
Usted dice con datos que no todos los mercados ilícitos son violentos. En efecto, en todas las ciudades del mundo hay venta de drogas ilegales, pero la diferencia entre las tasas de homicidios pueden ser muy grandes. ¿Cómo se explica esto?
El segundo factor para el crecimiento del delito tiene que ver con la capacidad del Estado para disuadir a los delincuentes. Esto explica en gran parte la diferencia entre, por ejemplo, Europa Occidental, donde se consumen tanto o más drogas que en América Latina y lo que ocurre en nuestros países. En Europa toleran la existencia de mercados ilegales de droga, las combaten un poco, pero toleran el consumo y toleran los mercados a cambio de no violencia, o sea, todo actor que comercia con drogas en Europa sabe que es muy peligroso el sicariato, cerrar cuentas con homicidios, etcétera. Está permitido, no abiertamente, por supuesto, pero está permitido el comercio ilegal de drogas o de otros productos, pero la violencia debe ser extremadamente contenida por parte de estos actores, sino la policía les cae con mucho poder.
Otro factor importante tiene que ver con los niveles de impunidad. Cuando los casos de ruptura de la ley o de violación de la ley son pocos, las autoridades tienen mucha más capacidad de perseguir esos casos y surge un efecto de retroalimentación positiva, porque cuando los pocos casos son resueltos se proyecta una imagen a las personas que pudieran intentar violar las leyes de que las consecuencias pueden ser muy nocivas para ellos. Un ejemplo muy concreto… si un vendedor de drogas sabe que la probabilidad de que lo agarren es muy alta va a pensar dos veces si va o no a vender la droga, y especialmente si va a utilizar violencia física eliminando competidores, porque ahí como los casos no son muchos los policías y los jueces tienen alta capacidad de coacción y por lo tanto se forma un círculo virtuoso.
La mayoría de países de la región hicieron modificaciones a su sistema de justicia penal, invirtieron muchos recursos y tiempo en este proceso, sin embargo los crímenes han aumentado. ¿Han sido estas reformas un fracaso?
No creo que hayan sido un fracaso, todavía no tenemos un diseño de investigación que nos permita decir eficazmente si las reformas procesal penal que se hicieron en casi todos los países de la región han provocado más o menos delitos. Estas reformas arrancan a fines de los 90 y desde el principio de este siglo han sido muy importantes para conseguir algo que no es trivial en nuestras democracias débiles, pues venimos de países con guerras civiles y regímenes autoritarios, esto es la promoción de las garantías procesales de las personas. Se redujeron las arbitrariedades de policías, jueces y fiscales; se ha promovido la transparencia. Esto no tiene mucho que ver con el delito en sí, pero no es trivial y es un éxito rotundo de las reformas procesal penal.
¿Qué pasa con la policía en nuestros países, que no ha logrado mejorar la seguridad de los ciudadanos?
No soy un experto en policías, sin embargo, lo que yo he aprendido y lo que he consultado, y he visto y he trabajado a lo largo de todos estos años, es que se ha invertido mucho en policías, en equipamiento en patrulleros, en cámaras, en entrenamiento, se han mejorado las capacidades de reclutamiento, se trabajó en la profesión policial. Colombia tiene, tal vez, la mejor policía de toda la región, o claramente está entre las mejores, y, sin embargo, no logran reducir el delito de manera significativa.
Creo que hay varios problemas que están ahí irresueltos y que para mí son clave, cuando uno ve las experiencias en el mundo en reducción del delito, que en Latinoamérica no se han dado, está el tema de la información, no la información para escribir papers o para que nosotros la población sepamos cuántos delitos hay. Lo importante es tener información eficaz para poder resolver temas de delitos, o sea, información para la gestión de la seguridad. En Estados Unidos o en Europa occidental, la policía y otras agencias recolectan información eficaz en tiempo real y eso permite el despliegue de acciones. Si eso está sistematizado, si se invierte en eso, hay posibilidades efectivas de reducir el delito, las experiencias lo muestran. En resumen, las policías no han logrado mejorar la seguridad aparentemente, pero no sabemos lo suficiente, tal vez han hecho que la cosa no esté peor.
En Colombia la condena por homicidio no llega al 15 %, un guarismo escandaloso, pero nuestros líderes políticos no se juegan a fondo en el asunto y no parecen haber planes plausibles con metas concretas y ambiciosas para mejorar. La impunidad es un aliciente para el delito. ¿Qué hacer para que los dirigentes se tomen en serio un tema tan crítico?
El problema de la impunidad es un problema muy serio que tiene que ver con lo que yo llamo el entorno de alta criminalidad, o sea, cuando ya hay miles de homicidios el sistema de justicia penal no puede resolver la cantidad de casos que se presentan, por lo tanto los pocos casos que se resuelven, generan, como explicaba anteriormente, un efecto de imitación o contagio. Qué quiere decir esto, qué cuando la impunidad es alta las personas que pudieran llegar involucrarse en un delito, si ven a un sicario o a un criminal que mató y no le pasó nada, van a pensar… bueno, la posibilidad de que yo mate no me va a ocasionar ningún problema. Eso lleva a que los homicidios sean altos y se perpetúe este círculo vicioso… más homicidios, menos capacidad de resolución, por lo tanto más incentivos para que la gente se involucre en el delito. Es un círculo vicioso muy difícil de romper. Es una trampa de la que es muy difícil salir.
La historia de El Salvador no ha terminado. Veo prácticamente imposible que medidas parecidas las de Bukele puedan aplicarse en países grandes de la región. Bukele encarceló en poco tiempo a 70.000 personas. Casi una cuarta parte de los jóvenes de un país con poco más de seis millones de habitantes están tras las rejas.
Parece que el aumento de los delitos en nuestros países se ha dado indistintamente en gobiernos de izquierda y derecha. Muchos votantes, sin embargo, buscan en la derecha radical soluciones a su seguridad, al punto de estar dispuestos a sacrificar libertades. ¿Veremos más casos como el de El Salvador en otros países?
El tema del temor al delito no está correlacionado con los hechos delictivos propiamente dichos. Si uno compara los niveles de temor al delito entre las ciudades de Santiago de Chile y Río de Janeiro son similares, sin embargo la probabilidad de ser víctima de un delito en Río de Janeiro es diez veces superior a la probabilidad de ser víctima en Santiago de Chile. Una vez que las tasas de delitos son muy altas, la gente tiene una disposición a aceptar medidas que violan las reglas del debido proceso para resolver el problema de fondo que es el problema de la inseguridad, esto lo hemos visto en muchas ocasiones. Eso ha llevado al éxito de Bukele, que a través de una reducción significativa del delito gana un apoyo y no importa que aproximadamente 10.000 personas inocentes estén tras las rejas.
La historia de El Salvador no ha terminado. Veo prácticamente imposible que medidas parecidas las de Bukele puedan aplicarse en países grandes de la región como Colombia, Argentina, Chile, Brasil o Mexico. Bukele encarceló en poco tiempo a 70.000 personas. Casi una cuarta parte de los jóvenes de un país con poco más de seis millones de habitantes están tras las rejas. Pensar que Colombia pueda encarcelar en dos o tres semanas al 2 % de su varones, 800.000 personas, es imposible, no tendría dónde meterlas, y Argentina lo mismo. Además son países con mayor tradición del debido proceso. La solución de Bukele para países medianos o grandes de la región yo no la veo viable para nada. El gran “éxito” de Bukele no es que encarceló a 70.000 personas, es que lo hizo en dos o tres semanas.
La población carcelaria ha crecido en la región, pero el delito aumenta. ¿Será tiempo de cambiar el enfoque?
Mi colega Gustavo Fondevila y yo escribimos un libro que aún no está traducido, salió por Cambridge University Press hace dos años, se llama Prisons and Crime in Latin America. En ese libro sostenemos que la cárcel ha fracasado. Si el intento de la cárcel fue reducir el delito o contenerlo a través de distintas medidas, no ha logrado el objetivo. Hay más personas presas y más delitos, eso está claro en el libro.
Respecto a si sería tiempo de cambiar el enfoque, yo creo que definitivamente sí. Las cárceles funcionan cuando son pocas las personas que son encarceladas, o cuando las cantidades son exorbitantes, como, por ejemplo, ahora en El Salvador. En la mayoría de los casos muchos presos no sirven para reducir el delito porque en la mayoría de los países de América Latina la gente es encarcelada porque trabaja en estas economías ilícitas. En el momento en que una persona es encarcelada, viene otro y toma su lugar porque la economía ilegal continúa, sigue la oportunidad de ganar dinero en esos mercados ilícitos. Por lo tanto, crecen las poblaciones carcelarias y el negocio del crimen continúa. Hay que cambiar el enfoque, hay que repensar si toda violación de la ley que no genera violencia debe llevar a gente a la cárcel. Es también necesario trabajar en un enfoque multiagencial distinto que apunte también a la prevención del delito, algo que no se hace en la región; prevenir la reincidencia para que la persona que sale de la cárcel no se vuelva a vincular con el delito, eso me parece muy importante y no se hace absolutamente nada. Se gastan fortunas en tener personas encarceladas y no se gasta ni un centavo en tratar de proveer de trabajo y un ambiente de reinserción social adecuado al que sale de la cárcel.
Portada del más reciente libro de Bergman, publicado por el Fondo de Cultura Económica.
Supongamos que el Presidente de Colombia le pregunta sobre tres acciones inaplazables que debería tomar para reducir los homicidios. ¿Usted qué le diría?
No creo que con tres medidas simples se resuelvan, ni en Colombia ni en ningún otro lugar, el tema de los homicidios cuando llegan a una escala como la que tiene Colombia hoy en día. Sin embargo, por supuesto que hay que hacer mucho. Lo que yo diría es que debemos trabajar en tres cursos de acción. El primero tiene que ver con lo que hablamos anteriormente, reducir la impunidad. Con tasas de impunidad de 80 % a 85 % va a ser muy difícil reducir los homicidios. Las autoridades se tienen que enfocar en la detección y persecución de los casos de homicidios, ser intolerantes con el homicidio. Las autoridades policiales y ministeriales tienen que hacer seguimiento de cada caso, poner muchísima energía en descubrir, en detectar a las personas que cometieron el homicidio. Llegar a niveles del 60 % o 70 % de detección y castigo sería magnífico.
El segundo curso de acción es la reducción de las oportunidades delictivas. Creo que hay que enfocarse en las pequeñas bandas, no en las grandes, también en estas, por supuesto, pero la evidencia nos dice que la mayoría de los homicidios son resultado de la proliferación de pequeños grupos que resuelven conflictos a través de homicidios o de violencia extrema en disputas territoriales o de pequeños negocios. El problema fundamental son los pequeños negocios, las pequeñas bandas que están medianamente articuladas con las grandes, pero no necesariamente todo el tiempo. Algunas veces estas bandas colaboran, a veces las grandes bandas contratan a una pequeña banda para que haga cierto tipo de trabajo por un tiempo y después cada una sigue su camino. La evidencia nos dice que lo que produce alta criminalidad es precisamente la proliferación de pequeñas bandas, entonces hay que conocer el modus operandi de bandas de dos, tres, cinco o diez personas que salen a robar, que se dedican algún tipo de negocio ilícito. Lo que es muy difícil, muchas veces, es someter a cincuenta, ochenta o cien pequeñas bandas cada una dedicada a distintos tipos de delito como el secuestro, la extorsión, el robo de gasolina, la minería ilegal. Como medida efectiva también hay que tratar de reducir las armas de fuego, eso es fundamental.
El tercer curso de acción que hay que tomar, es apostar a la prevención del delito. Cuando hablo de prevención estoy hablando de un esfuerzo muy grande, se necesita mucha asistencia social, psicólogos médicos, lo que se conoce por prevención terciaria. La prevención es el trabajo sobre las personas que ya tienen alguna incidencia o que pueden ser proclives a la actividad delictiva, esto requiere esfuerzo, personal y mucho despliegue territorial. Aquellas personas que a temprana edad, de adolescentes, estuvieron en conflicto con la ley, entran en los sistemas de reclusión para adolescentes y luego salen y son desatendidos. Bueno, no se puede dejar este tema desatendido. A aquellas personas que maltrataron, violaron o intentaron violar o produjeron niveles de violencia, no se les puede dejar así no más, hay que tratarlas con enfoque preventivo y terapéutico. No se puede abandonar a la persona que salió de la cárcel. Todos estos pequeños grupos son altos generadores de criminalidad, hay que apostar a tratarlos, es caro, es complicado, los resultados no son inmediatos, pero hay que generar unos sistemas que lleguen a estas personas altamente proclives a la criminalidad.
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