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Foto: Glen Carrie: Unsplash.

Lo que está en juego en Colombia en la consulta de la derecha, del centro y de la izquierda

por | Mar 10, 2022

Por Iván Garzón Vallejo

Las eliminatorias presidenciales de este 13 de marzo, un pronóstico de nuestro futuro cercano.

“El futuro se parece a nosotros”, decía el estampado de la camiseta que Gustavo Petro llevaba sobrepuesta el pasado sábado en el mitin del parque de las luces en Medellín. Para bien y para mal, y salvo que alguno de los precandidatos que no estarán en los tarjetones del domingo sea capaz de producir un fenómeno similar al de Álvaro Uribe en los meses previos a mayo de 2002, el próximo presidente del país saldrá de una de las tres consultas interpartidistas que se llevarán a cabo: la del Pacto Histórico, la de la Coalición Centro Esperanza y la del Equipo por Colombia. Es decir, el futuro se parecerá a uno de los tres.

Las consultas serán una suerte de eliminatorias en la carrera por la Presidencia de la República. En 2018, el proceso lo estrenaron los polos del arco político y resultaron elegidos de manera abrumadora Iván Duque, de un lado, y Gustavo Petro, del otro, los mismos que llegarían a la segunda vuelta. El proceso tiene la bondad de consultar directamente a la ciudadanía qué candidato está mejor posicionado para competir en la primera vuelta prevista para el 29 de mayo, decantando así un abanico de precandidatos, muchos de los cuales son electoralmente inviables.

Las eliminatorias, sin embargo, tienen el problema de que no está muy claro qué representan unos y otros y qué papel posterior jugarán quienes no alcancen el favor de las urnas. Ambas cosas, parece obvio decirlo, son consecuencias de una política excesivamente personalista en la que los votantes se identifican con líderes más que con partidos, con tendencias más que con ideologías, con candidatos más que con programas de gobierno. Todo ello amparado por un sistema de partidos poco serio en el que existen 22 partidos políticos inscritos en el CNE.

Y en tiempos de la política 2.0 –léase de Twitter, Instagram y TikTok– las consultas se parecerán mucho a un concurso público de popularidad, un reality dominguero que elegirá qué candidatos le simpatizan más al elector, da igual que este milite o no en uno de los partidos de la coalición. De hecho, según los resultados de la última encuesta Polimétrica, solo el 48 % de ciudadanos se identifican con algún partido político.

Por eso, aunque todos los precandidatos dicen tener una visión de país, no es fácil identificar en qué consiste esta, pues salvo Sergio Fajardo, ninguno ha publicado documentos de trabajo donde explique la forma como ejecutarán sus propuestas de campaña. Hasta ahora han prevalecido los lemas, los lugares comunes y las posturas de sí o no, además de lo anecdótico (las ballenas del uno, los tragos del otro, el look de aquél) promovido por el periodismo de los clicks y los hashtags.

Mi propósito es esbozar qué está en juego en la consulta de la derecha, del centro y de la izquierda. O dicho de otro modo, a qué se parecería el futuro si el país fuese gobernado por el Equipo por Colombia, por la Coalición de Centro Esperanza o por el Pacto Histórico.

En tiempos de la política 2.0 –léase de Twitter, Instagram y TikTok– las consultas se parecerán mucho a un concurso público de popularidad, un reality dominguero que elegirá qué candidatos le simpatizan más al elector.

El Equipo por Colombia: el continuismo con otras caras

Federico Gutiérrez, Álex Char, Enrique Peñalosa, David Barguil y Aydeé Lizarazo se medirán en la consulta de la derecha. Los tres exalcaldes reivindican sus obras de gobierno en sus respectivas ciudades capitales, en las cuales fueron muy populares, sobre todo el medellinense y el barranquillero. El congresista conservador, por su parte, ofrece un conservadurismo social caracterizado por su polémica ley de borrón y cuenta nueva en las centrales de riesgo financiero, una medida que entró a regir en octubre de 2021 y que fue tan popular en la calle como contraproducente para los expertos.

Como se sabe, a la derecha colombiana la caracteriza un discurso de mano dura: contra la delincuencia, contra el narcotráfico, contra el ELN, las disidencias de las Farc y el Clan del Golfo, contra el régimen de Maduro, contra los corruptos y contra las protestas sociales. No cabe duda que el Equipo por Colombia representa una segunda parte del gobierno de Iván Duque, una administración que ante la inédita crisis social, el malestar ciudadano y la inseguridad urbana y rural desbordadas, endureció el discurso y culpabilizó a los de siempre: a los exguerrilleros, a los infiltrados, a los migrantes y a los vándalos. Nada muy original, pero que entretuvo a la galería.

De allí que, matices más, matices menos, los candidatos de esta coalición proponen básicamente la misma receta, pero aclarando que cuentan con la experiencia administrativa para hacer que ahora sí funcione. El duquismo, ese es parte de su legado, le hizo creer a muchos que ser estadista era cuestión de hablar duro y saludar por la calle.

Como no podía ser de otra forma, esta derecha está alineada con una visión conservadora en los temas morales (no eutanasia, no aborto libre, penalizar la dosis mínima de droga, más cárcel). Pero sin duda, su gran tema de movilización sigue siendo el del aborto, algo semejante a lo que sucedió con la ideología de género en el plebiscito por la paz en 2016. Sus representantes están en contra de la reciente decisión de la Corte Constitucional que despenalizó la interrupción voluntaria del embarazo hasta la semana 24 de gestación, lo cual les ha dado munición para cuestionar el poder de la institución, incitar la indignación de los creyentes, y mostrarse como defensores de la niñez, que tiene en este tema y en la cadena perpetua para violadores sus políticas más representativas.

Defensores del gremio de los empresarios por su rol de grandes empleadores y por ello, jalonadores del crecimiento económico –que equiparan con desarrollo–, el Equipo por Colombia promete además una política social con más subsidios.

Finalmente, los candidatos del Equipo por Colombia sacan pecho y dicen hablar de frente, sin temor, aunque su discurso recuerde una y otra vez todo aquello de lo cual hay que tener miedo. Su presidente sería un sheriff, y para ponerlo en términos de política internacional, una mezcla entre Nayib Bukele y Santiago Abascal.

La Centro Esperanza: la promesa de unir al país

Sergio Fajardo, Alejandro Gaviria, Juan Manuel Galán, Carlos Amaya y Jorge Enrique Robledo representan una opción que ha prometido combatir la corrupción, despolarizar la conversación nacional y poner en la agenda los temas de un país moderno, es decir, que salga de la violencia y logre acuerdos nacionales sobre problemas estructurales.

Sin embargo, la Coalición de Centro Esperanza ha pasado de predicar la decencia a ejercer la garrotera, convirtiendo su principal fortaleza en debilidad, evidenciando que la política no son solo buenas formas y trayectorias respetables y que no ser corrupto no es garantía de buen olfato político ni de futuros estadistas. Y que para unir al país se requiere hablar con quienes puede haber muy poco en común, pero poco, al fin. Que algunos de sus representantes hayan tenido éxito con su cantaleta de que pactar con políticos tradicionales equivale asumir que “todo vale” ha sido en el pasado reciente una receta para asegurar un triunfo moral y nada más que eso. Pero, algunos políticos ahí prefieren un harakiri antes que perder su trono moral.

El futuro del centro se parece a un país con una transición energética responsable, sin fracking, sin fumigación con glifosato, con más paridad entre hombres y mujeres en las entidades públicas, con renta básica, sin más aranceles para los insumos agrícolas, con más tecnocracia que política, con mayores impuestos para los más ricos, y con una apuesta seria por la educación y el medio ambiente. En síntesis, un país al que le faltaría de populismo lo que le sobraría de corrección política, probablemente.

Los candidatos del centro hablan pausadamente, predican como académicos en un seminario –su adjetivo favorito es “complejo”–, y representan demasiada seriedad para un país que lleva 30 años acostumbrado a votar escogiendo entre la guerra o la paz y entre el “castrochavismo” o el “uribato”. De allí que, como escribí aquí mismo en noviembre de 2021, su emoción dominante es el aburrimiento. El prototipo de su presidente sería un profesor, por supuesto, una mezcla, políticamente, entre Gabriel Boric y Emmanuel Macron.

El Pacto Histórico: los cantos de sirena del populismo

Gustavo Petro, Francia Márquez, Camilo Romero, Arelis Uriana y Alfredo Saade se medirán en una consulta que, como en 2018, será un plebiscito para ungir a un líder elegido hace 4 años, una demostración de fuerza de quien por tercera vez aspira a la presidencia y que, mal contado, está en campaña desde 2015.

El Pacto Histórico encarna la suprema reivindicación de lo simbólico, de ese lenguaje progresista que cree a pie juntillas en que la realidad se transforma cambiando el lenguaje. Es la revancha de los excluidos y ninguneados, representados, paradójicamente, por un político que lleva más de 30 años ocupando cargos públicos pero que dice que en Colombia no hay democracia. Esta izquierda autodenominada “progresista” promete empoderar a los negros, a los indígenas, a los campesinos, a los estudiantes, es decir, al pueblo. Y lo dicen así, por sectores, al modo de la política de la identidad, porque en Colombia hablar de lucha de clases espanta a los pobres antes que a los ricos. Su discurso es binario, dividen el mundo entre amigos o enemigos; nosotros o los corruptos; nosotros o los ricos oligarcas; nosotros o las mafias; nosotros o los que se preocupan por la guerra entre Rusia y Ucrania. El populismo es, por definición, parroquial.

El petrismo ha prometido acabar el hambre, cambiar el modelo productivo, poner a pagar más impuestos a los 4.000 más ricos del país, hacer una democracia más participativa y real, reformar el sistema de salud, asegurar la participación popular en las decisiones públicas –incluidas las de la Junta del Banco de la República, el órgano más técnico del Estado. Y aunque no habla de revolución, se parece mucho, y por eso asusta a muchos, sobre todo a los que creen que los pesos y contrapesos republicanos no son obstáculos contra la voluntad popular sino límites a la arbitrariedad del gobernante.

El candidato del Pacto Histórico habla sobre lo divino y lo humano, pero ante todo se muestra como el “político antipolítico”, el adalid de la lucha contra las mafias y la corrupción –así en abstracto–. Su emoción dominante es la rabia y han prometido revancha. El prototipo de su presidente sería un rebelde. Y políticamente, una mezcla entre Luiz Inácio Lula da Silva y Pablo Iglesias.

Iván Garzón Vallejo

Investigador asociado de la Universidad Autónoma de Chile. Su libro más reciente es: “Rebeldes, románticos y profetas. La responsabilidad de sacerdotes, políticos e intelectuales en el conflicto armado colombiano” (Ariel, 2020).  @igarzonvallejo

 

El dato en Contexto

 

por | Mar 10, 2022

Legislativas 2022: izquierda y centro podrían alcanzar más escaños en el Senado

De acuerdo a proyecciones elaboradas por la firma de consultoría pública Axis, la siguiente podría ser la manera en que quedaría conformado el Senado para el periodo 2022-2026 después de las elecciones legislativas del próximo domingo (ver cuadro).

Partidos como el Centro Democrático perderían escaños en el Senado al pasar de tener 19 curules (2018-2022) a 13 curules después de las próximas legislativas. Igual tendencia se observa en partidos como Cambio Radical, que pasaría de 16 a 13 curules, y el Partido de la U, que pasaría de ocupar 14 a 10 curules.

Por su parte, la Coalición de la Esperanza, que aglutina a los partidos Alianza Verde y Dignidad, pasaría a tener 11 escaños, 1 más que en las pasadas legislativas, y debuta el Nuevo Liberalismo en el Senado con 4 escaños.

El gran ganador de la jornada sería el Pacto Histórico, partido que llegaría a ocupar 18 curules que fortalecen su presencia en el Senado.

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