Margarita Garcia

Jarol Ferreira (Villanueva, 1975), es parte de una nueva generación de escritores costeños publicados por editoriales independientes colombianas. Foto: El Topo.

Las Killer Gringo es la primera novela de Jarol Ferreira Acosta, artista que nació y vive en Villanueva, La Guajira. En esta se narran las aventuras peligrosas de un grupo de jóvenes en una ciudad costera. El libro es publicado por Rey Naranjo Editores. Entrevista con el autor. 

Las Killer Gringo son jóvenes que ejercen como acompañantes de turistas extranjeros en una ciudad playera de la costa Caribe. Abusan de las drogas, aprovechan al máximo los momentos de placer y felicidad química en un lugar que no les da muchas oportunidades. En la novela de Jarol Ferreira, las vidas de ellas y de otras criaturas de la noche son narradas por una chica de la que no conocemos el nombre: es la voz de una amiga que cuenta anécdotas en un bar, la voz de una rumbera que las representa a todas, la voz de la conciencia o la inconsciencia, la voz de Dios o el diablo. 

La novela está narrada en primera persona, pero se cuenta la vida de los otros, de manera rítmica, acelerada, cocainómana; las palabras son un torbellino que engancha al lector, un espiral que conduce a un abismo: el de la rumba excesiva para llenar el vacío de la vida, pero que genera más vacío. Los personajes son jóvenes “drogos”, chicas enamoradas del que no es, fiesteros con problemas mentales, un gay que roba por necesidad de placer, marginales con actitud que buscan el éxtasis como pueden. La novela recuerda, por supuesto, a ¡Que viva la música! de Andrés Caicedo, actualiza esta obra a ritmo de deep house; también, por su estilo narrativo, a la magnífica Los Cachorros (1967) de Mario Vargas Llosa. 

Jarol Ferreira Acosta nació en Villanueva, La Guajira, en 1975. Además de escritor es artista visual, su obra ha participado en salones de arte de diferentes ciudades del país. También ha ejercido el periodismo cultural en el diario El Pilón, de Valledupar. Su poemario Las Piedras (2007) obtuvo un premio departamental de literatura y fue publicado por el Fondo Mixto para la Promoción de la Cultura y las Artes en La Guajira. Las Killer Gringo es publicada por Rey Naranjo Editores.

Ferreira estará presente en la primera Feria Internacional del Libro de Barranquilla, Atlántico y el Caribe, Filbac, que se realizará del 12 al 15 de diciembre en esa ciudad. 

Juan Sebastián Lozano: ¿Cómo fueron tus inicios en la lectura y en la escritura? 

Jarol Ferreira Acosta: Desde niño la lectura hace parte de mi cotidianidad. Mi mamá tenía como costumbre leer después del almuerzo, hasta las cuatro o cinco de la tarde, dependiendo del calor. Estaba suscrita a Círculo de Lectores; cuando llegaba el catálogo a veces me antojaba de algún libro o algún disco, y me lo compraba como premio si me había ido bien en el colegio. Ya cuando adolescente, descubrí que en la parte más alta de su biblioteca había unos libros fuera de mi alcance. Se trataba de una colección de literatura erótica que incluía al Marqués de Sade, Pierre Louÿs, y Henry Miller, entre otros, que devoré con deleite. En cuanto a la escritura, empezó de manera muy torpe, motivado por los grafitis que veía en mis visitas a Bogotá y pretendía replicar en las paredes de Villanueva, con mensajes alusivos a la libertad de expresión. Me reunía con un par de amigos y salíamos por las noches en nuestras bicicletas a rayar muros con frases que pretendían despertar conciencias. Mi papá me daba la plata para comprar los aerosoles y se hacía el de la vista gorda cuando salía de noche a hacerlos. 

J.S.L.: ¿Cómo surgió la idea de Las Killer Gringo y qué nos puedes decir del proceso de escritura?

J.F.A.: Quería hacer una película sobre algunos amigos y sus amigos, pero ante la imposibilidad de llevar a cabo esa idea, empecé a grabar en audio nuestras conversaciones, para contar una historia solo con diálogos, pero en el desarrollo del proyecto me centré en un personaje. Empezamos a intercambiar llamadas, e-mails, cartas, y cuando nos encontrábamos teníamos largas conversaciones. Después de transcribir todo lo que grabé y copié, completé los huecos narrativos escribiendo situaciones, enlaces y conclusiones, hasta que fue adquiriendo forma el relato. Me tomó diez años el proceso. 

Portada del libro de Ferreira, publicado por Rey Naranjo Editores.

 

¿Cómo se relaciona tu estilo narrativo fluido, tu manera de contar, con la costa Caribe, con el entorno en el que vives?

El estilo del libro, la manera como está contado, tiene que ver mucho con la cultura caribeña, con las formas de expresión narrativa que existen en el Caribe. Fue un producto de mi gusto por cómo se cuentan las cosas acá en la costa, algo que refleja, de alguna manera, cómo se vive aquí.

En mi entorno cultural y geográfico, Villanueva – Valledupar, hay una manera muy graciosa de contar todo, de contar la vida. Incluso cuando la situación es muy trágica, hay una manera de ironizar, de burlarse de las circunstancias para hacerlas más livianas, para superarlas; es una opción muy inteligente y muy auténtica. En la costa hay un modo casi que burlesco de ejercer el existencialismo.

Por decirlo así, mi estilo narrativo no me pertenece, pertenece a la cultura caribeña.

¿Qué artistas te influenciaron, de qué procesos artísticos aprendiste para elaborar tu técnica narrativa?

Cuando era niño, a uno de mis primos le regalaron de Navidad una grabadora. En algún momento se le ocurrió, porque hacía muchas travesuras, grabar un regaño de mi abuela. Pasó todo el día y en la noche estábamos todos sentados en la mesa, y en un momento de silencio, él prendió la grabadora y se oyó el regaño de mi abuela fuera de contexto, fue muy simpático y todo el mundo se rió. Ahí se me ocurrió que simplemente con tomar las cosas de un contexto y luego presentarlas en otro se puede crear arte. Como dije, Las Killer Gringo está construida con grabaciones de conversaciones con amigos, cartas, emails, etc. Una oralidad que pasa a la literatura, eso lo hicieron autores como Manuel Puig y Andy Warhol.

En el cine de la Nueva Ola Francesa, o en las películas que hizo Warhol, a veces no había necesidad de tantas elaboraciones preconcebidas para lograr  una pieza que fuera interesante y divertida; era más bien cuestión de tener claro lo que se quiere contar o mostrar, y luego tratar de intervenir muy poco en el proceso para que el autor desaparezca, no esté presente, y surja simplemente la vida misma expresándose. Andy Warhol hizo una novela grabando a algunos de los personajes que lo visitaban en su taller, que tomaban anfetaminas y podían hablar mucho; grabó a un personaje durante 24 horas y luego transcribió todo lo que él dijo. Eso me influenció. También la técnica del escritor Jack Kerouac: escribir sin editar en el proceso de escritura, que todo pase del cerebro a la máquina de escribir. Entendí que hay maneras de abordar el proceso de escritura que no resultan aburridas o tediosas.

Has ejercido el periodismo. ¿Cómo te influenció la escritura de artículos?

Hubo un periodo en el que escribí artículos en la sección de opinión de El Pilón de Valledupar, eso me sirvió mucho para experimentar con diferentes estilos. Recuerdo que en algún momento iba en un carro de transporte público desde Villanueva a Valledupar, en el trayecto el conductor contó una historia buenísima. Cuando la quise escribir para pasarla al periódico, y la escribí en primera persona, quedó sosa; entonces me inventé escribirla tal cual como me la contó el conductor, con su acento, con su manera de narrar, y quedó muy bueno el texto. Esa historia se llama “Paquito pirata”. Narró el protagonista y se logró  una verosimilitud en la historia, que además era graciosa. Esa oralidad por supuesto me influenció para mi trabajo literario.

La narrativa de la novela tiene un gran ritmo, remite a la música electrónica. Háblanos de tu intención estética respecto a lo musical. 

La música de Las Killer Gringo es una mezcla de estéticas que coexisten en el Caribe colombiano, un collage ecléctico que produce un ritmo que no da tregua, es una amalgama de vallenato, metal, champeta, drum and bass, electrónica, tambora, reguetón e indie pop.

En el libro los personajes tienen un alto consumo de drogas, estas son parte importante de su cotidianidad. ¿Cuál es tu opinión sobre las “drogas” actualmente?

Creo que son muy peligrosas. Algunos pueden usarlas de manera eventual  sin problema, pero a otros los engancha y en menos de nada ya han desarrollado una adicción. No las recomendaría, es mejor evitarlas.

La música de Las Killer Gringo es un collage ecléctico que produce un ritmo que no da tregua, es una amalgama de vallenato, metal, champeta, drum and bass, electrónica, tambora, reguetón e indie pop.

También eres pintor. ¿Qué tienen en común tu pintura y tu escritura? ¿Hacen parte del mismo universo artístico?   

Ambas actividades comparten universo si las miramos desde una perspectiva amplia, debido a que al desarrollarse en un mismo espacio y tiempo, están enmarcadas por elementos culturales que las hermanan, pero no están relacionadas directamente, o al menos no de manera premeditada. Pertenecen a universos distintos que a veces se tocan. 

En una entrevista en el Podcast ‘El Topo’ dijiste que el arte debe aspirar a la sencillez, esto relacionado con algo que dijo Jorge Luis Borges. 

Creo que me refería a que, en su necesidad de síntesis, el arte debe valerse de la sencillez para expresar las complejidades de la existencia. La sencillez no es nada si no es una modesta y secreta complejidad, dijo Borges. 

Vives en Villanueva, ¿cuál es tu mirada hoy sobre Villanueva y La Guajira? 

Tengo un vínculo con Villanueva que va más allá de mi deseo, pero me siento afortunado por estar aquí. Es un municipio que debido a la falta de oportunidades laborales se mantiene con una densidad de población moderada respecto a otros centros urbanos, es un pueblo casi detenido en el tiempo. En cuanto a La Guajira, me parece una región amorosa, en donde las cosas se expresan con naturalidad. Es encantadora, absorbente, abundante y árida, con lógicas propias a veces incomprensibles desde afuera.

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Juan Sebastián Lozano

Escritor y periodista cultural. Ha colaborado en El Espectador, El Malpensante, Bacánika, Cáñamo y otros medios. Su libro de cuentos, La vida sin dioses, fue publicado en 2021 por Calixta Editores.