Margarita Garcia

El atleta guajiro Anthony Zambrano, uno de los diez deportistas costeños que participan en los Juegos Olímpicos de París. Foto: Óscar Muñoz Bobadilla.

A propósito de la escasa presencia de deportistas del Caribe colombiano en las justas Olímpicas de París 2024.

Como ya es una constante en los últimos años, la región Caribe colombiana aporta un reducido número de deportistas en los Juegos Olímpicos, máxima justa deportiva del planeta. Este año la tan esperada trigésima tercera edición tiene como epicentro a París, y las cosas para el deporte costeño parecen no cambiar.

De los 89 atletas que integran la delegación nacional, solo diez son nativos del litoral norte colombiano: las cordobesas Lina Licona (atletismo), Katherine Tapia (fútbol) y Leicy Santos (fútbol); la cesarense Natalia Linares (salto largo); el magdalenense Arnovis Dalmero (salto largo); el bolivarense Geiner Moreno (salto triple); los atlanticenses Cristian Ortega (ciclismo de pista), Gabriela Bolle (BMX) y Angie Valdés (boxeo) y el guajiro Anthony Zambrano, nuestra máxima figura, atleta ganador de la medalla de plata en los 400 metros en las justas de Tokio 2020, pero que en esta oportunidad solo logró acceder a la gran fiesta deportiva por redistribución de cupos, pues en la fase clasificatoria no hizo la marca mínima.

¿Escasez de deportistas de alto nivel competitivo? ¿Nula infraestructura e inversión en formación deportiva? ¿Mal manejo por la dirigencia deportiva regional? Los interrogantes, para darles alas a la especulación, están al orden del día. Y desde luego, incitan a la discusión.

Por donde se mire, se trata de una representatividad muy pobre y poco promisoria en cuanto a mayores logros trascendentales. 

A nivel de Juegos Nacionales, a la hora de hacer el balance en lo referente a la obtención de medallas, los resultados son desoladores. Antioquia y Valle del Cauca esgrimen un poderío indiscutible. De lejos, son los mejores.

En la gran mayoría de veces, a la hora de participar en torneos, los competidores costeños se desgastan en la búsqueda de recursos, en pasearse por las emisoras tras una limosna que les permita costearse su estancia en las sedes de los eventos.

Queda en evidencia una verdad que no admite dudas: no hay apoyo, no hay inversión para nuestros deportistas. Y eso, claro está, se refleja en las competencias de alto rendimiento, a nivel internacional.

Es verdad que se han remodelado y construido escenarios, pero hasta allí. No hay una política seria de formación del deportista. No hay debate. El deporte, en honor a la verdad, ‘importa un bledo’. Y a ello se suma el hecho de que, en la gran mayoría de veces, a la hora de participar en torneos, los competidores costeños se desgastan en la búsqueda de recursos, en pasearse por las emisoras tras una limosna que les permita costearse su estancia en las sedes de los eventos. Así mismo, para desplazarse deben hacerlo por carretera, en largos y agotadores viajes. 

La tristeza nos invade al recordar aquellos mágicos Juegos de Munich, en 1972, cuando tres ilustres hijos brotados de nuestra tierra, los boxeadores Clemente Rojas y Alfonso Pérez, y el tirador Helmut Bellingrodt, ganaron para Colombia las primeras preseas en la historia de los Juegos Olímpicos. Las proezas las repetirían, más tarde, el mismo Helmut Bellingrodt, plata en Los Ángeles, 1984, y Eliécer Julio, bronce en boxeo, en Seúl en 1988.

No es Macondo, pero el deporte de la región Caribe colombiana vive literalmente sus Cien años de soledad, cien años de olvido absoluto.

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Fausto Pérez Villareal

Barranquilla (1965). Comunicador Social-Periodista, profesor de la Universidad Sergio Arboleda sedes Barranquilla y Santa Marta. Dos veces ganador del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. En 2014 fue finalista del Premio Internacional de Puerto Rico, entregado en Madrid. Su más reciente libro se titula Richie y Bobby en el corazón de Barranquilla.