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Foto: revista Semana.

Al poner el tema de la cobertura por encima de la calidad en la Reforma a la educación, el actual Gobierno está cometiendo un grave error.

Es frustrante ver las propuestas de reformas sectoriales que la administración Petro sigue presentándole, en forma improvisada y sin soporte empírico, al país. El turno es para el sector educativo. Como he dedicado mi vida profesional a mejorar sistemas educativos en varias regiones del mundo, quiero compartir una preocupación que ya ha sido señalada por varios comentaristas nacionales. Lo hago porque creo que es inconcebible que no sea un componente central de la Reforma que se discute por diferentes actores sectoriales. A lo mejor la presente administración lo reconsiderará.

La experiencia internacional en países desarrollados y en desarrollo, con bajos, medianos o altos ingresos, muestra que el desarrollo del capital humano es determinante para reducir la pobreza, mejorar la calidad de vida y lograr un desarrollo sostenible. La evidencia es abrumadora. Y en lo que a educación se refiere, es importante señalar que tanto la cantidad de educación (años de educación formal), como en particular la calidad de la educación recibida, está positiva e independientemente relacionada con la productividad, el desarrollo y crecimiento económico, pero también con comportamientos como la autoestima, la solidaridad social y la igualdad social y económica. Elementos claves para el bienestar colectivo de cualquier país.

Recientemente, uno de los comentaristas que se mostraba extrañado por la ausencia del tema de calidad de la educación en la reforma propuesta, citaba el trabajo de mis colegas Hanushek y Wöessmann, quienes usando información con muestras de países encontraban una relación entre la cantidad y la calidad de la educación con el crecimiento económico. Pues bien, hace treinta años que mi colega George Psacharopoulos y yo publicamos dos trabajos usando información sobre ciudadanos colombianos, y encontramos que tanto la cantidad como la calidad de la educación en Colombia estaban asociadas, en forma independiente, con la productividad de los individuos (Psacharopoulos y Velez, 1992 y 1993).

En esos estudios medimos calidad de educación usando diferentes indicadores en cada nivel educativo, incluyendo los siguientes: deserción, repitencia en primaria, las pruebas de los exámenes del Icfes al terminar la secundaria (la muestra fue levantada en 1988), y una escala de calidad de las universidades de acuerdo a una muestra de expertos en educación superior. Como indicadores de los resultados del mercado laboral incluimos indicadores sobre logros ocupacionales e ingresos. 

Hablar de que la educación es un derecho es encomiable, pero poner a los alumnos en un aula sin especificar cómo se van a educar, es irresponsable.

Los principales análisis de los estudios se enfocaron en si la calidad de la educación marca la diferencia en términos de dos resultados del mercado laboral: el estatus ocupacional y los ingresos en un país en desarrollo como Colombia. Encontramos un papel positivo de la educación en el estatus ocupacional y en los ingresos individuales. También veíamos que en Colombia la tasa de retorno a la inversión en educación era alta a pesar de que la educación en esos años se había expandido considerablemente y los años de educación formal de la fuerza laboral se habían incrementado significativamente debido a la expansión de las coberturas a nivel de secundaria y a nivel terciario. Por ejemplo, entre 1978 y 1988 el promedio de educación de los trabajadores en Bogotá se había incrementado de 8.2 a 10.6 años.

Mas específicamente, nuestros resultados respaldaron la importancia de la cantidad de educación y las variables tradicionales de capital humano en los resultados del mercado laboral. Sin embargo, los ingresos y el estatus ocupacional de un trabajador también dependen, y en mucho mayor grado, de la calidad de la educación que haya recibido. Ser un desertor, especialmente de la educación superior, tiene un efecto negativo en los ingresos y el estatus ocupacional. Alto rendimiento cognitivo en el nivel secundario, y asistir y graduarse de una universidad de prestigio está asociado con mayores ingresos y mayor estatus ocupacional.

No incluir el tema de calidad en la Reforma, cuando existe evidencia que la calidad de la educación en Colombia en todos los niveles educativos deja mucho que desear, es un error inaceptable. Es el problema que hay que resolver. Da la impresión que hay un interés populista detrás de la reforma propuesta. Esto no le conviene ni a los estudiantes, ni a las familias, ni a los empleadores, ni al país. 

Hablar de que la educación es un derecho es encomiable, pero poner a los alumnos en un aula sin especificar cómo se van a educar, es irresponsable. Si existen los recursos financieros, sabemos cómo llevar los alumnos, de todos los niveles, al salón de clase. Ese no es el problema, señores reformistas. El reto es cómo se les ofrece una educación de calidad. La reforma no habla sobre este tema que es el importante. Incrementar el acceso con una política de gratuidad, en el mejor de los casos, incrementará la cobertura. Pero lo determinante no es la cantidad, sino la calidad. Esto es lo que el país necesita. La cantidad, probablemente, solo le interesa a los políticos para las próximas elecciones. 

Referencias

Psacharopoulos, G and E. Velez. 1992. “Schooling, Ability and Earnings in Colombia, 1988”. Economic Development and Cultural Change, Vol. 40, No. 3, pp.629-643. 

Psacharopoulos, G., and E. Velez. 1993. “Education Quality and labor Market Outcomes: Evidence from Colombia”. Sociology of Education, Vol. 66 (April);130-145.  

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Eduardo Vélez Bustillo

Profesor Visitante en Peking University, en China, y en Kobe University, en Japón.