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En su nuevo libro Paul Brito escarba en su memoria familiar para brindarnos un relato universal.

Contexto dialogó con el escritor barranquillero Paul Brito a propósito de su más reciente obra, “Restos orgánicos de un mundo anterior”.

Quizás usted haya advertido la inusitada importancia que han vuelto a tener los cumpleaños en este 2020 azotado por la pandemia. Las imágenes que a diario circulan en redes sociales, con sus cuidadosos arreglos de globos satinados y mensajes de felicitaciones, así parecen confirmarlo. Exaltación de la vida y la supervivencia en medio de la enfermedad global, o simple moda digital, del otro lado de la celebración se oculta un año signado por la muerte y las pérdidas familiares. En medio de este panorama, y muy posiblemente sin proponérselo, el escritor Paul Brito (Barranquilla, Colombia, 1975) ha traído a la luz su más reciente libro, Restos orgánicos de un mundo anterior (Seix Barral), una obra en la que la memoria, la familia, la poesía y la muerte gravitan a lo largo de sus 160 páginas para entregar a sus lectores un relato que se sobrepone al duelo y realza la belleza de la vida.

Alberto M. Coronado: Cuéntanos sobre el proceso creativo detrás de tu más reciente libro.

Paul Brito: El proceso duró ocho años, pero en realidad comenzó antes, en mi primer libro publicado en el 2008. En Los intrusos, que es un libro de ficción, hay un intruso de no ficción, un relato donde me impuse el ejercicio de escribir una historia sin recurrir a la imaginación. Debía encontrar en mi memoria todos los elementos para conformar la narración, sin tergiversar nada. Cada vez que me dejaba llevar por la fabulación, regresaba sobre lo escrito, borraba y me ceñía de nuevo a lo real. De esta forma, el relato perdía ciertos poderes pero ganaba otros. Me dio curiosidad ver hasta dónde podía llevarme esa búsqueda biográfica y el resultado fue Restos orgánicos de un mundo anterior. En el tramo final del libro, el reto fue intentar que todas las piezas encajaran como un rompecabezas, que tuvieran unidad y organicidad.

A.M.C.: La memoria es el motor de los 42 mini relatos que componen tu obra, ¿cuál fue la imagen primigenia, la semilla visual que desencadena toda esta arqueología introspectiva y familiar del libro?

P.B.: Me gusta tu definición de la obra como una “arqueología introspectiva y familiar”, pues eso fue justo lo que hice: excavar los fósiles claves de mi historia personal, los eslabones perdidos de mi propia vida y devolverles por un instante el movimiento. La semilla o la gran “medalla de la Creación”, como digo en el libro que llama James Parkinson a los fósiles, fue probablemente una imagen que perseguí en aquel cuento real de Los intrusos. Se trataba de un venado que recordaba haber visto en un terreno desértico frente a la urbanización adonde me iba a mudar con mi familia. Ese venado, erguido y orgulloso en mitad del desierto, yo lo relaciono al final de la narración con mi madre, con su solitaria valentía y su profunda decencia y dignidad. Restos orgánicos de un mundo anterior es la descripción minuciosa de esa estampa, de ese tiempo perdido que se debate entre la quietud y la agitación.

Restos orgánicos… aparece en un momento en el que por cuenta de la pandemia muchas personas han tenido pérdidas familiares. ¿Crees que, a pesar de que puede no estar concebida para ese fin, tu obra puede servir de consuelo a muchas personas hoy?

Posiblemente, porque es un libro concentrando no solo en la pérdida, en el vacío que deja alguien en el mundo sino también en el mundo que puede caber en ese vacío. No es un libro volcado solo en el duelo sino también en la belleza de la vida. Intenta demostrar poéticamente que la muerte no es el reposo absoluto, el descanso eterno del que siempre nos han hablado, sino el otro extremo: el dinamismo puro, la energía que lo hermana todo.

Muchos lectores son conscientes de que buena parte de tu relato se desarrolla en Barranquilla, sin embargo en la escenografía de la historia pesa más el río, el mar, la ciénaga, una cantera y una urbanización, la periferia de la ciudad, sus fronteras. ¿Capricho geográfico de la memoria o búsqueda de universalidad?

A excepción de mis primeros siete años de vida, viví siempre en la periferia. A los 25 años me mudé a Barcelona y terminé viviendo también en un suburbio, un barrio que también se encuentra al extremo, cruzando un río. La literatura misma es el arte de la dislocación, de la intrusión y el desbordamiento. Cuando uno escribe, no está adentro ni afuera sino en una suerte de horizonte de sucesos, en una frontera entre la ficción y la realidad. Y cuando uno ya escribió, también necesita tomar distancia del texto, situarse en los confines de lo escrito para poder acotarlo y depurarlo.

Los caribes tenemos cierta propensión a la magia, a la superstición. Anteponemos siempre el azar y el ritmo al control y la norma. Preferimos estirar o comprimir el tiempo y el espacio que fijarnos un compás. Elegimos la química a la física, la biología a la matemática. Escogemos la casualidad por encima de la causalidad, porque la primera garantiza un margen de acción entre el nacimiento y la muerte.

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Portada del libro del autor barranquillero, publicado por Seix Barral.

Esta es una pregunta menos literaria… en la partida de un ser querido está la semilla de nuestra propia finitud. ¿Temes a la muerte?

Le temo a la muerte como cualquier otro animal, pero le temo más a la de mi esposa y a las de mis hijos. La muerte propia trato de verla como una consumación, como el fin natural de un ciclo. En todo caso, ya no estaremos para lamentarla. Por la muerte sentimos el temor más irracional de la vida, pues sabemos que es lo más previsible, lo más seguro de la vida. Al mismo tiempo, es lo más ambiguo y lo más ignoto, porque nadie ha vuelto de ella para contarnos su experiencia. Esa contradicción entre la certeza y el misterio es lo que más nos perturba. Otra cosa que me da curiosidad de la muerte es que en este mundo nada es un sistema cerrado, hay huecos por todas partes, soluciones de continuidad. El tiempo es un circuito permanentemente abierto. Por eso sospecho que la muerte no es un absoluto punto final.

El azar, la casualidad y lo sobrenatural se pasean por las páginas de tu obra. ¿Es un rasgo caribeño tu fascinación por estos temas?

Supongo que sí. Los caribes tenemos cierta propensión a la magia, a la superstición. Anteponemos siempre el azar y el ritmo al control y la norma. Preferimos estirar o comprimir el tiempo y el espacio que fijarnos un compás. Elegimos la química a la física, la biología a la matemática. Escogemos la casualidad por encima de la causalidad, porque la primera garantiza un margen de acción entre el nacimiento y la muerte.

En esta época de redes sociales e historias de Instagram —historias vacías, sin narrativa—, tu libro llega como una bocanada de realidad bellamente transfigurada por la poesía. ¿Consideras que la inmediatez de lo digital está aniquilando la experiencia humana del contar y leer relatos?

Las redes sociales y otras interacciones virtuales nos han terminado absorbiendo, nos vuelven esclavos o, por lo menos, empleados gratuitos de esa maquinaria, de su engranaje de consumo que también a nosotros nos consume. Yo suelo desconectarme por días para desintoxicarme; no uso internet en mi celular ni tengo WhatsApp, como una forma de protegerme y de cultivar otra sensibilidad, otras percepciones, otro espesor intelectual y emocional, filtros sobre la base de los sentidos y la intuición. Leer en papel y escribir en cuadernos, alejado de la pantalla, es mi forma de meditación, de sosiego, de conexión interna, de espera hacia adentro. Las narrativas en las redes sociales son planas y vertiginosas, homogéneas y exógenas. Ocultan matices; las gobiernan algoritmos que solo distinguen entre promedios y recurrencias. Son maniqueas, no aceptan tintas medias, te obligan a tomar partido entre el blanco o el negro. Hay que volver a rodear el fuego, rescatar la intimidad de la tribu y la familia, retomar el calor de un abrazo y la complicidad de los amigos. Hay que regresar a los cuentos.

Alberto M. Coronado

Periodista y editor cultural. Es editor general de Contexto.