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La protección y navegabilidad del río Magdalena estuvieron entre las demandas de la Liga Costeña de 1919.

En 1919 empresarios y políticos del Caribe colombiano promovieron una asociación para proteger los intereses de la región del centralismo imperante. 102 años después las demandas por mayor autonomía siguen pendientes.

Durante la segunda década del siglo XX se impulsó desde la Costa Caribe colombiana la creación de la Liga Costeña. Según Posada Carbó (1998), se trató de una asociación conformada en 1919 por representantes políticos y empresariales de Bolívar, Atlántico y Magdalena, los tres Departamentos de la Costa Caribe en esa época, con el objetivo de promover una muy amplia agenda que incluía, además de la navegación por el río Magdalena, “proteger e impulsar los intereses de la región ante las políticas del Gobierno central”.1 Se partió de la base de que al gobierno de Marco Fidel Suárez no le interesaba el fortalecimiento de la región Caribe pues ello suponía perder control sobre diversos territorios del país. La duración de esta asociación fue de aproximadamente un año. Como lo anota Adolfo Meisel: “El rezago económico y la discriminación contra la región Caribe en las inversiones, políticas públicas y nombramientos en los principales cargos nacionales y regionales, que los dirigentes caribeños percibían en 1919, empeoró en las siguientes décadas”. (Meisel, 2020). Posada Carbó (1985) ha destacado que la Liga fue promovida especialmente a través de los principales periódicos de esta zona norte del país, y que los diarios de la capital del país criticaban la iniciativa.

Mientras Caracas, La Habana y San Juan, comerciaban con Estados Unidos y otros países a pesar de las restricciones, a Cartagena se le amenazaba con multas si se empeñaba en desconocer la autoridad de Santa Fe como evidentemente hicieron.

Centralismo y olvido de la Costa Caribe

Históricamente, la dinámica de las relaciones entre centro y periferia ha tenido profundas tensiones no resueltas. A comienzos del siglo XIX, previo a la independencia, encontramos fricciones entre Santafé y Cartagena, por la “rebeldía” de esta última ciudad en contra de las autoridades capitalinas. Es así como el Virrey Amar aceptó de mala gana abrir el puerto de Cartagena en 1809, pero restringiendo su comercio con las colonias inglesas y prohibiendo importaciones de harinas extranjeras (particularmente de los Estados Unidos) pese a la escasez de víveres en la ciudad producto de una sequía y las limitaciones de las provincias del interior para abastecer suficientemente esta demanda (a precios más elevados que el de los comerciantes norteamericanos). Mientras Caracas, La Habana y San Juan, comerciaban con Estados Unidos y otros países a pesar de las restricciones, a Cartagena se le amenazaba con multas si se empeñaba en desconocer la autoridad de Santa Fe como evidentemente hicieron, al permitir la llegada a la Heroica de la goleta Hetty y otras dos más procedentes de Virginia y Baltimore (Múnera, A, 1998). Las contradicciones entre Santa Fe y Cartagena no cesaron con la independencia.

La costa y la capital tuvieron un nuevo desencuentro luego de la expedición de la Constitución de la Nueva Granada, en 1831. Como lo anotan Meisel y Bell, no habían pasado cinco años desde “la entrada en vigencia de la nueva Constitución cuando surgieron en las provincias de la Costa una serie de quejas y un gran descontento contra el régimen de gobierno al que se catalogaba como centralista y opuesto a los intereses de aquellas” (Bell G, Meisel, A, 1998, p. 245). Juan José Nieto envió una misiva al general Francisco de Paula Santander, presidente de la Nueva Granada –en agosto de 1835–, la cual representó un hito del sentimiento regionalista costeño. En esta carta, Nieto detallaba los perjuicios que acarreaban a la provincia de Cartagena el modelo centralista y una serie de evidencias que mostraban cómo se menospreciaba a la costa, hecho evidente en su desigual representación política en el Congreso, lo cual contrastaba con la participación en el de las provincias del centro del país. Pese al tono de reclamo al gobierno, Nieto le asevera a Santander no ser separatista y que “defendería el sistema que mejor les conviniera a todos los granadinos”. Bell y Meisel, reiteran que “la lealtad a la defensa de los intereses de la Costa quedó subordinada, al menos en el caso de Nieto, a la lealtad a Santander y a la nación” (Bell, G, Meisel, A, 1998).

A 102 años de la creación de la Liga Costeña continuamos atados al centralismo y las lealtades de los políticos del Caribe colombiano se mantienen fieles a sus partidos y no a la región. La opción que abrió la Constitución política de 1991 para la conformación de entes autónomos regionales no se materializa. Habrá que proponer una Liga caribeña pues los ideales y propósitos de la Liga Costeña siguen pendientes. 

 

1Iniciativa que incluía las intendencias de Chocó, San Andrés, y la Comisaría de la Guajira.
Referencias

Bell, Gustavo, Meisel, Adolfo (1998). “La región Caribe: trayectoria de un regionalismo ambiguo”. En Nueva Historia de Colombia, 255-257. Bogotá: Planeta.

Meisel Roca, Adolfo. (2020). Casandra del desarrollo regional: la Liga Costeña de 1919. Barranquilla: Universidad del Norte.

Múnera, Alfonso (1998). El fracaso de la nación. Región, clase y raza en el Caribe colombiano (1717- 1810). Bogotá: Banco de la República, el Áncora Editores.

Posada Carbó, Eduardo. (1985). La Liga Costeña de 1919, una expresión de poder regional. Boletín Cultural y Bibliográfico, 22(03).

Roberto González Arana

Ph.D en Historia del Instituto de Historia Universal, Academia de Ciencias de Rusia. Profesor Titular del Departamento de Historia y Ciencias Sociales, Universidad del Norte.

 

 

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