Margarita Garcia

Mapa de las Indias Occidentales y el Caribe de 1732 realizado por Herman Molls. Imagen: Wikimedia.

El Caribe, una región de relevancia internacional para los intereses de la nación, ha sido históricamente ignorado por la mayoría de los gobiernos colombianos. Recuento de los bemoles y sostenidos en la relación con nuestros vecinos del Mar Caribe.

Luego de la perdida de Panamá, el Caribe fue invisibilizado por los poderes políticos y económicos de la nación concentrados en los Andes colombianos. La política exterior de Colombia se apuntaló en un respice polum (mirar hacia el norte), que planteó un alineamiento irrestricto hacía Washington. Solo en el periodo López Michelsen (1974-1978), gestor de la doctrina respice similia (mirar hacia los similares), el país comprendió que había un vecindario y especialmente un Gran Caribe con el cual debíamos interactuar. Era necesario salirnos del enclaustramiento internacional que llevó al expresidente liberal a llamar a Colombia como el Tíbet Latinoamericano. 

Consciente de la relevancia del Gran Caribe, López Michelsen negoció y firmó la mayor parte de los tratados limítrofes en la cuenca. La proyección internacional y especialmente la relevancia que le otorgó a ese inmenso territorio marítimo fue de tal dimensión, que mediante la Ley 10 de 1978, posicionó a Colombia como pionero del Derecho del Mar. 

En 1993 y en 2010, se realizaron dos estudios; Actuar en el Mundo: la política exterior colombiana frente al siglo XXI y posteriormente, el Informe de la Misión de Política Exterior de Fedesarrollo. En las hojas de ruta generadas en dos coyunturas muy diferentes, se planteó la necesidad de consolidar una mirada globalizada basada en la diversificación de actores y la agenda temática. 

Coincidieron en sus conclusiones que el Caribe debía consolidarse como una prioridad en el ejercicio de interacción con los diversos actores del sistema internacional. 

Sin embargo, ni Andrés Pastrana ni Uribe Vélez, dimensionaron la relevancia internacional y lo que representa el Caribe para la consecución de los intereses nacionales. Basados en una narcotización de la agenda internacional, condujeron a Colombia a radicalizarse en un proceso de securitización (Tickner, 2007) que nuevamente nos aisló del vecindario. 

El retroceso frente al Caribe se reflejó en el cierre de las embajadas de Belice, Barbados, Trinidad y Tobago, Guyana y Haití, que se sumarían a otras nueve representaciones colombianas en el mundo, justificados en el ahorro de 20 mil millones de pesos que se destinaron a la seguridad democrática. (Galeano , Badillo, & Rodriguez, 2019)

Mas adelante, la llegada de Juan Manuel Santos le dio un “nuevo aire” a la política exterior colombiana. Tenía clara la dimensión hemisférica del país. Por ello, además de erigir a Colombia como un articulador regional en los temas de medioambiente, comercio y lucha contra las drogas, propugnó por fortalecer su rol en la cuenca del Caribe. 

Desde 2012, se posicionó a Alfonso Munera como secretario de la Asociación de Estados del Caribe. Así mismo se fortaleció la relación con Cuba, país clave en el proceso de paz con las Farc. El nombre de Colombia comenzó a sonar en esa gran cuenca de la cual estuvimos alejados durante décadas. 

Ni Andrés Pastrana ni Uribe Vélez dimensionaron la relevancia internacional y lo que representa el Caribe para la consecución de los intereses nacionales. Basados en una narcotización de la agenda internacional, condujeron a Colombia a radicalizarse en un proceso de securitización que nuevamente nos aisló del vecindario. 

Con el sucesor de Santos Calderón el país saltó al pasado. Se rompió cualquier posibilidad de dialogo con Venezuela, vecino con el cual no solo compartimos la frontera más extensa y dinámica. Además, un país que históricamente ha comprendido su esencia caribeña, lo que le ha permitido posicionarse estratégicamente en todo el territorio insular. 

Dentro de las promesas de campaña del actual presidente, se comprometió a designar a embajadores caribeños en las sedes diplomáticas insulares. Aunque podría interpretarse como un reconocimiento a las variables socioculturales que representa para Colombia el archipiélago, no es suficiente. Se requiere avanzar más. Cuatro aspectos se destacan: 

Primero, el tema comercial y de negocios. A pesar de que Colombia se encuentra vinculado al Caricom, por medio de un Acuerdo de Alcance Parcial desde 1994, el Caribe insular representa un conjunto interesante de oportunidades que siguen sin maximizarse. 

El ejemplo exitoso de las empresas exportadoras del ramo de la construcción lo ratifican. Se requiere que el Gobierno Nacional y especialmente los subnacionales, promocionen las potencialidades exportadoras. Barranquilla, sigue en mora de organizar ruedas de negocios que le permita consolidarse como una “vitrina” internacional. Así mismo, estudiar la viabilidad que permita la llegada de nuevas rutas directas o con escalas rápidas hacía el Caribe insular. 

Segundo, ampliar la red de representaciones diplomáticas. En este momento Colombia tiene sedes en Jamaica, Trinidad y Tobago, República Dominicana y Cuba. No obstante, la importancia de países como Barbados y Belice, requieren la reapertura de las embajadas. Su origen anglo los erigen como alternativas interesantes para intercambio académico y de perfeccionamiento del inglés, sumado a una valiosa oportunidad para profundizar en el  conocimiento de nuestra cultura e idiosincrasia caribeña. 

Por último, por población, territorio y recursos, la mayor parte de analistas internacionales  consideran a Colombia como una potencia secundaria regional. (Pastrana & Vera, 2012). En Suramérica, durante la administración Santos Calderón y la actual, se ha propugnado por construir un liderazgo regional en algunos temas: lucha global contra las drogas, desarrollo sostenible y la cooperación, son líneas temáticas en las se han obtenido avances interesantes. Sin embargo, se requiere mayor vehemencia frente a la región Caribe. Desde la perspectiva de la seguridad tradicional y la humana, nuestro territorio marítimo enfrenta grandes amenazas. 

Por último, el narcotráfico y el calentamiento global deben posicionarse como temas estratégicos en materia internacional frente al Caribe. El país debe posicionarse como un articulador que lidere consensos y soluciones en dos espectros que afectan las dinámicas económicas y sociales de la zona continental más diversa étnica, lingüística y culturalmente. 

Bibliografía

Tickner, A. (2007). Intervención Por invitación. Claves De La política Exterior Colombiana Y de sus debilidades principales. Colombia Internacional , 90-111.

Galeano , H., Badillo, R., & Rodriguez, M. (2019). Evolución de la política exterior exterior de Colombia, en el periodo 2002-2018. Oasis.

Pastrana, E., & Vera, D. (2012). Estrategias de la política exterior de Colombia en su calidad de potencia secundaria de Suramérica. En E. Pastrana, S. Jost, & D. Flemes, Colombia y Brasil: ¿Socios estratégicos en la construcción de Suramérica? (págs. 187-236). Bogotá : Pontifica Universidad Javeriana.

Querido lector: nuestros contenidos son gratuitos, libres de publicidad y cookies. ¿Te gusta lo que lees? Apoya a Contexto y compártelos en redes sociales.

Héctor Galeano David

Magister en Resolución de Conflictos y Mediación – Phd (c ) en Ciencias Sociales. Académico con más de 20 años de experiencia. Especialista en América Latina y política exterior colombiana. Analista y columnista para diversos medios nacionales e internacionales

 

 

https://pitta-patta.com/