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Durante el desfile por la Vía 40 el público aplaude la danza de Indios e Indias de Trenza Chimila, una de las tradicionales danzas de indios del Carnaval de Barranquilla que evocan el pasado indígena de la región Caribe. Foto: Jesús Rico.

La danza de Indios e Indias de Trenza Chimila, una joya del Carnaval de Barranquilla a la que la muerte no doblegó

por | Abr 8, 2022

Por Eduardo Patiño M. y Alberto M. Coronado

Tras el fallecimiento en 2020 de su guardiana, Dora Thomas, la tradicional danza logró soportar el embate de la pandemia para renacer en el Carnaval 2022. Crónica de una manifestación folclórica tejida por varias generaciones de mujeres.

A fines de la década del 50 del siglo pasado, llegó de Ciénaga a Barranquilla una mujer llamada Dora Thomas Meléndez. Tenía entonces 25 años y cargaba en su maleta, además de ropa, dos anhelos: abrirse paso en una urbe en crecimiento de la que poco o nada conocía, y llevar a esta ciudad con carnaval una danza que en 1935 su madre, Dilia Meléndez, había fundado en las áridas calles de Isla del Rosario, un pequeño corregimiento jurisdicción de Pueblo Viejo, en el departamento del Magdalena.

El nacimiento de esa representación, que se bautizaría con el nombre de danza de Indios e Indias de Trenza Chimila, tiene su propia anécdota: en su adolescencia, Dora Thomas iba todos los años a los desfiles del Carnaval de Ciénaga y llegaba a su casa asombrada a contarle a su mamá sobre las danzas de diablos y los disfraces que veía. Su interés despertó en la madre la idea de que Dora liderará la danza de Indios de Trenza que ya ella había llevado a los carnavales de Ciénaga y Santa Marta. Un día, Dilia le preguntó a Dora, quien entonces tenía 15 años, si le gustaría presentar la danza. La respuesta no pudo ser otra que un sí y pronto su padre, Magdaleno Thomas, un dedicado jornalero, llevó a su parcela una vara de dos metros y medio de altura a la que madre e hija le amarraron doce cintas de colores que entrelazaron junto a un grupo de vecinos danzando al son de un tambor y una flauta.

La danza, relataba su madre, evocaba un ritual con el que los indios Chimila –una tribu guerrera que en el siglo XVIII protagonizó constantes rebeliones armadas en el Caribe colombiano para defender sus tierras de la expansión de los colonizadores españoles–, se entretenían, bailaban y descansaban de sus largas jornadas de recolección de oro.

En Barranquilla, Dora conoció por azar a María Gómez Serrano. Dueña de varios puestos de venta en el populoso mercado de la calle 30, y carnavalera confesa siempre dispuesta a ayudar al prójimo, María solo era un par de años mayor que Dora, pero al conocerse sus vidas se entrelazarían, creando un vínculo filial y folclórico.

Aconsejada por su nueva amiga, Dora Thomas inscribió la danza para recibir algunos recursos económicos y con otros propios, en 1960, los Indios de Trenza Chimila debutaron en el Carnaval de Barranquilla. La historia de esta expresión festiva con 87 años de existencia –62 de ellos en el Carnaval de La Arenosa–, empezaba a escribir un nuevo capítulo.

La danza evocaba un ritual con el que los indios Chimila –una tribu guerrera que en el siglo XVIII protagonizó constantes rebeliones armadas en el Caribe colombiano–, se entretenían, bailaban y descansaban de sus largas jornadas de recolección de oro.

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Antes de su cita en la Gran Parada de Tradición, un grupo de adolescentes que hacen parte de la danza dan los últimos retoques a su maquillaje y atuendos. Foto: Jesús Rico.

Los Chimila, el pueblo de la “gente propia”

Los Chimila o Ette Enaka (gente propia), son un pueblo amerindio cuyo territorio, hasta el siglo XVIII, comprendía el piedemonte de la Sierra Nevada de Santa Marta; la isla de Mompox y la Ciénaga de Zapatosa; la ribera derecha del río Magdalena, el río Ariguaní y el río Cesar.

En aquella centuria el territorio chimila fue sometido a la invasión de hacendados españoles, hecho que desplazó a los indígenas obligándolos a vivir en poblados reducidos. Con la llegada del siglo XIX y la Guerra de Independencia en Colombia, los Chimila dejaron los poblados y se internaron en las selvas, especialmente en la cuenca del río Ariguaní.

La Historia registra cómo en febrero de 1914 el antropólogo sueco Gustaf Bolinder arribó al puerto de Santa Marta. Su viaje tenía como objeto recolectar materiales arqueológicos y etnográficos de las zonas del litoral y la Sierra Nevada de Santa Marta para el Museo de Gotemburgo, en Suecia. En una de sus investigaciones, Bolinder se refiere a este pueblo indígena de antiguos guerreros: “Los chimila antaño fueron un pueblo grande y poderoso. Durante la Conquista eran, según las crónicas de la época, ‘casi totalmente salvajes’. Andaban desnudos y usaban flechas envenenadas, algo que continuaron haciendo durante varios siglos después. Se dice que otras tribus eran más cultas cuando llegaron los conquistadores. Aparentemente, aún en la mitad del siglo pasado, seguían haciendo peligroso el tráfico de canoas por el río Magdalena”.

En otro aparte, prosigue el antropólogo sueco: “Antes de la llegada de los blancos, los chimila vivían más arriba en la Sierra. Habrían habitado lo que hoy es Pueblo Viejo. Si eso realmente fue así, es comprensible que sucumbieran después de que los indios de la Sierra y los españoles los obligaran a replegarse hasta las insalubres selvas húmedas. Y es que el lenguaje y la cultura de los chimila son completamente distintos a los de los indios del macizo”.

Víctimas de la violencia y el desplazamiento –desde la ejercida por los colonizadores hasta la más reciente infligida por la guerrilla y grupos paramilitares–, en la actualidad los Ette Enaka habitan en resguardos en los departamentos de Magdalena y Cesar. Issa Oristunna (Tierra de la nueva esperanza), Ette Buteriya (Pensamiento verdadero), y Naara Kajmanta (Nuestra madre), son algunas de las áreas que en municipios como Sabanas de San Ángel, El Copey, y el corregimiento de Gaira, en Santa Marta, ocupa este pueblo nacido bajo el signo de la resistencia y cuya presencia y expresiones recreadas por habitantes del Magdalena, como la danza de Indios e Indias de Trenza Chimila, migrarían al espacio festivo del Carnaval de Barranquilla. 

 

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La danza convoca a jóvenes que año tras año salvaguardan una tradición que ya se acerca a los 100 años de existencia, 62 de ellos en el Carnaval de Barranquilla. Foto: Jesús Rico.

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La expectativa alta y los retoques de última hora a los atuendos no pueden faltar. La danza de indios Chimila regresa al Carnaval de Barranquilla después de casi dos años. Foto: Jesús Rico.

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Dora Thomas trajo la danza de Indios Chimils al Carnaval de Barranquilla a fines de la década del 50. Su carisma y perseverancia le aseguraron a esta manifestación un espacio propio en el Carnaval de Barranquilla. Foto: El Heraldo.

El último Carnaval de Dora Thomas

Año tras año, de manera ininterrumpida durante seis décadas, Dorita, como ya era conocida en Barranquilla, sacó adelante su danza siempre que el calendario marcaba la fecha del Carnaval. Cada vez eran más las personas que se sumaban a esta expresión y más los elogios hacia los indios e indias por su disciplina y vistosidad durante los desfiles.

Con el pasar de los años, Dora Thomas llegó a ser considerada un tesoro vivo de las fiestas, una leyenda cuyo ejemplo de carisma y perseverancia llevó a que en 2003 su danza integrara la lista de expresiones del Carnaval de Barranquilla que le permitieron a esta festividad su proclamación como Obra Maestra del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, algo impensable para aquella Dora quinceañera que corría por las polvorientas calles buscando amigos que se sumaran a la danza de su madre.

Pero a toda historia, incluso a la más festiva, le llega su final, y la muerte habría de enlutar a la danza de Indios e Indias de Trenza Chimila. Dora Thomas, alma y arte de esta expresión, murió el 7 de julio de 2020 a la edad de 84 años, en medio del embate del primer pico de la inesperada pandemia de COVID-19. Complicaciones renales de las que no se pudo recuperar se llevaron a una leyenda viviente de las fiestas que en vida recibió merecidos reconocimientos por parte del público y las autoridades locales. Su obra la hizo ganadora del Premio Aporte a la Tradición y de una decena de Congos de Oro.

La pandemia puso en puntos suspensivos la realización del Carnaval por espacio de casi dos años, una situación que solo había tenido lugar a principios del siglo XX durante la Guerra de los Mil Días, y por la muerte del futbolista Romelio Martínez y otros barranquilleros en el accidente aéreo del cerro El Tablazo, ocurrido en un vuelo que cubría la ruta Barranquilla-Bogotá el 15 de febrero de 1947, sábado de Carnaval.

¿Sobreviviría la danza de Indios e Indias de Trenza Chimila a la ausencia de su cacica? ¿Quién continuaría el legado de Dora con el mismo empeño que ella tuvo durante 60 años? ¿Qué hacer con la danza ante la inminente cancelación, debido a la pandemia, del Carnaval de Barranquilla 2021?

 

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A sus 85 años, María Gómez posa con su hija Nancy, quien ahora lidera la danza, una expresión carnavalera entrelazada por mujeres que guardan esta tradición venida del departamento del Magdalena. Foto: Jesús Rico.

2021 sin Carnaval, un año que muchos quieren olvidar

2021 fue quizá el año más difícil para esta danza tradicional. La ausencia de su guardiana y las restricciones sanitarias a causa de la pandemia que llevaron a las autoridades locales a cancelar el Carnaval, dejó fríos a los integrantes de los indios Chimila. Muchos, con la moral en el piso, perdieron toda motivación y abandonaron las filas de la danza.

No sería este el caso de Luisa Fontalvo, una adolescente de 17 años que desde los 9 desfila en ella y que continuó vinculada al grupo, a pesar de la noticia.

“Fue un año muy raro. No salir a desfilar en 2021 dejó un vacío que ni un carnaval de ocho días en 2022 llena. Todos, desde los más pequeños hasta los adultos del grupo tuvimos esa sensación de tristeza porque aunque éramos conscientes de la pandemia queríamos salir a la calle”, relata la adolescente.

Esmirna Molina, quien participó en la danza hace 30 años y ahora acompaña a su nieto al recorrido por el cumbiódromo, habla también del año sin Carnaval: “Entendimos que estábamos ante una situación que partiría en dos nuestra historia y aunque sabíamos que teníamos con qué sacar a la danza adelante, llegamos a pensar que era el final de los indios Chimila en el Carnaval. A pesar de eso, nos mantuvimos fuertes durante la pandemia. El año pasado hicimos la fiesta en nuestros corazones con el deseo de renacer este 2022 y fortalecer el legado de la danza”.

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Una última maquilladita antes de llegar a la Vía 40. Foto: Jesús Rico.

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Luego del embate de la pandemia, integrantes de la danza muestran orgullosos sus carnets de vacunación, indispensables para disfrutar de las fiestas. Foto: Jesús Rico.

Con el pasar de los años, Dora Thomas llegó a ser considerada un tesoro vivo de las fiestas cuyo ejemplo de carisma y perseverancia llevó a que en 2003 su danza integrara la lista de expresiones del Carnaval de Barranquilla que le permitieron a esta festividad su proclamación como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad de la Unesco.

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Luisa Fontalvo, una de las integrantes de la danza, posa para la cámara minutos antes del desfile. Con 17 años integra a los Indios de Trenza desde los 9 años, preservando así la tradición de esta manifestación folclórica. Foto: Jesús Rico.

En el Carnaval las mujeres salvaguardan la tradición

Es lunes 28 de marzo de 2022 y todo es expectativa y agitación entre los 30 representantes de la danza. Coloridos trajes de lentejuelas doradas por aquí, plumas coloridas sobre la cabeza por allá, gritos de “me falta el peinado”, y el inmancable retoque final de pegar una que otra pluma caída por el ajetreo, son la constante a pocas horas del regreso de la danza de Indios e Indias de Trenza Chimila a la Gran Parada de Carnaval.

A pesar del corre corre, cierto aire de nostalgia se respira en este “comando folclórico” ubicado en el popular barrio Ciudadela 20 de Julio. Es la primera vez que Dora no está y esto, sumado al parón de la pandemia, gravita entre los herederos de la tradición chimila. “Si Dorita estuviera aquí fuese la más emocionada por salir a desfilar”, se escucha decir a alguien en medio del trajín.

La primera en estar lista es María Gómez, quien meticulosamente revisa cada atuendo. Su experiencia en los desfiles inspira respeto a las jóvenes que se turnan retocando su maquillaje en un espejo grande de marco plateado ubicado en la sala de la vivienda.

“Es imposible echar al olvido su legado”, afirma sobre la pionera de esta expresión Nancy Mendoza, 57 años, hija de María Gómez y nueva guardiana de la danza, mientras se prepara junto a los integrantes que siguen llegando a su casa en este lunes de Carnaval.

Sin pensarlo dos veces, Nancy, quien desde los 7 años hizo parte de la danza, aceptó el reto de ser su directora. Su madre, María, a sus 85 años, dirige ahora la danza infantil. Ambas tienen un fiel propósito: extender el legado de los chimilas por muchos años más.

“Tengo una responsabilidad grande con mi tía Dora y con mi mamá. Son muchos años de tradición que no se pueden tirar a la basura. Con esfuerzo e incluso con recursos propios hemos invertido en mejores trajes para todos los integrantes de la danza”, cuenta Nancy. María tercia en la conversación para recordar a su entrañable amiga: “Era mi hermana de la vida. Nuestro cariño era tan grande que nos decían que teníamos un parecido físico. Su muerte me produjo un gran dolor, pero en su honor mi entusiasmo por la danza sigue intacto”.

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La danza de Indios Chimila y su anhelado regreso al  Carnaval de 2022, tradición que vence a la muerte y a la pandemia. Foto: Jesús Rico.

Unas horas más tarde, la danza de Indios e Indias de Trenza Chimila pisa por fin la Vía 40 y entre aplausos se pavonean entrelazando sus coloridas cintas al ritmo de la música para demostrar que en las almas de cada uno de los integrantes de esta tribu la danza está más viva que nunca.

Al igual que otras manifestaciones del Carnaval de Barranquilla, la danza de Indios e Indias de Trenza Chimila se mantiene hoy viva por el empeño de un grupo de mujeres que entre el siglo pasado y el presente han ido trenzando, con el cariño que solo despierta el Carnaval, los lazos de esta expresión festiva para demostrar que preservar la memoria de nuestros pueblos originarios es un acto de amor y resistencia cultural.

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Eduardo Patiño M.

(Barranquilla, Colombia, 1991) director y productor de radio y televisión de la Universidad Autónoma del Caribe. Trabajó como asistente de libretos en la bionovela del cantautor colombiano Diomedes Díaz, producida por el canal RCN. Ingresó al mundo periodístico en 2016, destacándose en la escuela de Formación Olga Emiliani, de El Heraldo. Fue redactor de noticias locales y de la página web del diario durante 4 años y luego ingresó como periodista de Ciudad y País del medio digital Contexto.

Alberto M. Coronado

Editor y periodista cultural egresado de la Pontificia Universidad Javeriana. Editó por más de un lustro las revistas Dominical y Latitud de El Heraldo de Barranquilla, diario donde adelantó una notable labor de periodismo cultural en el Caribe colombiano. Cuentos, crónicas literarias y entrevistas suyas han sido publicadas en revistas impresas y publicaciones web como El Magazín de El Espectador, revista Soho y La Silla Vacía. Ha trabajado con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo –PNUD de la ONU y en proyectos museográficos del Carnaval de Barranquilla. Actualmente es Editor jefe de Contexto.