Joselito Carnaval, tradición carnavalesca de la eterna muerte y resurrección. Foto: El Tiempo.
¿Cómo apareció o quién llevó la tradición de Joselito Carnaval? Fragmento de Joselito Carnaval. Análisis del Carnaval de Barranquilla publicado por la editorial Libra Libros.
Desde el mismo momento en que se inicia el período de las carnestolendas, nace Joselito Carnaval, representado por la Reina –que antes era representado por un Rey– cuyo reinado dura exactamente los días de Carnaval, como en la vieja tradición de los pueblos orientales y europeos, donde existían muchas formas de representar al ordenador o el “mandamás” de la fiesta. En algunos pueblos ser el “mandamás” costaba hasta la muerte, en otros se simulaba con un muñeco. En el caso de Barranquilla, el muñeco o la efigie aparece el último día de las carnestolendas, para ser llorado y luego enterrado; de ahí que digamos que la reina no es más que la representación de “Joselito Carnaval”, pues su “gobierno” muere con el Carnaval. Es lo que en la antigüedad se llamaba el Entierro del Carnaval.
En América el entierro del símbolo del Carnaval se encuentra en varios pueblos. Señalemos lo narrado por Augusto Raúl Cortázar en una aldea del Valle de Calchaquí, Argentina, donde el Carnaval finalizaba con el tradicional Pujilay –un maniquí lleno de trapos–, que paseaban por las calles montado en un burro, y al que le danzaban y por la noche lo lloraban para seguidamente ser enterrado debajo de un árbol. En Veracruz, México, el entierro aparece en la figura de Joao Carnaval, un maniquí que después de ser paseado por la población es enterrado el miércoles de ceniza. En otros pueblos con tradición carnavalera se realizan ceremonias similares. De todos modos, los aportes de los colonizadores españoles en el continente, en la mayoría de las fiestas religiosas, se aprecian a simple vista.
En torno a las fiestas de Carnaval en Barranquilla, es un tanto difícil determinar quién llevó esa tradición a la “Puerta de Oro de Colombia”. Sin embargo, los datos recogidos por el Maestro Guillermo Abadía Morales son importantes, como también algunos elementos aparecidos en la prensa o recogidos por el autor, según los cuales el Entierro del Carnaval en Barranquilla se realiza así: el último día de carnestolendas, martes de Carnaval, vecinos de un barrio cualquiera o de la calle, o de un grupo de amigos o amigas de una verbena, o socios de un Club Social, se reúnen y arman un muñeco con pantalón y camisa elegante y hasta saco, sombrero y zapatos finos; la cabeza es hecha de un calabazo o sencillamente de trapo: esta efigie está rellena con trapos viejos, papel, aserrín, y como todo buen señor que ha tenido una vida de francachelas y rumba lleva un puro (tabaco) entre sus labios. Acto seguido es colocado en una especie de camilla o en un féretro, y el grupo se disfraza de señoras cerradas de luto. Una de “ellas” decide ser la “esposa” y sigue sollozando, gritando histéricamente que su “esposo”, “Jose”, se ha muerto por bebedor, parrandero, sinvergüenza, irresponsable y “la” ha dejado “sola” y “desconsolada” y sin la leche de los “pelaos”; el resto de amigos lo carga y llora amargamente en solidaridad con la “viuda”, a quien van consolando.
Existió un personaje que se disfrazaba de mujer vestida de luto, y salía llorando por las calles de la ciudad con un muñeco, como símbolo del evento que acababa de finalizar, al cual llamaban con el nombre de ‘Joselito Carnaval’.
El recorrido es grande y se realiza por las principales calles del barrio de influencia o de residencia del grupo protagónico. No existe, pues, un “Joselito” general para toda la ciudad, como es el caso de la reina, sino que cualquiera puede sacar uno y recorrer las calles. Lo importante del acto es que “la” que llora y su grupo de dolientes se acercan a las casas de otra gente, que se va sumando a la procesión fúnebre y llora e improvisa versos y sátiras en contra del gobierno, se denuncia el estado de los servicios públicos, en fin, el acto se convierte en una acción de burla a la sociedad en general. Pero algo que unifica a los grupos de plañideras y a todos los Entierros del Carnaval es el grito universal de ¡Ay! Jose, te fuiste para siempre; no te vayas, Jose, situación ésta que aprovechan los “dolientes” para invocar: Cuándo volverá a vení / Joselito Carnavá, así mismo, se pide un “auxilio” económico para el supuesto entierro del muerto, que no es más que el Entierro del Carnaval. Lo cierto es que familias enteras disfrutan del espectáculo, al que premian con aguardiente, ron caña, dinero, maicena, agua y, por qué no, con un suculento sancocho costeño. Una novedad de la empresa organizadora del Carnaval es que en la carrera 54, bulevar de Los Fundadores, organiza un evento tipo desfile llamado Joselito se va con las cenizas.
Ahora bien, ¿cómo apareció o quién llevó esta tradición a Barranquilla? Notas recogidas por el Maestro Abadía señalan que existió un personaje que se disfrazaba de mujer vestida de luto, y salía llorando por las calles de la ciudad con un muñeco, como símbolo del evento que acababa de finalizar, al cual llamaban con el nombre de “Joselito Carnaval”. Este personaje fue el señor Nicolás Ariza, de quien se dice fue el inventor de tal tradición, que hoy aún se conserva. Al respecto afirma Abadía: “Sobre Nicolás Ariza se sabe que era auriga (hoy ‘cochero’), muy apreciado en Barranquilla por lo ingenioso y festivo; que fue de los liberales que se sublevaron aquí el 20 de octubre de 1899 en la Guerra de los Mil Días y regresó después de firmada la paz en Ciénaga. Era el primero en disfrazarse el 20 de enero de cada año y los sábados y domingos sacaba hasta tres disfraces diferentes”.
Este acontecimiento se repite en casi todos los barrios de la ciudad, pero de todos modos se constituye en un acto masivo, pues hay numerosos escenarios que generalmente coinciden con el sector social a que pertenecen, es decir, los grupos “artísticos” se desplazan por los sectores aledaños a sus sitios de residencia. Una diversión que se realiza paralela a la anterior es la tiradera de agua o “mojar” a la gente en la calle. Aquí es válido señalar cómo en los pueblos orientales existió una fiesta pagana denominada del agua; no debemos olvidar que entre los cristianos ha sido tradición el bautismo con agua bendita, como símbolo de purificación. En la Roma antigua este símbolo se recordaba en las fiestas, cuando al salir de “Carrus Navalis” a la calle, los personajes que se encontraban dentro de él rociaban perfumes y agua de rosas sobre los múltiples asistentes al espectáculo. Enrique III, Rey de Francia, para la época de carnaval les echaba agua a los transeúntes. En Barranquilla muchos muchachos y viejos subidos en carrozas, motocicletas, bicicletas, patines, carro-mulas o simplemente a pie, llevan recipientes llenos de agua y proporcionan una “mojadita” a quien se atraviese. De esta forma toda la gente se hace partícipe del último día de jolgorio carnavalero, en el que el trago y el baile continúan siendo comunes.
Joselito Carnaval. Análisis del Carnaval de Barranquilla, obra del sociólogo Edgar Rey Sinning reeditada por la editorial Libra Libros.
Al caer la noche los que aún tienen fuerzas y dinero, se entregan a la última parranda, bien sea en los clubes, bailes populares, casetas o en casas, para despedir el Carnaval. En las casetas y verbenas el parrandón finaliza a las dos o tres de la mañana, cuando se comienza el desmonte de los escenarios (igual situación ocurre en los lugares preparados en el Paseo Bolívar), a fin de preparar la ciudad para que los católicos piadosos se acerquen a la iglesia muy temprano a ponerse la ceniza y darle el adiós a la carne, que simbólicamente dura cuarenta días, en los cuales debe comerse solamente pescado, período denominado de vigilia. En ese momento de la ceniza también se les recuerda que “polvo eres y en polvo te has de convertir”. Además, los sectores capitalistas reanudan sus ventas y en general sus quehaceres cotidianos, en busca de seguir amasando y acrecentando su capital.
La muerte del Carnaval, que desde épocas remotas se celebra en varios países del mundo, tuvo, como señalamos inicialmente, un propósito religioso, cuando al existir la creencia en la reencarnación de los dioses se les daba muerte, a fin de que la naturaleza no se corrompiera olvidándose de sus pobladores (aquí los hombres vivían del fruto de la tierra). Más adelante, el pueblo romano recuerda a Saturno, quien les enseñó todo lo relacionado con el trabajo de la tierra. Con la desaparición de este dios, los hombres vieron la necesidad de realizar trabajos duros y de sufrir las diferencias de clases. Por este motivo, se festejaban las saturnales romanas, que finalizaban con el entierro de Saturno, para recordarlo así todos los años. En muchos otros pueblos esa tradición aparece con los llamados “reyes temporeros”, de algunos de los cuales hablamos antes.
Hoy la gente entierra a “Joselito Carnaval” y entierra con él la única “oportunidad” anual que tiene de divertirse. Se debe destacar que el aspecto religioso no tiene ya ninguna trascendencia en este momento, pues la gente encuentra con ese pretexto una buena oportunidad de pedir limosna, caso en el cual se valen del ambiente de diversión en que vive la ciudad en esta época. Se satiriza el mal gobierno y se denuncia entre chistes el malestar económico. Aquí los espectadores pagan el ingenio, pero al mismo tiempo están sintiendo una identificación con todo esto que surge humorísticamente; ese ingenio brota de un sentimiento popular, sentimiento de un cotidiano vivir, de un diario luchar. Pues bien, eso que aquí llamamos ingenio no es otra cosa que la disposición y habilidad que tienen los hombres para crear ambientes artificiales, que reflejan situaciones reales. Cuando toda esa explosión de “espontaneidad” y alegría finaliza, la ciudad continúa su ritmo rutinario de acelerado progreso, valiéndose del trabajo de unos y del goce de otros. La reina o reinas no se entierran (o mejor los reyes, porque en la historia no se encuentran reinas sino reyes), más sí, en su lugar, “Joselito Carnaval”.
¡Adiós Jose! ¡Hasta el próximo Carnaval!
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Edgar Rey Sinning
Sociólogo y Doctor en Historia de América Latina. Mundos Indígenas. Se ha desempeñado como docente universitario en pregrado y posgrado. Actualmente es docente de tiempo completo ocasional e integrante del grupo de investigación Historia Empresarial y Desarrollo Regional de la Universidad del Magdalena. Sus trabajos de investigación han estado orientados a la historia y la cultura caribe, con énfasis en fiestas y carnavales. Entre sus libros más destacados están: Cultura popular costeña: del carnaval al fútbol; El Carnaval: la segunda vida del pueblo; El hombre y su río; y Fiestas, fastos y duelos: orden y conformación social en Santa Marta, siglo XVIII.
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