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La poesía y la ficción novelada son dos de los géneros que el escritor barranquillero Jaime Manrique Ardila ha cultivado en una carrera de casi 50 años.

De paso por Barranquilla, Jaime Manrique, escritor colombiano radicado en Nueva York, conversó con John Better sobre poesía, la luna, y su romance con el desaparecido escritor caleño Andrés Caicedo.

Es una mañana luminosa de finales de febrero. Espero en el lobby a que aparezca el escritor barranquillero Jaime Manrique Ardila,  una de las grandes figuras vivas de la literatura contemporánea. Me acompaña una mujer menuda ya entrada en años, quien también lo espera. La reconozco, es la gestora cultural Sara Neuman, hija del talentoso músico barranquillero Hans Federico Neuman. “Le traigo una carta a Jaime”, dice, y me extiende un antiguo papel mecanografiado por ambos lados. La carta trae un poema al final. ‘Al tanto’, es su título. En el primer verso, leo: “Puedo empezar a ver las rosas sin pensar en sus espinas”. El poema fue escrito hace más de cincuenta años e hizo parte de su primer poemario titulado Los adoradores de la luna, libro que editorial Planeta ha reunido junto a casi toda la obra de Manrique, la cual abarca libros como Nuestras vidas son los ríos, biografía novelada sobre Manuela Saenz o Luna latina en Manhattan.

Los adoradores de la luna apareció originalmente en 1976, un texto dark y romántico que desnudaba a un joven poeta y sus más íntimas fascinaciones homoeróticas y percepciones de un mundo recién descubierto. Esta edición de Planeta reúne cinco décadas de lo que han catalogado como su mejor poesía gay hasta la fecha. El libro abre con dos textos claves: ‘Los lobos’ y ‘El sótano’, poemas que reflejan la pasión rebelde que lo invadía en esos años.

“‘Los lobos’ es un poema de amor que tiene como génesis una pintura que vi en el Museo de  Historia Natural. Yo estaba encaprichado con un profesor en Nueva York que me llevaba casi treinta años. Él percibió mi enamoramiento como algo imposible de llevar a cabo”, comenta Manrique, ya instalados en la terraza del hotel con su entrañable amiga Sara.

El amor también es un lobo
es un andar por un bosque oscuro
es tan solo un vidrio que nos separa…

(Fragmento del poema ‘Los lobos’)

“A Andrés Caicedo lo conocí hace muchísimos años en un Festival de Cine de Cartagena. Era hermoso y me enamoré de inmediato, como suelo enamorarme, solo necesito cinco minutos”, afirma el escritor barranquillero Jaime Manrique.

Portada del primer poemario de Manrique, publicado recientemente por editorial Planeta.

La edición original de Los adoradores incluía veinte poemas del autor y una serie de traducciones al español de poetas suicidas norteamericanos: “Es algo raro, pero en esa época estaba de moda algo tan tenebroso como el suicidio”, afirma Manríque, y justo en ‘Carta a Andrés Caicedo’,  se explora en un tono melancólico este sensible tema. A Manrique y Caicedo los unió más que una amistad, podríamos decir que el deseo juvenil los eclipsó mutuamente. Llegaron a plantearse la posibilidad de una vida juntos en donde la luz de la luna pudiese iluminarles. Pero a Caicedo la oscuridad lo llevó a ese lugar real donde la luna es solo un asteroide oscuro y helado.

“A Andrés Caicedo lo conocí hace muchísimos años en un Festival de Cine de Cartagena. Era hermoso y me enamoré de inmediato, como suelo enamorarme, solo necesito cinco minutos. Justo ayer pasó, me enamoré de un gatito que molestaba debajo de la mesa”, comenta Manrique y bebe un poco del jugo tropical que le han servido. 

“Con Andrés Caicedo teníamos planes, hacer una película, vivir cada uno haciendo lo que amaba. Y claro, la atracción física fue muy fuerte”. Manrique recuerda con algo de amargura su juventud y su paso por algunos colegios de Barranquilla en donde fue víctima de matoneo por su carácter sensible hacia todo lo relacionado al arte, y aunque muchas veces se sintió acorralado entre quienes lo señalaban de “rarito”, a diferencia de Caicedo, Manrique sabía que su destino era escribir. Y para eso ha vivido.

Concluimos el tema del autor caleño y seguimos caminando sobre esa luna que es una constante figura fantasmal dentro de toda la obra de nuestro autor costeño, radicado hace cincuenta años en Nueva York, pero con un espíritu caribe intacto. 

“Al igual que Robert Graves, Safo, García Lorca, o mi amigo Reinaldo Arenas, yo rindo culto a la luna. Justo ayer al lado de la piscina miraba el cielo y estaba casi llena, con toda su mística que ha inspirado a grandes como San Juan de la Cruz o Sor Juana Inés. La luna es la invocación de Dios y el infinito. Rige mares y las cosechas”, concluye Manrique. Su repentino silencio y sus pequeños ojos que quizá hayan visto casi todo, nos cuentan ya el resto de la historia. El escritor regresará en pocas horas a su otra ciudad de rascacielos y prisas, lo perseguirá siempre esta luna, la de anoche, la que lo guió por los más oscuros pasillos presa del  alcohol y los excesos del pasado, o esa llena y brillante que vio hace mil años cuando tal vez era un lobo libre y al acecho.

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John Better

Poeta y escritor barranquillero autor, entre otros, de los libros China White (2006), Locas de Felicidad (2009) y las novelas A la caz(s)a del Chico Espantapájaros (2016) y Limbo (2020).