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‘Maelo Rivera’, una voz inconfundible en el panorama musical afroantillano.

Hace 92 años, en Santurce, Puerto Rico, nació el célebre cantante puertorriqueño que revolucionó la forma de cantar la salsa. Maelo, revisitado a través de sus canciones.

Si estuviera vivo, Ismael Rivera, el inolvidable ‘Sonero Mayor’, festejaría hoy 5 de octubre su cumpleaños número 92. Con seguridad, los amantes de la música afroantillana hubiesen festejado tal acontecimiento. Maelo, como era conocido entre sus allegados, nació en 1931 en Santurce, el barrio más antiguo y más poblado de San Juan, Puerto Rico.

Fue el segundo de los seis hijos procreados por Margarita Rivera García, ama de casa de relevante talento para la composición, y Luis Rivera Esquilíne, carpintero ebanista. La familia residía en la calle Calma, en el sector conocido como Villa Palmeras, cercano a Loiza Aldea. El primogénito de los Rivera Rivera, Carlos, fallecería a los ocho meses de haber emergido del vientre materno.

De Margarita, mejor conocida como ‘Doña Margot’, Maelo dijo siempre en las entrevistas que concedió que además de haberle legado la vena musical, representaba la fuente prolífica de la que tomó la alegría y el sabor. De hecho, ‘Doña Margot’ es la compositora de la guaracha ‘Las ingratitudes’, y del ritmo oriza ‘Maquino Landera’, dos de los grandes éxitos que alimentaron el repertorio de Cortijo y su Combo, grabados en 1957.

Así fue que yo pude ver,
Así fue que yo pude ver,
Así fue que yo pude ver,
las ingratitudes de esa mujer…

Desde su más tierna edad, Ismael demostró  sus habilidades para la música. Más adelante, con frecuencia, se le vería cantar con pasión en las soleadas mañanas en las que se desempeñaba como ayudante de albañilería.

Maelo Conoció a Rafael Cortijo cuando ambos eran niños, antes de que los dos incursionaran en la música: entablaron una amistad para toda la vida.

Con solo 13 años, Ismael Rivera hizo sus pininos en el canto. La orquesta de Francisco Ángel Bastar, mejor conocido como Kako, le sirvió como plataforma de fogueo, en tanto que su amigo Rafael Cortijo empezó a mostrar su destreza para la ejecución del bongó en la orquesta de Monchito Mulley.

Auge y caída de un músico singular

Al campo de las grabaciones llegó Ismael Rivera en 1954. Por recomendación de su amigo Rafael Cortijo, la Orquesta Panamericana, del boricua Lito Peña, le dio la oportunidad estelar. En esa colectividad se reunió por primera vez, en el terreno musical, con su pana de infancia.

Con la Panamericana, Ismael registró en los surcos del disco varias canciones que son atesoradas por los coleccionistas, entre ellas ‘La sazón de mi abuela’, ‘La vieja en camisa’, ‘Beautiful girl’ y su primer gran éxito: ‘El charlatán’.

Tras independizarse en 1954 de la orquesta Panamericana, Cortijo fundó su propia agrupación, la cual bautizó con el nombre de Cortijo y su Combo, y vinculó como cantante a Sammy Ayala, llamado ‘El Caballero de la Plena’. A ese combo entró, en 1956, Ismael Rivera, quien le daría un trascendental cambio a la agrupación.

Durante seis años, entre 1956 y 1962, Rafael Cortijo e Ismael Rivera conformaron una férrea dupla generadora de sabor, bajo el sello Seeco, del empresario estadounidense de ascendencia judía Sydney Siegel. En ese ciclo dorado produjeron una serie de canciones que alcanzarían la categoría de clásicas, entre las que sobresalen ‘El negro bembón’, ‘Quítate de la vía Perico’, ‘La crítica’, ‘Severa’, ‘María Conchita’, ‘Perfume de rosas’, ‘Mañana es domingo’, ‘Tuntuneco’, ‘Soy del campo’, ‘Un telegrama’, ‘Llorando me dormí’, ‘El chivo de la campana’, ‘Calypso, bomba y plena’ y ‘Volare’.

Durante seis años, entre 1956 y 1962, Rafael Cortijo e Ismael Rivera conformaron una férrea dupla generadora de sabor, bajo el sello Seeco, del empresario estadounidense de ascendencia judía Sydney Siegel.

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Ismael Rivera deconstruyó la forma de cantar la salsa. Artistas como Cheo Feliciano, Ruben Blades y Héctor Lavoe admitieron haber sido influenciados por el Sonero Mayor.

Cortijo e Ismael grabaron 17 discos de larga duración, e incurrieron en desórdenes en sus vidas personales; el Combo de Cortijo se disolvió en 1962, luego de que Rafael e Ismael fueran detenidos en el aeropuerto Muñoz Marín de Puerto Rico por posesión de drogas prohibidas. Venían de ofrecer una triunfal presentación en Venezuela.

A las pocas semanas, los integrantes de la banda, encabezados por Rafael Ithier, decidieron hacer tolda aparte y crear su propia agrupación. Nació de esa manera El Gran Combo de Puerto Rico, pero esa es otra historia. Entre tanto, Maelo saboreaba el trago amargo de la soledad y el encierro. Fue condenado a cinco años y estuvo recluido en varias cárceles.

Tras vivir una aborrecible experiencia en ‘Las tumbas’, penitenciaría de varios calabozos subterráneos, Maelo recobró la libertad en 1965 por buena conducta. Le tocó empezar de nuevo. Muchos de sus compatriotas en Puerto Rico lo rechazaron. Habían olvidado los buenos momentos que les hizo pasar con su música.

Decidió establecerse en Nueva York, donde maduró la idea de retomar la senda musical y crear su propia agrupación. Fue así como al despuntar 1969 se reunió con varios músicos amigos: Manolin González (saxofón) Javier Vázquez (piano) Johnny Goicurria (bajo guitarra) ‘El chino’ (congas) Vitin González (bongos), Carlos ‘Rigo’ Malcom (timbales) y el trompetista dominicano Héctor De León Cabeza, quien lideró los arreglos. Surgió así Ismael Rivera y sus Cachimbos. El repertorio se nutriría de canciones que hoy son atesoradas por los coleccionistas: ‘El pañuelito’, de Plácido Acevedo; ‘Mi jaragual’, de Felipe Rosaio Goyco; ‘Dime por qué’, del colombiano Pedro García Díaz, y ‘Las tumbas’, que Bobby Capó compuso, inspirado en la tétrica vivencia de Maelo en la cárcel.

Tras un paso fugaz por las Estrellas de Fania y de algunas presentaciones desteñidas a causa de la pérdida de su voz, la muerte lo sorprendió en su casa materna, en la calle Calma de su Santurce del alma, tras sufrir un letal infarto de miocardio. Estaba en compañía de su madre y su hijo Carlos. Fue llevado de inmediato a un centro hospitalario, donde al llegar, a las 5:33 de la tarde de aquel 13 de mayo de 1987, el médico que lo recibió dijo que no había nada qué hacer.

Gracias al sabor inacabable de su voz, perpetuada en las grabaciones y en el recuerdo de una vasta masa de seguidores, Ismael Rivera sigue vigente y bañándonos con su alegría contagiosa.

Fausto Pérez Villarreal

Barranquilla (1965). Comunicador Social-Periodista, profesor de la Universidad Sergio Arboleda sedes Barranquilla y Santa Marta. Dos veces ganador del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. En 2014 fue finalista del Premio Internacional de Puerto Rico, entregado en Madrid.