Diferentes áreas del conocimiento han estudiado el fenómeno de la corrupcion. En su análisis y entendimiento están las claves para combatir este flagelo.

No hay duda de que la corrupción es uno de los tópicos que más importa a los colombianos. En varias de las encuestas de percepción sobre la situación del país, se ubica entre los tres primeros problemas que señalan los encuestados. En el 2018, la consulta anticorrupción obtuvo más de 11 millones de votos y el problema ha hecho parte de las recientes protestas sociales. En los últimos años ha surgido una nutrida literatura que aborda el tema desde varias disciplinas del conocimiento, la cual ayuda a entender el concepto. Este breve ensayo describe tres aspectos presentes en los estudios elaborados en el país y el mundo: la definición, los enfoques en el estudio y los datos disponibles para el análisis.

La corrupción se asocia principalmente al robo de los recursos públicos y a la compra de votos, pero también se llama corrupto al policía de tránsito que acepta un soborno a cambio de no poner una multa a un infractor. La primera impresión es que no hay una relación clara que une estos dos eventos a pesar de ser casos de corrupción. La realidad es que la corrupción debe ser entendida como un término “paraguas” (Rothstein & Varraich, 2017), que incorpora múltiples tipos como la captura del estado, el soborno generalizado y el particularismo político.

El punto de partida de las discusiones siempre debe ser la definición del término. A pesar de que la corrupción presenta una definición ambigua que depende del contexto sociocultural donde ocurren los actos, en Colombia suele definirse como “el abuso o desviación del poder encomendado”. A pesar del consenso existente en esta definición, uno de los retos más importantes para entender este concepto es incorporar los diferentes grados de complejidad de actos de corrupción. A partir de la propuesta de Isaza (2018), hemos realizado una tipificación de la corrupción incluida en el Cuadro 1.

 

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Cuadro 1: Tipos de corrupción y ejemplos. Fuente: Adaptado de Isaza (2018), ejemplos propios. 

Bajo este esquema se plantean la corrupción generalizada y la organizacional como los fenómenos de mayor escala y, por consiguiente, los más difíciles de controlar. La generalizada o sistémica hace referencia a las prácticas corruptas que hacen parte de las normas sociales (Isaza, 2018). Por su parte, la organizacional implica un organismo particular, generalmente de carácter complejo, que puede involucrar agentes de cualquier sector y puede utilizar actos de corrupción de menor escala para cumplir su propósito. La corrupción privada y pública presentan un grado de complejidad similar donde se busca evitar las agencias de control. La pública involucra al aparato administrativo y político del Estado para incurrir en actos de corrupción. Toda esta variedad en los tipos de corrupción está presente en el Código Penal Colombiano.

Teniendo una base sobre lo que es la corrupción, es importante entender cómo se analiza desde diferentes disciplinas académicas. Las principales áreas del conocimiento que se han encargado de esta labor son la economía, las ciencias políticas, el derecho, la sociología y la psicología social. Cada una tiene una aproximación particular al fenómeno, lo que finalmente influye en la identificación de su origen y causas y en las recomendaciones de política para solucionarlo.

Desde la economía se entiende la corrupción como un problema en donde el principal (los ciudadanos) contrata a un agente (funcionario público) para realizar una tarea, pero es difícil asegurar que este último lo haga con el interés del principal. En consecuencia, el problema es la alineación de intereses entre el funcionario y los ciudadanos y para esto se crean leyes y se ajustan incentivos económicos. La corrupción dependerá del poder monopólico sobre un bien o servicio, la discreción de los funcionarios, la rendición de cuentas y el grado de transparencia. A partir de este marco conceptual se han desarrollado las principales políticas anticorrupción en el mundo sin muy buenos resultados al momento (Mungiu-Pippidi, 2015).

La ciencia política aborda la corrupción como un problema asociado a la estructura y el ejercicio del poder en la sociedad, principalmente en la esfera pública por la relación directa entre el gobierno y los ciudadanos.

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Foto: Kyle Brinker. Unsplash.

En la rama del derecho, se entiende la corrupción como las desviaciones frente a las normas. Esta rama estudia los efectos sobre la legitimidad, mantenimiento y consolidación del Estado de derecho. Un problema de esta aproximación es que la división entre lo legal e ilegal excluye actos corruptos que son legales. Por ejemplo, el lobby que surge a partir de la financiación de campañas electorales por parte de gremios para que los representantes defiendan los intereses del gremio, es legal, pero cae en una zona gris para muchas personas. Colombia cuenta con un arsenal jurídico importante, tanto en leyes como en instituciones, pero es ineficaz controlando el problema.

Por otro lado, la ciencia política aborda la corrupción como un problema asociado a la estructura y el ejercicio del poder en la sociedad, principalmente en la esfera pública por la relación directa entre el gobierno y los ciudadanos. La corrupción se estudia bajo la gobernanza, donde se analiza la relación entre la rendición de cuentas, la calidad y la capacidad institucional, y entre las elecciones, la contratación estatal y el proceso legislativo.

Por su parte, los sociólogos estudian la corrupción como una práctica social que se encuentra en tensión con patrones de comportamiento reconocidos como válidos en una sociedad, es decir, el papel de la cultura en la corrupción. En la psicología social, las normas sociales se forman a partir de las expectativas empíricas —si creo que los demás son corruptos, yo también lo seré— y las expectativas normativas —si creo que los demás esperan que me comporte correctamente, debo hacerlo—. Un ejemplo para entender esto se presenta en el estudio de Fisman & Miguel (2007), en el que encuentran que los diplomáticos que más cometen infracciones de tránsito en Nueva York son aquellos que provienen de países con índices de percepción de corrupción más altos.

Por último, un aspecto adicional requerido para entender los fundamentos de la corrupción es saber cómo se mide. Pero ¿cómo se pude calcular un fenómeno que por definición parece estar oculto? Hay dos tipos de indicadores. Los primeros son los de percepción, que se construyen a partir de opiniones y experiencias de las personas. El más famoso de este tipo es el índice de percepción de corrupción de Transparencia Internacional. El inconveniente de este tipo de indicadores es que las personas tienen sesgos y que son insensibles al cambio. Los segundos indicadores son los objetivos, que se elaboran con observaciones directas de corrupción como datos sobre favoritismo político o informes policiales donde se detallan los sobornos. Estos son los más difíciles de aproximar y generalmente no logran ilustrar la magnitud a gran escala de la corrupción. Para solucionar esto, se crearon indicadores indirectos basados en datos objetivos como por ejemplo la contratación estatal o los indicadores de provisión de servicios. La debilidad de estos indicadores es que pueden estar traslapando el efecto de la corrupción con otros efectos como la ineficiencia en el sector público.

Entender las diferentes aristas de la corrupción es el primer paso para empezar a reducirla y para esto debemos incorporar las aproximaciones de las diferentes áreas del conocimiento. Generando datos más fiables de los tipos de corrupción en Colombia e incorporando la literatura científica, podremos analizar los diferentes escándalos de corrupción que surjan y encontrar los puntos débiles de la corrupción para poder definir unas opciones de política que logren mejores resultados.

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Jaime Bonet

Economista de la Universidad de los Andes con una maestría en Economía y un doctorado en Planeación Regional de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign. Desde 2013 se desempeña como gerente de la sucursal de Cartagena del Banco de la República, en donde ejerce como director del Centro de Estudios Económicos Regionales (CEER).

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Eduardo Heilbron

Economista de la Universidad de los Andes. Asistente de investigación del Banco de la República.