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Una mujer haitiana llora al encontrar el cuerpo de su hija entre los escombros que dejó el terremoto de 7.2 grados en este país del Caribe el pasado 14 de agosto.

Tragedias naturales, dictaduras, golpes de estado, una corrupcion rampante, y el reciente magnicidio de su presidente, Jovenel Moïse, resumen 200 años de historia de Haití, la isla del Caribe cuyo lema, paradójicamente, es “Libertad, igualdad, fraternidad”.

El 14 de agosto de 2021 un terremoto de magnitud 7.2 sacudió a Haití dejando más de 1.500 muertos y 7.000 heridos. Días antes, el 7 de julio, fue asesinado su presidente Jovenel Moïse, en hechos que son materia de investigación y en la que estuvieron involucrados mercenarios colombianos y varios dirigentes haitianos. Unos años antes, el 12 de enero de 2010, un fuerte terremoto de categoría 7 en la escala de Richter destruyó gran parte de la isla. En los últimos años, Haití se ha visto azotada por fuertes terremotos, huracanes, epidemias y golpes a la democracia, que se traslapan unos con otros.

Las noticias anteriores pueden llevar al error de pensar que la historia trágica de Haití empezó hace una década. Para entender mejor su historia, se presentan algunos acontecimientos ocurridos en los últimos dos siglos y medio. En 1767, la colonia francesa de Saint-Domingue exportó más de 50 millones de libras de azúcar refinada, un millón de libras de añil y dos millones de libras de algodón. En estos años, produjo cerca del 40 % del azúcar y el 60 % del café que consumía Europa. No cabe duda que la isla fue la joya de la corona del imperio francés durante el siglo XVIII, la colonia más rica del hemisferio Occidental, explotada intensamente por un despiadado régimen esclavista. En 1785 había cerca de 700.000 esclavos, mientras los blancos franceses sólo llegaban a 32.000, lo que daba una relación de 22 esclavos por cada blanco establecido en la isla.

Los esclavos empezaron a huir de las condiciones infrahumanas de la plantación, para refugiarse en las montañas. Desde allí se organizaron para defenderse de los ataques de los antiguos amos, hasta que en 1791, un grupo de esclavos encabezado por el hougan o sacerdote del vudú Zamba Boukman, dieron inició a la Revolución haitiana. Durante más de una década se enfrentaron los antiguos esclavos contra el régimen colonial francés, hasta proclamar la Independencia de Haití el 1° de enero de 1804. Los dos grandes líderes de la emancipación fueron Toussaint y Dessalines. Haití se convertía de esa manera en la segunda república en ganar su independencia en el hemisferio occidental, después de los Estados Unidos.

 

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Los paisajes tropicales de la isla, destino turístico de cruceros, contrastan con la marcada pobreza de sus ciudades. Foto: Zach Vessels: Unsplash.

Por múltiples factores, la independencia le resultó muy costosa al pueblo haitiano. En primer lugar, la sublevación fue sanguinaria y brutal, en la que se calcula hubo más de 110.000 muertos: unos 60.000 de parte de los abolicionistas negros y mulatos, frente a 50.000 de los colonizadores franceses. En la guerra se aplicó la táctica de tierra arrasada, por lo que luego de trece años de lucha, la economía del país quedó en ruinas.

Luego de la humillante derrota del ejército napoleónico en el Caribe, Francia reclamó de Haití una millonaria indemnización. Ante el temor que los esclavos de Estados Unidos o del resto de colonias siguieran el “mal ejemplo” de la sublevación, las potencias coloniales como Francia, Gran Bretaña y España, además de Estados Unidos, bloquearon económica y políticamente a la nueva república.

La independencia le resultó muy costosa al pueblo haitiano. En primer lugar, la sublevación fue sanguinaria y brutal, en la que se calcula hubo más de 110.000 muertos: unos 60.000 de parte de los abolicionistas negros y mulatos, frente a 50.000 de los colonizadores franceses.

Las divisiones al interior de la isla se presentaron desde los primeros años de la Independencia, luego del asesinato de Dessalines en 1806. En el sur de Haití Alexander Petion proclamó la República. Como presidente, este mulato educado en París, reivindicó la democracia liberal, en contra del autoritarismo de Christophe, quien gobernó como rey en el norte de Haití. En 1806, como miembro del gabinete de Dessalines, Petion ofreció su hospitalidad y colaboración al precursor venezolano Francisco Miranda. Una década después, siendo presidente de la república, invitó a Simón Bolívar para que organizara la retoma de Venezuela desde Haití, brindándole armas, municiones, embarcaciones y soldados.

En 1826 el gobierno de Boyer aceptó pagar una indemnización a Francia por 150 millones de francos-oro, que luego de varias negociaciones quedó en 90 millones. Al asumir el compromiso del pago de la indemnización a Francia, Haití se condenó a endeudarse con bancos europeos y norteamericanos por más de un siglo. Para finales del siglo XX, el presidente Aristide reclamó a Francia unas reparaciones del orden de 21.000 millones de dólares, por el pago de esta indemnización injustificada.

Hasta aquí podemos ver una combinación de factores que han condenado a Haití a padecer una pobreza extrema, la más grande de América y el Caribe: el despiadado sistema colonial francés; el bloqueo y aislamiento a que fue sometido por las potencias europeas y Estados Unidos, por el temor a que se extendiera la revolución de los esclavos; el pago de la indemnización que Francia le impuso a su ex colonia; el despilfarro y nepotismo que practicaron la mayoría de sus dirigentes, en momentos en que el país padecía de problemas económicos; el escaso capital humano y social del grueso de la población haitiana al momento de su independencia, visto como una consecuencia del legado colonial. Estos son algunos factores, pero aún faltan más.

 

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Haitianos disfrazados durante una festividad popular piden unas monedas a transeúntes y conductores. Foto: Claudia Altamimi: Unsplash.

A principios del siglo XX, los empresarios norteamericanos se empezaron a interesar por Haití para la construcción de ferrocarriles, adquisición de tierras para cultivar banano y compra de bancos. A partir de 1910, la deuda del país con varios bancos norteamericanos fue creciente y con el pretexto de la moratoria de la deuda y de proteger los intereses de las empresas norteamericanas, el presidente de Estados Unidos envió tropas a Haití en 1915 que permanecieron allí durante dos décadas. Los marines también invadieron República Dominicana en 1916, logrando unificar el mando sobre la isla.

Las tropas norteamericanas salieron de Haití en 1934 pero no consiguieron consolidar ni la democracia ni la economía de este país. En las siguientes dos décadas se suceden presidentes corruptos o incapaces de gobernar y en medio de ese desbarajuste surge la figura del médico negro Francois Duvalier. Conocido como Papá Doc, Duvalier se convirtió en presidente de la República en 1957, con el apoyo del ejército y con un discurso populista en contra de la minoría mulata. Tal vez tratando de imitar a Mackandal y Boukman, líderes de los esclavos sublevados durante el siglo XVIII, Duvalier recurrió a las prácticas del vudú para afianzar su poder.

 

Cerca del 80% de los diez millones de haitianos sobreviven en condiciones de pobreza. En los últimos 35 años, luego de fin de la era Duvalier, Haití continúa en constante inestabilidad política y un empobrecimiento creciente.

Las prácticas autoritarias llevaron a Duvalier a conformar la milicia de Voluntarios de la Seguridad Nacional, los tristemente célebres Tonton Macoute, paramilitares que se convirtieron en los guardianes del régimen y en el terror de la población. Para el gobierno de Estados Unidos, Duvalier fue tratado como un aliado anticomunista que podía neutralizar la influencia cubana en la región. Papá Doc fue proclamado presidente vitalicio y se desempeñó como tal hasta su muerte, ocurrida en 1971.

Muerto Papá Doc lo sucedió su hijo Jean-Claude Duvalier, Nene Doc, quien fue derrocado por una insurrección popular en febrero de 1986. El período de gobierno de los Duvalier fue cercano a las tres décadas, durante el cual Haití se convirtió en el país más pobre del Continente Americano, la represión fue severa y generalizada, mientras la corrupción se enquistó en los diferentes estamentos del Estado.

Cerca del 80% de los diez millones de haitianos sobreviven en condiciones de pobreza. En los últimos 35 años, luego de fin de la era Duvalier, Haití continúa en constante inestabilidad política y un empobrecimiento creciente, producto de golpes de estado, desembarco de tropas extranjeras, así como de la delincuencia callejera y la corrupción. En este período sobresale la figura del presidente Jean-Bertrand Aristide (1991; 1994-1995 y 2001-2004), el primero elegido democráticamente en toda la historia del país. Aristide sufrió golpes de estado en dos ocasiones.

 

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Niñas haitianas en un colegio de Puerto Príncipe, la capital de la isla. La base étnica de la población haitiana es de origen africano – subsahariano. Foto: Zach Vessels: Unsplash.

En Haití la herida no sana: en septiembre de 2004, el huracán Jeanne azotó la isla con un balance trágico de más de 3.000 personas muertas y 170.000 damnificados. En enero de 2010 Haití sufrió el terremoto más fuerte de los últimos 200 años: el gobierno reconoció 230.000 muertos y 1.200.000 personas desplazadas. Cálculos conservadores de las Naciones Unidas estiman que el terremoto pudo haber destruido como mínimo el 15 % de la economía haitiana. El asesinato de su presidente pasó a un segundo plano, ante el terremoto del 14 de agosto de 2021.

Todos estos acontecimientos trágicos dejan a Haití con una cicatriz que no se ha logrado sanar en más de dos siglos.

Ojalá la reconstrucción de Haití en 2021 tenga menos protagonismo histriónico de Estados Unidos y Francia, para dar paso a la participación de naciones más humanitarias como Suiza, Canadá, Nueva Zelanda, Chile o Suecia, para sólo citar algunos ejemplos. Pero además de los países, las ONG y los organismos multilaterales también deberían ser más humildes o compasivos, a la hora de ofrecer su ayuda al pueblo haitiano.

Es necesario que el país más pobre del hemisferio Occidental salga del estado de postración a que fue condenado hace más de dos siglos, por los hechos que se han explicado en este artículo. La ayuda a Haití debería ser sin contraprestaciones, lo que de alguna manera compensara los elevados costos que le representaron al pueblo haitiano su independencia y posterior bloqueo, así como las ocupaciones militares y el apoyo de las potencias a dictaduras durante el siglo XX. La única exigencia admisible es que esta ayuda sea administrada de forma transparente y eficiente.

Joaquín Viloria De la Hoz

Doctor en Historia de la Universidad Autónoma de Puebla, México. Desde 2010 es el Gerente del Centro Cultural del Banco de la República en Santa Marta. También se desempeña como profesor catedrático de Historia Económica de Colombia e Historia Económica del Caribe Colombiano en la Universidad del Magdalena.