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Foto: Hello I’m Nik. Unsplash.

¿Conformarse o adaptarse? He ahí el dilema.

Estamos atravesando un momento muy complicado, con alta inflación, elevado desempleo, aumento de la pobreza y un escenario futuro de bajo crecimiento económico. Sin duda, el país experimenta una crisis muy compleja y en el ambiente hay una gran incertidumbre con el cambio de gobierno.

En medio de este sombrío e inseguro panorama nacional es normal que cobren fuerza las creencias fatalistas con sus estribillos pesimistas: no hay nada que hacer, vamos de mal a peor, estamos próximos a rodar por el abismo… que hacen resonar la idea de que las circunstancias se impondrán irremediablemente.

En medio de la negación de los inmensos avances que ha venido experimentando la sociedad en todos los ámbitos de la vida humana, ¿cómo entender esta visión derrotista del presente y el futuro?, ¿qué consecuencias negativas tiene para las personas y qué postura existencial puede ayudarnos a enfrentar mejor las circunstancias?

Como es sabido, los individuos sienten en su vivencia cotidiana cómo la realidad ejerce una resistencia con la que tropiezan cuando persiguen sus objetivos existenciales. La manera como asumen esa resistencia conduce a diferentes concepciones sobre el papel de la causalidad en el devenir humano.

Una forma desacertada de afrontar esa resistencia es el fatalismo. Una creencia según la cual los individuos están a merced de un destino caprichoso, indefensos ante circunstancias que los superan y fuerzas superiores incontrolables. Una representación mental que neutraliza nuestra fuerza de voluntad.

Y es que esta creencia induce a un estado de conformismo que inhibe el deseo de cambio personal y desarrollo social. El individuo deja de hacer frente a las circunstancias desfavorables y pasa a ser sometido por estas. Por tanto, como es de esperar, recurre a poderes externos para salir del atolladero.

Por ese motivo, el fatalismo es también un poderoso mecanismo de sumisión social. El individuo, indefenso ante el mundo, es proclive a aceptar cualquier intromisión de terceros sin hacer la menor resistencia, lo que abre las puertas de par en par al autoritarismo, el populismo, la demagogia y el mesianismo.

En ultimas, se podría decir que esta forma particular de percibir la realidad social va en contravía de nuestras representaciones generales de la autonomía personal y social. Lo que conduce a una contradicción con nuestro propio ser, pues él mismo se quita la posibilidad de ejercer control sobre su existencia.

Ante el fatalismo el individuo deja de hacer frente a las circunstancias desfavorables y pasa a ser sometido por estas.

Por fortuna, esta forma derrotista de asumir la realidad tiene como concepción contrapuesta: la adaptabilidad. Me refiero a la capacidad que tienen los individuos de responder de forma flexible y creativa a un mundo que se vuelve cada vez más complejo, en donde aumentan los riesgos y la incertidumbre.

Hablamos de una postura existencial en la que la persona se construye con el concurso del propio mundo y los otros, lo que evoca el planteamiento de Ortega y Gasset que dice: “Yo soy yo y mis circunstancias”. No puedo escapar de las circunstancias, pero soy capaz de adaptarme y transformarlas.

Como se puede apreciar la relación entre el ser humano y las circunstancias que le rodean es una especie de “juego de suma cero”: la ganancia o pérdida de uno se compensa con la ganancia o pérdida del otro; si le gano a mis circunstancias, me emancipo y adapto, en caso contrario, soy su prisionero.

Por consiguiente, no podemos dejar que el fatalismo gane espacios en nuestra vida y en la sociedad si queremos ser mejores y construir un país mejor. Debemos enfrentarlo promoviendo el desarrollo de la autonomía mediante la interiorización de modelos sociales que formen personas libres y responsables.

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Julio Antonio Martín Gallego

Magíster en educación, especialista en filosofía contemporánea e ingeniero mecánico de la Universidad del Norte. Investigador y consultor especializado en procesos de cambio educativo y aprendizaje organizacional.

 

 

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