
En la era digital las “conversaciones de bordillo” son un acto de resistencia frente a la soledad. Solamente en Bogotá, el 46 % de los hogares estrato 6 están compuestos por un solo individuo. Foto: La Nación.
El mundo padece una pandemia de soledad, pero en el Caribe, al parecer, estamos a salvo gracias al tradicional arte de “echar carreta”.
Estos gestos tan naturales y descomplicados que se ven en las calles y que hacen del caribeño un ser alegre, abierto y locuaz, no son nada comunes en otras latitudes donde la soledad está siendo considerada la próxima y silenciosa pandemia en crecimiento.

Voluntarios de Sidewalk Talks charlan en las calles. La iniciativa nació como respuesta para enfrentar la creciente soledad en países desarrollados.
Charlando en “el bordillo”.
La ciudad de San Francisco, en Estados Unidos, es cuna de un movimiento que da un inmenso valor a lo que en el Caribe nos parece muy natural. Se trata del poder de la conversación que surge espontáneamente en las calles. El movimiento hoy cuenta con cuatro mil voluntarios quienes bajo la guía de expertos en salud mental se ofrecen a escuchar y conversar casualmente con extraños en sitios públicos. Se llaman Sidewalk Talks (www.sidewalk-talk.org), “conversaciones de bordillo”, por ponerlo en el argot caribeño. Este movimiento que se lanzó como una medida contra la soledad, se ha extendido a varios países de Europa, Africa, Asia y Sudamerica, incluyendo Brasil. Como esta, han surgido otras estrategias en distintos países para lograr que las personas tengan más contactos casuales con extraños, como los cajeros entrenados en Holanda para conversar en las cajas registradoras de los supermercados.
Lo que tenemos aquí en el Caribe espontáneamente son “conversaciones casuales”, consideradas por los expertos en salud mental como estrategias de alto valor para mitigar la soledad3.
Tomemos como ejemplo la compra de música hace algún tiempo: para tener acceso a esta, era necesario tener contacto con varias personas, desde el conductor del bus o taxi, el asesor en la tienda de discos, el extraño que también estaba pensando comprarlos y la persona que atendía al pagar. Hoy en día solo debemos pulsar el botón “descargar” y listo. Es la eficiencia a cambio de un costo social. No digo que debemos quedarnos atrás en el siglo XX, pero si vale la pena valorar y trabajar intencionalmente en las potencialidades que la cultura Caribe ofrece para la salud mental.
Compartir así sea por espacios breves con personas reales, trae felicidad y mucho más cuando se trata de amigos4. Los neurocientíficos saben que estamos entrenados desde nuestra genética para leer gestos, sonrisas, para detectar el tono de la voz y el lenguaje corporal. Sincronizamos con los otros al escuchar sus historias. Toda esa información que recibimos sin apenas percibirla es la que nos acerca a los otros. Al interactuar con una aplicación estamos privándonos de las conexiones sociales y esto a largo plazo nos hace menos tolerantes e incapaces de interactuar con personas de diferentes matices.
Ocurre en las calles, en una oficina, o en la tienda de la esquina. Es el poder de “la carreta” que se echa aquí en el Caribe y que debemos conservar como un patrimonio de inestimable valor, en vía de extinción, en la era digital.
Referencias
1Hertz Noreena. El siglo de la soledad. Recuperar los vínculos humanos en un mundo dividido. Paidós. 2021.
2 Melody D.Ding The Prevalence of Lonelyness across 113 countries: systematic review and metanalalysis. 2022.
3Method, Solomon, Downes. Office Chit-Chat as a Social Ritual: The Uplifting Yet Distracting Effects of Daily Small Talk at Work. Academy of Managent Journal.2018
4The Good Life. Lessons from the World’s Longest Scientific Study of Happiness By Robert Waldinger and Marc Schulz. 2023
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Beatriz Toro P.
Antropóloga de la Universidad de los Andes. Magíster en Desarrollo Social de la Universidad del Norte.