Margarita Garcia

El escritor payanés Andrés Mauricio Muñoz. Ilustración: Librería Bizarra.

De escritor a escritor, una reseña de Los desagradables, novela del escritor Andrés Mauricio Muñoz.

En su más reciente novela Los Desagradables (Seix Barral, 2023), Andrés Mauricio Muñoz perfila minuciosamente un espécimen de esa estirpe de protagonistas extraños y solitarios tipo Meursault, el personaje inolvidable de Albert Camus en El extranjero, o tipo Harry Haller, el famoso lobo estepario de Hermann Hesse. De hecho, Manuel Palomino, al igual que otro pariente literario, el misterioso Bartleby de Herman Melville, vive atrincherado en el rincón de una empresa (una bodega de abarrotes), repitiendo una y otra vez las mismas funciones mecánicas, y en el caso de Palomino, rumiando hasta el infinito sus frustraciones. Este tipo de personajes es la razón de ser misma de la literatura, pues pone en su centro la individualidad y el aislamiento de todo ser humano, su frontera natural entre el interior y el exterior del mundo, una especie de rendija por donde los grandes autores escarban en las profundidades de la vida. “El ojo por donde veo a Dios decía Maestro Eckhard es el mismo ojo por donde Dios me ve”. 

Se trata de un tipo de protagonista fronterizo que nunca podrá encajar en su entorno, en las leyes, rutinas e imposiciones de la sociedad… El solo hecho de existir ya sitúa su voluntad en un lugar fuera del tiempo y el espacio, como decía Schopenhauer, en un sitio más allá del alcance de los demás y de sus reglas. Para escapar del “rito implacable”, como llamaba Camus al engranaje social y a sus poderes hegemónicos, personajes como Palomino, Bartleby, Meursault y Haller acaban infringiéndole una grieta, su propia grieta vital, a la red que nos sostiene y a la cadena que nos ata a la piedra de Sísifo. Es por esa hendidura por donde los demás individuos, aquellos que seguimos empujando la roca con obediencia, podemos entrever la débil y tramposa trastienda del sistema.

La vida de Palomino discurre amparada por su propia sombra, bajo la alfombra de un trabajo anodino, desconectada de las redes sociales y alejada incluso de su familia. Hasta que la creación de un grupo de WhatsApp y la perspectiva de un reencuentro con los compañeros de la universidad le hacen cuestionarse qué tanto ha hecho en comparación con ellos. La llegada a la reunión de una compañera, Patricia Fierro, que alguna vez lo rechazó con asco cuando le tocaba como penitencia darle un beso en un juego grupal, termina de poner las luces sobre las miserias de su vida y lo lanza, en lugar de vuelta a su escondite, a tratar de completar el reflejo que ha alcanzado a atisbar a medias.

Con su novela, Muñoz nos enseña la intersección y la paradoja entre nuestro verdadero ser y la máscara que toca ponernos para andar en el mundo y responder a las expectativas de los otros.

El protagonista de Los Desagradables es otro personaje minúsculo en el catálogo de historias de Muñoz, con una psicología compleja, imbricada a los grandes “agobios contemporáneos”, como les llama el autor a los problemas que los aquejan en las circunstancias y formas de vida que nos ha tocado vivir y de las que parece imposible escapar sin convertirnos en parias. Muñoz explora esta clase de personajes para examinar al mismo tiempo los intersticios del sistema, los márgenes ambiguos de la moral y la legalidad. No toma partido, por supuesto, pero nos obliga a ponernos en los pies de ellos para recordarnos que nuestra vida es también rabiosamente individual, comenzando por nuestra salvación o perdición, y que todo anhelo social, por fuera de la propia angustia existencial, es postizo y pasajero. Nos hace sentir en nuestros propios tobillos la fuerza de los grilletes, el peso de la piedra y la forma que esta tiene de eclipsar la esencia de nuestras vidas.

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Portada del libro de Muñoz, editado por Seix Barral

Con su novela, Muñoz nos enseña la intersección y la paradoja entre nuestro verdadero ser y la máscara que toca ponernos para andar en el mundo y responder a las expectativas de los otros. Nos muestra que no podemos escapar para siempre de esa marginalidad intrínseca, desde el mismo momento en que necesitamos negarla para afirmarnos en el mundo. Nos hace ver que esa marginalidad está en el centro de nosotros mismos como una herida inaugural. También que el fracaso nos define más que cualquier triunfo y que el único camino posible, después de cualquier ascenso social, es el descenso personal. 

Somos al final esa grieta por donde entramos al juego y por donde también saldremos, la muerte con que fracasa toda vida, su esencial oscuridad encandiladora. El final de Los Desagradables, con su día soleado y espléndido a pesar del encierro de Palomino, resume el único triunfo posible y la única rebeldía que nos queda. Camus lo resume así: “Sísifo, proletario de los dioses, impotente y rebelde conoce toda la magnitud de su condición: es en ella que piensa durante su descenso. La clarividencia que debía constituir su tormento, consuma al mismo tiempo su victoria”.

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Paul Brito

Escritor barranquillero. Su libro Restos orgánicos de un mundo anterior fue publicado por editorial Seix Barral (Planeta).

 

 

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