Cuna de ballenas como las Yubarta y las Jorobadas, la biodiversidad del Chocó sorprende a sus visitantes. Foto: Planetsouthamerica.com
Entre el aislamiento geográfico y el olvido estatal, el Pacífico colombiano resiste y brilla con su impresionante biodiversidad. Crónica de viaje de un destino aún por descubrir para un país entero.
Desde el aire, el Chocó es un inmenso lienzo en el que contrasta la selva tupida con un océano Pacífico oscuro, cubierto ocasionalmente por neblina. Una vez en tierra percibo la envolvente humedad del ambiente. Hemos aterrizado en Bahía Solano y me dirijo al corregimiento de El Valle, un paraíso ecoturístico del Pacífico colombiano conocido por la riqueza de su biodiversidad. No hay tiempo que perder, para llegar a nuestro destino los tres vuelos que he tomado y el transporte en moto taxi tienen que estar perfectamente sincronizados. La subida de la marea impone su ritmo a quienes allí viven.
Con el Pacífico a la derecha y la selva virgen a la izquierda, avanzo esquivando troncos inmensos, zapatos crocs, botellas y trozos de objetos plásticos de todos los tamaños que la Puja -la marea alta-, ha traído. Según Fernando, mototaxista, “el mar escupe todo lo que no le pertenece” y mucha basura llega de los barcos y otros lugares lejanos. Es tal la cantidad de plástico que el Pacífico regurgita, que localmente se creó una planta de reciclaje para producir postes de construcción, pero esta no da abasto para procesar todo. La Puja atrae todos los días más plástico, mientras que la Quiebra (marea baja) se lleva una parte. La Puja de San Pacho, o la marea alta que en octubre coincide con las fiestas en Quibdó, era antes recibida con entusiasmo, pero ahora es temida porque cada vez llega más fuerte debido al Fenómeno de El Niño. La Puja, ensucia; la Quiebra, limpia. Todos los días, dos veces al día.
A medida que avanzamos, Fernando señala unos palos verticales enterrados en la playa: son puntos de anidación de las tortugas golfinas que llegan todos los días a Playa Cuevita, la más importante en Sudamérica para el arribo, desove y conservación de esta especie. De las cinco especies que arriban a Colombia, a esta playa llegan tres de ellas: la Golfina, la Verde, y muy esporádicamente, la Carey, todas ellas especies amenazadas.
Amanecer en la playa El Almejal, una joya del Pacífico colombiano. Foto: Blog.redbus.co
A mi llegada me hospedo en una ecogranja, Mama Orbe, hostal propiedad de la familia Pinilla que lidera un proyecto de conservación de tortugas y se dedica a rescatar los huevos todas las noches del año, manteniendo un tortugario donde las protegen para luego liberarlas. Pedro Pinilla, líder del proyecto, nos cuenta que ellas se comunican entre sí cuando es el momento de eclosionar y lo hacen cantando, al igual que las ballenas. “Luego de entre 1 y 5 días salen a la superficie y ocurre el ‘frenesí natatorio’, es decir, ellas se orientan por el sonido del mar y tratan de ir hacia el agua lo más rápido posible”. Esa tarde pude participar junto a una familia francesa en la liberación de tortugas recién nacidas que con agilidad se dirigían raudas hacia el mar rugiente.
Al igual que otras tortugas, las que hoy se aventuraron en el océano regresarán a la playa en donde nacieron en unos quince o treinta años, lapso en el cual esta puede haber cambiado por factores como el desarrollo hotelero, una mayor presencia de luz artificial, o la construcción de puertos. Si ellas arriban y encuentran que la playa no está igual, se dirigen a otra, en donde podrían encontrar mayores peligros. Cuando no logran desovar en alguna playa, insisten migrando a otros países y gracias a la corriente de Humboldt viajan muy lejos.
Las tortugas nacidas en El Valle regresarán a sus playas entre 15 y 30 años después. Foto: Carlos Correa.
Chocó, Lost in translation
Al Chocó -poblada en su mayoría por afrodescendiente e indígenas-, llegan más extranjeros que colombianos. A mi llegada venía un grupo de alemanes, mientras que en el vuelo de regreso lo hacía un grupo de jóvenes australianos. Alejo Acosta, propietario hace 12 años del Eco Hotel Punta Brava, en Nuquí, explica que “los extranjeros entienden este destino más que los turistas nacionales, quienes lo ven con recelo. Se habla del Chocó como un lugar desconocido, remoto, un lugar de frontera. Es olvidado porque ha sido muy difícil, por la selva, abrir caminos. Donde no hay desarrollo, no hay interés. Los medios de comunicación tampoco saben explicar bien la zona. El Chocó es una zona desdibujada en el imaginario colombiano. El turismo nacional aumentó gracias al Acuerdo de Paz y las redes sociales han hecho ese buen trabajo de cambiar la idea de peligro, pero antes era casi imposible traer colombianos”.
Destino de naturaleza por excelencia, si alguien está pensando en piscina, aire acondicionado y menú a la carta, el Chocó tal vez no sea el lugar. El verdadero lujo aquí es poder dormir en medio de una reserva natural prístina y catalogada como la segunda del mundo en biodiversidad. “Ir a ver ballenas puede ser costoso, incluso si no es en la mejor lancha, porque no existen marinas. Es un lugar remoto y esto hace que la logística y los productos sean costosos. La solución sería una carretera, pero la mayoría de las personas que trabajan en turismo se oponen a esa solución. La carretera arrasaría la biodiversidad. Gracias a la desconexión es que se ha mantenido el lugar como un tesoro”, asegura Acosta.
Al Chocó, poblada en su mayoría por afrodescendiente e indígenas, llegan más extranjeros que colombianos. Alejo Acosta, propietario hace 12 años del Eco Hotel Punta Brava, en Nuquí, explica que “los extranjeros entienden este destino más que los turistas nacionales, quienes lo ven con recelo”.
Kilómetros de playas solitarias y aves tropicales como el Tucán del Chocó, ave autóctona de esta región, algunos de los paisajes naturales de este ecodestino. Fotos: Carlos Correa y ebird.org
Ranas venenosas, ballenas y patriotismo
Caía la tarde y pude ver las últimas ballenas de la temporada. Las Yubartas asomaron sus pesados lomos deslizándose suavemente entre las olas y respirando cerca a la lancha. Seguimos el camino hasta la ensenada de Utría, llamada también la “sala cuna” de las ballenas. Allí el mar es tranquilo como una laguna y sus aguas son cálidas. Los locales dicen con orgullo que la ballena Jorobada es colombiana porque migran desde el polo Norte especialmente para aparearse y parir en esta ensenada.
La noche siguiente, armada con linternas y botas pantaneras, hicimos junto a una familia europea un safari nocturno. Subimos por un camino embarrado y resbaloso en medio de la selva para buscar ranas endémicas junto a un guía local que podía, de ser necesario, decir los nombres de los animales en francés, alemán o inglés. La humedad parecía del 120 % pero regresamos felices por haber encontrado la rana más venenosa del mundo, la rana venenosa arlequín chocoana.
Patrimonio natural del mundo y los colombianos, el Chocó sufre el estigma de ser relacionado con un destino inseguro. Las alcaldías y gobernaciones departamentales trabajan por mejorar la información sobre este bello territorio. Foto: astelus.com
La desinformación ha sembrado un manto de duda sobre la situación de seguridad del Chocó, y sus habitantes así lo perciben: “Este es un territorio desconocido para los medios y para el Estado. Sitios como Bahía Solano y Nuquí ya están logrando acabar con el estigma de la inseguridad. En los últimos quince años los momentos de descenso de turismo se deben a noticias falsas. Las alcaldías y gobernaciones están trabajando para que esto no suceda y aclarar que las zonas rojas son las del Alto Atrato o San Juan, muy alejadas de las zonas de turismo”, explica Alejo Acosta.
Camino al hotel casi nos atrapa la Puja que ya estaba subiendo y nuestra moto se enterró tres veces en la arena tratando de esquivar olas y troncos gigantescos que aparecían en la oscuridad. La última noche cayó un aguacero torrencial y fue complicado dormir bien calculando cómo haríamos para salir de allí hacia el aeropuerto.
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Beatriz Toro P.
Antropóloga de la Universidad de los Andes. Magíster en Desarrollo Social de la Universidad del Norte.