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El 7 de noviembre de 2003 la Unesco le concedió al Carnaval de Barranquilla la declaratoria de Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. Foto: carnavaldebarranquilla.org

En noviembre de 2023 se cumplen veinte años de la declaratoria del carnaval como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. Algunas consideraciones para preservar la riqueza simbólica de las fiestas por encima de su comercialización desmedida.

En una obra publicada en Paris en 1893 Henri Candelier resaltó el entusiasmo con que se vivía el carnaval en las principales ciudades del Caribe colombiano. Desde el mes de enero los jóvenes al anochecer se disfrazan e intrigan en las casas de sus amigos. Pero los tres días de carne se festejan con una animación extraordinaria”, escribió el viajero francés. De esos carnavales con firme raigambre histórica en la actualidad el de Barranquilla es el más emblemático y el que se sostiene con mayor  reconocimiento y vigor en el país.   

En noviembre de 2003 la Unesco declaró por primera vez a una manifestación cultural colombiana como «Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad». Esa distinción recayó sobre el Carnaval de BarranquillaEllo implicó reconocer la existencia del valor universal excepcional de este carnaval y la necesidad de protegerlo ante los riesgos que puedan amenazar su continuidad y su capacidad creadora. La protección de esta obra maestra del patrimonio no solo compete al Estado colombiano, sino que involucra a la comunidad internacional entera. Una declaratoria de este tipo conlleva la responsabilidad de establecer un sistema eficaz de protección organizado de una manera permanente, y según métodos científicos y modernos. 

En el 2023 se cumplirán veinte años de esa Declaratoria. Diversos sectores ciudadanos buscan participar en un balance colectivo acerca de lo que ha significado la patrimonialización del carnaval como manifestación cultural “viva” cuya perdurabilidad depende de las personas. La inclusión del Carnaval de Barranquilla en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de carácter universal tuvo como fin garantizar una mayor notoriedad de su valor patrimonial y lograr que se tomase mayor conciencia de su importancia. Este paso significativo fue clave para la posterior inclusión de otras manifestaciones culturales del país en dicha lista. No obstante, los procesos de patrimonialización no son inocuos y también generan impactos.  La experiencia obtenida en diversos países del mundo es la de que, en algunos casos, puede producirse un “desplazamiento de poder” en el que poderosos grupos de interés, ya sean públicos o privados, toman el control de una manifestación cultural ciudadana creando barreras de acceso a expresiones que han sido esencialmente de carácter colectivo.

   

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Foto: carnavaldebarranquilla.org

El carnaval en todas las sociedades humanas es una fiesta llena de sentidos. Los fines calculadamente utilitarios vacían de sentido el carnaval. 

A diferencia de los festivales, que involucran usualmente a un sector de la sociedad alrededor de la música, las artes, la cocina o las danzas y que pueden realizarse en recintos cerrados, el carnaval es una fiesta pública que concierne a toda la sociedad. El espacio principal de interacción del carnaval es la calle. Esta permite la escena abierta y móvil de los desfiles, disfraces y bailes.  El principal criterio orientador en este debate es no perder de vista que el carnaval en todas las sociedades humanas es una fiesta llena de contenido situada en una dimensión temporal propia. Los fines calculadamente utilitarios vacían de sentido el carnaval. Dentro de este el ciudadano común tiene la oportunidad de transformarse durante la estación festiva que, en un héroe, en autoridad transitoria o en un gran personaje social.

Como lo ha afirmado el filósofo alemán Josef Pieper1  Surge así, incluso dentro de la mayor indigencia material y sólo por el sacrificio realizado, un ámbito de libre superabundancia en medio de una existencia normalmente configurada por el trabajo. Pero con ello, sin quererlo, se acaba de mencionar un nuevo espacio de la fiesta: la fiesta es esencialmente una manifestación de riqueza, no precisamente de dinero, sino de riqueza existencial”. 

Referencia

1 Pieper, Josef. (2006). Una teoría de la fiesta. Biblioteca del cincuentenario, Rialp. Madrid.

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Weildler Guerra Curvelo

Antropólogo, escritor, académico guajiro. Es uno de los más reputados  investigadores colombianos dedicados al estudio y difusión de la cultura Wayúu.