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Desde la investigación, la academia y la gestión cultural, Alberto Abello Vives legó un nutrido cuerpo de conocimiento sobre nuestro Caribe. Foto: Archivo Fundación Gabo.

El ‘cacumen’ del Caribe: una aproximación a la obra y aportes de Alberto Abello Vives

por | Ene 27, 2022

Por Joaquín Viloria De la Hoz

Desde la investigación y la gestión cultural el académico nacido en Santa Marta dejó una indeleble huella en la comprensión de la identidad del Caribe colombiano y su relación con Colombia y el gran Caribe. Perfil de un curioso incansable.

Escribir sobre Alberto Abello Vives es como hacer un recorrido por la Gran Cuenca del Caribe, desde su Santa Marta natal hasta su Cartagena vital, desde Cuba hasta Venezuela o desde Yucatán hasta Trinidad.

Alberto estudió economía, pero no ejerció como economista, sino como un profesional holístico, multidisciplinario, conformado por esos rizomas que le encantaba resaltar: la cultura, el arte, la música, el Caribe, la economía, la sociedad.

Alberto hacía parte de la elite samaria de origen colonial, pero su inclinación por lo popular, lo afro o lo indígena lo distanciaba de ese grupo poblacional que ha gobernado a Santa Marta desde siempre. Era un diplomático por naturaleza, de unas relaciones sociales internacionales que podían ser la envidia incluso de los diplomáticos de carrera.

En su vida cotidiana y laboral se movía intensamente entre Cartagena, Barranquilla y Santa Marta, las tres perlas del Caribe. Nos enseñó que se podía ser hincha simultáneamente del Unión Magdalena y del Junior, o comer cayeye en el desayuno y sopa de guandú en el almuerzo. También podía investigar sobre la economía de los ocho departamentos del Caribe colombiano y de las relaciones de Colombia con el resto de países o territorios de la Cuenca del Caribe.

Alberto Abello fue el primer Director del Observatorio del Caribe colombiano, un tanque de pensamiento que debía impulsar investigaciones de índole económica, social y cultural para toda la región Caribe. Los proyectos y publicaciones fueron múltiples, entre los cuales se destacaron la revista Aguaita, las Becas Héctor Rojas Herazo, la Red de Investigadores del Caribe, así como una larga lista de libros y series que todavía hoy siguen siendo clásicos de los estudios regionales en diferentes disciplinas. En ese entonces, junto con Jorge García Usta convirtieron Aguaita en la revista de mayor reconocimiento en el Caribe colombiano.

Uno de los primeros libros publicados por Alberto Abello en El Observatorio fue El Caribe colombiano: la realidad regional al final del siglo XX, coordinado en 1998 junto con Cecilia López Montaño. En la primera página del libro nos recuerdan que “La Costa vive un proceso de desindustrialización, paralelo a la desagriculturización. Tenemos una industria concentrada en Barranquilla y Cartagena, muy poco diversificada y poco encadenada con la minería y la agricultura”. Estas dos últimas actividades nos ponen de presente que en 1998 y ahora en el 2022, la región Caribe sigue siendo básicamente exportadora de productos primarios como carbón, ferroníquel o banano.

También dejó huella como Decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Tecnológica de Bolívar, donde instauró el Laboratorio y la Maestría en Desarrollo y Cultura, la primera de esa índole en el Caribe colombiano. Fue Director de la Biblioteca Luis Ángel Arango (BLAA) y Red de Bibliotecas del Banco de la República. Allí organizó la celebración de los 60 años de la BLAA, gestionó la adquisición de manuscritos inéditos de diferentes autores colombianos, así como la donación de la colección de las primeras ediciones de las obras de Gabriel García Márquez en diferentes idiomas y países. Fue además autor y editor de libros como La isla encallada, Un Caribe sin plantación, El Caribe en la Nación colombiana, Los Desterrados del Paraíso, entre otros.

En esta parte solo quiero hacer referencia a su libro La isla encallada. El Caribe colombiano en el archipiélago del Caribe. El libro fue el resultado de un proceso de por lo menos veinte años de investigación y de reflexión sobre el Caribe colombiano, lo que el autor denomina “La isla encallada” y las otras islas de la Cuenca del Caribe. El Prólogo del libro fue escrito por el historiador barranquillero Gustavo Bell Lemus, quien argumenta que “es mucho lo que hay que hacer para elevar el nivel de conciencia de nuestra gente de tal forma que se apropie de su destino y haga de ello una causa común. Solo así podremos “desencallar” nuestra región”.

 

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La producción intelectual de Abello Vives quedó consignada en diferentes obras editadas en el Caribe colombiano.

A lo largo del libro, el autor propone tres niveles de análisis para el Caribe colombiano: la escala local (la región subnacional), la nacional (Colombia) y la supranacional (el Gran Caribe). Desde la Introducción, Alberto deja ver la influencia intelectual del gran pensador cubano Antonio Benítez Rojo, autor de la renombrada obra La isla que se repite. De todas formas, Abello toma distancia al resaltar en uno de los capítulos que el Caribe colombiano no fue terreno abonado para el desarrollo de grandes plantaciones azucareras, como si lo fueron en las diferentes Antillas inglesas, francesas, holandesas y españolas.

Alberto identificó tres períodos sobre los estudios del Caribe: 1945-1982 (Arciniegas-García Márquez); 1982-2009 (García Márquez-Museo del Caribe) y a partir de 2009 hasta 2015, cuando publicó su obra comentada. En el segundo período muestra la feliz coincidencia del año 1997, cuando se establecieron tres centros de investigación en la región: el Centro de Estudios Económicos Regionales (CEER) del Banco de la República en Cartagena; el Observatorio del Caribe Colombiano y Fundesarrollo. A lo anterior, habría que agregar la Sede Caribe de la Universidad Nacional de Colombia, que inició actividades en la isla de San Andrés también desde 1997.

El autor se preguntaba ¿Qué es el Caribe colombiano? Y responde: es un Caribe que hace parte de un país continental y también insular; un país de regiones internas; una región con población no solamente afro, blanca y mestiza; también allí hay una fuerte presencia de población indígena, a diferencia de las islas del Caribe donde fueron aniquilados; un Caribe de haciendas, pero sin plantación; una región de Independencia temprana, a diferencia de las islas. Pero, además, Colombia es un país de regiones supranacionales como lo son el Caribe, los Andes, la Amazonia y la Orinoquia.

En el plano económico el libro muestra un panorama regional del Caribe colombiano, desde la ganadería colonial y los cultivos de caña con los respectivos trapiches, hasta el banano, algodón, palma de aceite, la industria de Barranquilla y Cartagena, así como las explotaciones mineras de carbón y ferroníquel. Alberto concluía que ninguna de estas actividades ha generado fuertes encadenamientos con el resto de la economía regional, lo cual acrecentó el rezago económico de la región y la mayor pobreza de su población.

Alberto Abello nos recuerda en sus libros que el Caribe no solo ha sido tierra fértil para producir varios premios Nobel de Literatura como Gabriel García Márquez (Colombia), Derek Walcott (Santa Lucía) o V. S. Naipaul (Trinidad y Tobago). En la isla caribeña de Santa Lucía, antigua colonia británica y actual país independiente, nació Arthur Lewis, quien en 1979 ganó el Premio Nobel de Economía “por sus aportaciones a las investigaciones en materia de desarrollo económico, con especial énfasis a los problemas que enfrentan los países en vías de desarrollo”.

En otra parte del libro, Abello afirmaba que el Caribe no podía entenderse como una representación única, al no existir una raíz única para explicar el Caribe. Esta es la tesis central del libro. Algunos consideran al Caribe como un anexo de América Latina; otros lo reducen a las Antillas, a los territorios angloparlantes (West Indies) o a la condición afro, entre otras. El Caribe puede ser visto a través del lente de la geografía, la historia, la cultura, la política, la economía o los idiomas. El arcoíris del Caribe está conformado cultural y genéticamente por la población indígena, los españoles, ingleses, franceses, holandeses, suecos, daneses (todos con colonias en el Caribe, o muy cerca como los portugueses), los africanos y a partir del siglo XIX los chinos, hindúes, árabes, judíos y europeos de diferentes nacionalidades.

El tema del “Caribe sin plantación” es abordado a lo largo del libro, con múltiples explicaciones del caso. En este capítulo el autor nos informa del papel de los holandeses en la sugar revolution que empezó en Barbados a finales del siglo XVII y se extendió por las otras islas anglo y francoparlantes, hasta llegar con cierto retraso a las islas hispanas. Pese a lo anterior, Alberto nos aclara que “la ausencia de plantación en el Caribe colombiano no significa… que esta región no sea considerada como parte del Caribe”.

El abordaje del tema bananero y sus vasos comunicantes con la literatura en Colombia, Centroamérica y la Gran Cuenca del Caribe es amplio y profundo. Pero el personaje central es obviamente la obra de nuestro premio Nobel Gabriel García Márquez. Otro de los capítulos del libro se titula “La región más estudiada”, donde el autor hace un recorrido por la producción bibliográfica de la que ha sido objeto el Caribe colombiano en las últimas décadas.

En síntesis, queda claro que “La Isla encallada” es un libro hecho en plena madurez intelectual de Alberto Abello Vives, cocinado a fuego lento durante años y construido meticulosamente como un rompecabezas, a través de múltiples viajes, conferencias, lecturas, fotografías, conversaciones y amistades en todo el archipiélago del Caribe. Esos mismos amigos que estamos recordándolo y empujando esta enorme embarcación, o mejor, esta isla para que por fin desencalle.

Alberto se preguntaba: ¿Qué es el Caribe colombiano? Y responde: es un Caribe que hace parte de un país continental y también insular; un país de regiones internas; una región con población no solamente afro, blanca y mestiza; también allí hay una fuerte presencia de población indígena, a diferencia de las islas del Caribe donde fueron aniquilados.

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Foto: Cèdric Frixon. Unsplash.

La despedida: recogiendo sus pasos

La última visita de Alberto Abello a Santa Marta fue del 3 al 7 de abril de 2019. Desde hacía varias semanas me había pedido que lo acompañara al vecino municipio de Ciénaga, para conocer la casa en madera que construyó su bisabuelo genovés Giuseppe De Andreis a mediados del siglo XIX. Le pedí a un amigo cienaguero para que nos sirviera de guía, a lo que respondió: “Claro que los acompaño. Me he leído varios libros de Alberto. Ese man es cacumen”, haciendo referencia a su producción intelectual.

Alberto estuvo muy entusiasmado conociendo la casa que se conserva en buen estado y conversando con el conserje que la cuida desde hace más de medio siglo, quien le explicó sobre algunas ruinas que aún se conservan en el patio de la casa y su función en términos económicos. Nos dijo que en esos terrenos se cultivó cacao, caña e incluso se produjo ron que se comercializaba en la región. Alberto tomaba nota y fotos con entusiasmo.

Giuseppe, el bisabuelo de Alberto, fue un anarquista y masón, que además se declaraba seguidor de Garibaldi. El bisabuelo, junto con sus otros hermanos se establecieron en Ciénaga, donde se dedicaron a la agricultura como los cultivos de caña, tabaco, cacao y extracción de madera. Alberto también quiso conocer la imponente sede de la logia masónica en Ciénaga, donde pensaba que su antepasado podía haber ejercido la masonería.

Alberto conoció ese día el centro histórico de Ciénaga, a pesar de haber pasado muchas veces por este municipio. Se mostró sorprendido por el diseño del centro histórico, el cual tiene como eje la plaza de la iglesia o el Templete, desde donde se irradian en forma de estrella de siete puntas sus calles amplias y limpias. Allí se observa el esplendor que vivió Ciénaga en la época de la bonanza bananera que, con altibajos, se extendió desde la última década del siglo XIX hasta principios de la década de 1960.

Regresamos a Santa Marta y un Alberto emocionado de haber descubierto sus raíces italianas en Ciénaga prometió escribir un ensayo histórico sobre Giuseppe De Andreis y sus aportes económicos a la subregión de Ciénaga, más adelante bautizada como zona bananera. Pero el tiempo no le alcanzó para hacer esta investigación, ni para estrenar su pasaporte italiano, que lo había obtenido por ser el bisnieto de Giuseppe.

Hoy podemos decir que Alberto Abello vino a Santa Marta y Ciénaga a recoger sus pasos, pero así mismo que no se ha ido del todo, porque nos dejó sus ideas, sus libros, sus acciones, así como su entusiasmo al emprender cualquier proyecto dedicado a la cultura, al desarrollo regional o los estudios del Caribe. Adicionalmente, tenemos el compromiso de difundir su obra, tal vez a través de un centro de estudios que lleve su nombre y valore su legado. Allí tendremos el cacumen del Caribe colombiano, en función del desarrollo humano y cultural de la región.

Joaquín Viloria De la Hoz

Doctor en Historia de la Universidad Autónoma de Puebla, México. Desde 2010 es el Gerente del Centro Cultural del Banco de la República en Santa Marta. También se desempeña como profesor catedrático de Historia Económica de Colombia e Historia Económica del Caribe Colombiano en la Universidad del Magdalena.