“El contraste entre la opulencia y la decadencia en mi obra refleja las tensiones históricas y culturales que definen nuestra identidad”, afirma Gonzalo Fuenmayor. Foto: Archivo particular.
El arte desbordante de Gonzalo Fuenmayor, entre la exuberancia tropical y la pregunta sobre quiénes somos
En Acento, nuestra sección de cultura, una charla con el artista visual barranquillero.
Gonzalo Fuenmayor (1977) es un artista visual colombiano cuyo nombre ha ganado reconocimiento en la escena internacional por su habilidad para combinar la exuberancia tropical de su tierra natal en un arte que genera preguntas inquietantes sobre nuestra identidad latinoamericana. Nacido y criado en Barranquilla, y radicado en Estados Unidos, desde temprana edad mostró un talento excepcional para el arte, destacándose entre sus compañeros por su creatividad desbordante. Siempre fue el encargado de diseñar los proyectos de clase, ya fueran camisetas o slogans, mostrando una habilidad innata para la caricatura y el diseño gráfico que ya presagiaban la carrera que seguiría.
A lo largo de su vida, Gonzalo ha sido una persona profundamente curiosa e intelectualmente inquieta. Esta curiosidad lo llevó a destacarse no solo en el ámbito artístico, sino también en el académico. Aunque inicialmente quiso estudiar Administración de empresas, pronto se dio cuenta de que su verdadera pasión residía en el arte. Decidió entonces cambiar su rumbo y mudarse a Nueva York, donde comenzó su formación en artes visuales en la School of Visual Arts y luego en el School of the Museum of Fine Arts en Boston. Estas experiencias le proporcionaron una visión más amplia de la práctica artística.
El talento y la sensibilidad artística de Gonzalo no surgieron de la nada; provienen de un rico legado familiar. No solo es bisnieto de José Félix Fuenmayor, uno de los pioneros del modernismo literario en Colombia, sino que su abuelo fue integrante del renombrado Grupo de Barranquilla, un círculo de intelectuales y artistas que incluía a figuras como Gabriel García Márquez y Álvaro Cepeda Samudio. Aunque falleció cuando Gonzalo tenía solo 17 años, la casa de su abuelo, repleta de libros y música, avivó su curiosidad intelectual y artística, dejando una huella imborrable en su desarrollo.
Otros responsables de este legado han sido su padre, un ingeniero químico que se describía a sí mismo como “el más humanista de los ingenieros”, quien le aporto el equilibrio entre la lógica y la creatividad, y su madre, una apasionada de la música que formó parte de la Orquesta Sinfónica de Barranquilla tocando la flauta traversa, que siempre estuvo presente para fomentar su creatividad, proporcionándole desde muy joven libros, colores y materiales.
Hoy, Gonzalo Fuenmayor es reconocido internacionalmente por sus elaborados y detallados dibujos que exploran la identidad cultural, el colonialismo y las intersecciones entre culturas; su trabajo reflexiona sobre la compleja historia de América Latina. Estas temáticas están plasmadas en su primer libro monográfico, Tropical Burn, publicado por Oolite Arts, que documenta su práctica artística y lo introduce a nuevas audiencias.
En su obra se superponen elementos tropicales y símbolos de opulencia, y el uso dramático del claroscuro refuerza esa sensación de estar ante una imagen teatral o cinematográfica. Conversé con Gonzalo, quien además es mi amigo de infancia, sobre su obra y sus geografías personales y artísticas.
The Etiquette of Agony, obra de Gonzalo Fuenmayor.
Cristina Said: Creciste en Barranquilla en un entorno familiar que fomentaba la creatividad. ¿Cómo influyó ese ambiente y el legado de tu abuelo, Alfonso Fuenmayor, en tu desarrollo como artista?
Gonzalo Fuenmayor: Mi abuelo fue una figura de gran influencia en mi vida, no tanto en términos directos de orientación artística, sino en la manera en que su entorno, sus libros, su música, cultivaron en mí una sensibilidad hacia la cultura y las artes. Aunque no vivió para ver mi desarrollo como artista, su memoria y el ambiente que creó siempre fueron un referente, una especie de guía silenciosa que me acompañó en mi camino hacia la pintura.
C.S.: A pesar de tu inclinación natural hacia el arte, decidiste estudiar otra carrera inicialmente. ¿Qué te llevó a hacer ese cambio de rumbo hacia el arte, y cómo crees que esa transición temprana influyó en tu carrera artística?
G.F.: Decidí estudiar Administración porque, en ese momento, era la opción más “segura” y parecía un compromiso razonable entre lo que me interesaba y lo que se esperaba de mí. Sin embargo, rápidamente me di cuenta de que no era lo mío. La frustración de no sentirme satisfecho en lo que hacía me llevó a tomar la decisión de seguir mi verdadera pasión por el arte, algo que finalmente me liberó y me permitió enfocarme completamente en lo que realmente quería hacer.
Durante tu formación artística en Nueva York y Boston, ¿cómo influenció la experiencia de ser uno de los pocos estudiantes latinos tu enfoque hacia la identidad cultural y la manera en que abordas estos temas en tu obra?
Ser uno de los pocos latinos en esos entornos me llevó a reflexionar sobre las etiquetas y estereotipos que se me imponían por mi origen colombiano. Esto me empujó a explorar mi identidad cultural de manera irónica y consciente, lo que se ha convertido en un tema central de mi trabajo. Esta experiencia me permitió abordar la identidad cultural no solo desde una perspectiva personal, sino también crítica.
La monotonia de lo extraordinario.
The Toxic Comfort of Fantasy.
A lo largo de tu carrera, has explorado temas como el colonialismo y la identidad cultural utilizando una estética muy particular. ¿Cómo desarrollas tu estilo artístico?
Mi estilo se ha desarrollado a partir de la combinación de mi herencia tropical con influencias barrocas, creando un lenguaje visual que busca explorar las complejidades de la identidad latinoamericana. Me atrae la yuxtaposición de lo exuberante y lo decadente, lo real y lo imaginario, como una forma de reflexionar sobre el legado del colonialismo y las múltiples capas de nuestra cultura.
En tu obra los bananos y las plantaciones bananeras se transforman en poderosos símbolos que evocan tanto la historia como las tensiones culturales del Caribe. ¿Cómo surge tu interés por estos elementos?
Bueno, el banano empezó a aparecer en mi trabajo cuando comencé a explorar las expectativas y estereotipos sobre lo latino a través de este fruto. En ese momento estaba estudiando mi maestría en un entorno americano, y me di cuenta de que me estaba autoexotizando, convirtiéndome en lo que podríamos llamar “el hombre banano”, un personaje latinoamericano de una república bananera como Colombia, haciendo arte con bananos.
Inicialmente, mis obras presentaban bananos a escala humana, evocando una especie de cadáveres. De esta forma, el fruto se convirtió en un vehículo irónico para navegar mi identidad en un ambiente predominantemente americano. A medida que continué explorando estos clichés y estereotipos de Latinoamérica, empecé a crear bodegones de bananos. Sin embargo, llegó un momento en que sentí que me estaba repitiendo, así que decidí expandir mi enfoque hacia las plantaciones bananeras. Este “zoom out” hacia la plantación me permitió explorar temas que siempre me han interesado: la relación política, cultural e histórica entre Norte y Suramérica, la United Fruit Company, y la violencia en Colombia, todo ello a partir del contexto de las bananeras. Así, el banano comenzó como una herramienta para explorar mi identidad, pero pronto me permitió abordar cuestiones más amplias relacionadas con las dinámicas de poder, la explotación y las relaciones entre Norte y Suramérica.
Dos muestras, una en la Dolby Chadwick Gallery en San Francisco, y en la Galería El Museo de Bogotá, recogen la apuesta artística de G. Fuenmayor.
Me atrae la yuxtaposición de lo exuberante y lo decadente, lo real y lo imaginario, como una forma de reflexionar sobre el legado del colonialismo y las múltiples capas de nuestra cultura.
En tu obra el trópico se presenta con una dualidad que combina la exuberancia con la decadencia, la opulencia con la fragilidad. ¿Cómo logras equilibrar estos contrastes en tu trabajo y cuál esperas que sea la reacción del espectador?
En todos mis dibujos siempre hay una dualidad o una tensión, un choque entre dos culturas. No considero que mi trabajo sea surrealista en el sentido tradicional, porque las escenas que dibujo podrían ocurrir en la realidad. No se trata de algo fantástico, sino más bien de algo dislocado, que genera una sensación de estar fuera de lugar. Siempre busco transmitir esa sensación.
Por eso evito describir mi obra como surrealista, ya que siento que las escenas que represento podrían suceder. Este contraste entre dos mundos tiene mucho que ver con mi propia experiencia como inmigrante en Estados Unidos, donde me siento arraigado y, al mismo tiempo, en proceso de convertirme en un híbrido dentro de esta cultura. Esta negociación constante entre el arraigo y el desarraigo es un tema central en mi trabajo. No espero nada específico del espectador. Simplemente quiero que se detenga frente a estas imágenes, las enfrente con sus propias expectativas, y luego encuentre un elemento disonante que desestabilice esa interpretación inicial. Ese momento inesperado, donde se sacude un poco al espectador, es lo que siempre trato de crear en mis imágenes.
Dos muestras del artista
Recientemente, Gonzalo Fuenmayor ha inauguró distintas muestras que continúan explorando los límites entre lo real y lo imaginario. Bretonian Slip, en la Dolby Chadwick Gallery en San Francisco, se centra en la idea de los “deslices”, explorando cómo pequeños errores o revelaciones pueden exponer verdades profundas sobre la identidad y el poder. Inspirado por André Breton, quien al visitar México en 1938 afirmó que “México es el país más surrealista del mundo”, Fuenmayor utiliza el plátano como un símbolo recurrente de América Latina, mostrando cómo este fruto, que literalmente puede hacer resbalar a alguien, también refleja las complejas dinámicas de poder transnacionales. Como lo demuestra el dibujo Bretonian Slip, este es el golpe maestro final de Fuenmayor en su exploración artística de la identidad y el poder. Por otro lado, Tropismos, su cuarta exposición en la Galería El Museo de Bogotá, investiga la interacción entre la cultura y la naturaleza, destacando cómo los elementos tropicales irrumpen en espacios de opulencia y poder, cuestionando las dinámicas culturales y sociales.
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Cristina Said
Periodista, especialista en Desarrollo Organizacional y Procesos Humanos de la Universidad del Norte.