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La escritora bogotana Carolina estará esta semana en el Hay Festival Cartagena. Foto: Carlos Duque.

La escritora colombiana habla sobre su nuevo libro, “El Sol”, que conjuga ensayo, poesía y narrativa, y explora una espiral de temas “infinitos” que van desde la relación entre el diablo y Dios hasta los recuerdos de su infancia, pasando por los sueños, el fuego y el tiempo.

Las ideas de Carolina Sanín (Bogotá, 1973) suelen instalarse en lugares contrarios. Para ella, es posible que esa sea su naturaleza: ser antagonista, adversaria y fiera. Su voz y mirada suelen incomodar a unos, y, al tiempo, alumbrar a otros de una forma clara y profundamente poética. 

Sus pronunciamientos sobre la política identitaria le han costado la cancelación en distintos escenarios –recientemente la editorial Almadía rescindió un contrato para la publicación de sus libros en México–. Sanín ve su empeño en defender sus cuestionamientos como un acto de valentía. “En las guerras me he dado valor. Y, al ponerme en contra, he podido, a veces, ver con la distancia precisa y con cierta claridad”, dice.

En su más reciente libro, El Sol (Random House), que conjuga géneros como el ensayo, la poesía y la narrativa, la escritora colombiana busca una forma de luminosidad y esplendor a través de la asociación de temas infinitos: la victoria y la tragedia del vencedor, la reconciliación entre el diablo y Dios, los recuerdos de su infancia, el tiempo, el fuego, los vampiros, los sueños, los árboles, los planetas, las plantas, el Sol. Sanín explora lo imaginario, la relación de los objetos en el pensamiento, y hace que las cosas se parezcan entre sí, de modo que también sean esas cosas que no son. Encuentra e inventa el Sol en todo lo que es y en ella. 

La autora de Somos luces abismales es una de las invitadas al Hay Festival Cartagena 2023, que se celebra del 26 al 29 de enero en la ciudad amurallada. Conversará con la periodista Eva Orúe, el domingo, a las 6:00 p.m., en el Centro de Convenciones. Sanín responde vía correo electrónico esta entrevista.

Ivonne Arroyo: En El Sol hablas de la belleza del entrenador de fútbol y de la belleza de Mourinho. ¿Qué otros seres, sean entrenadores o jugadores o no, tienen esa elegancia y gracia?

Carolina Sanín: Sí, hablaba sobre la victoria y trataba de ver la belleza de ganar, del ganador y el triunfante. Algunas personas tienen, de una manera muy carismática, esa gracia de la victoria, que a veces también da miedo. Para seguir con el fútbol, la tienen, por ejemplo, Maradona y Zidane. En Maradona el triunfo es un jolgorio despeñado. En Zidane es la seriedad y la contención peligrosa. Me interesa que preguntes por la elegancia, porque uno puede decir que el deporte –el juego de llevar el cuerpo al extremo de su potencia– es inelegante por inmoderado. Pero también puede decir, creo, que es en el deporte donde surgen los parangones de la elegancia, por el ejercicio de un control que no es moderación. En cuanto a la gracia, en el deporte se presencia el don puro, que no se negocia ni puede ser apariencia. El cuerpo más potente es el cuerpo más potente y, antes del tiempo y su rigor –antes de la disciplina– lo es por la concesión de un don, no por el ejercicio de ninguna virtud. 

I.A.: Te refieres a ganar como una forma de gastarse, de estar cansado y vencido. ¿Para qué nos sirve ganar y ganar y ganar? 

C.S.: Sirve, creo, para dar el consuelo de la inmortalidad. Ganar es llegar, es terminar y no tener que seguir. Quien gana y llega a la cumbre, y sin embargo sigue viviendo, puede tener la ilusión de que siguió viviendo después de morir; de que, por tanto, venció a la muerte al vencer todos los demás obstáculos. Ganar es quedarse y, a la vez, haber salido. “Éxito” viene de exitus, que es salida y también es fin. Es hermoso ganar, y sobre todo que nos guste ver ganar a otros, como en el fútbol. (En otras actividades, la envidia y el resentimiento no nos dejan contemplar tanto la belleza de la victoria ajena).

Las cosas sobre las que escribes parecen infinitas. Conectas a Aquiles con Mourinho, escribes sobre los fríjoles, los vampiros, Dios y el diablo, el Sol. ¿Hay algo que no te interese? ¿Qué mundos te resultan indiferentes?

No, no puedo pensar en ningún objeto que no me interese ni en ningún mundo al que no quisiera poder asomarme. O sí, la estupidez no me interesa. He tratado en disciplinarme para perder el morbo que me suscitaba. 

Hace poco recordabas “sin nostalgia” cuando discutías en Twitter con cualquiera que te escribiera. ¿Cómo escoges ahora a quien enfrentas? 

Ahora no leo tanto los comentarios, aunque a veces es difícil, pues, con solo estar frente a la página de Twitter, me saltan a los ojos. Entonces respondo uno o dos. Los más insidiosos, tal vez. O le agradezco a quien me muestra algo de valor. Perdí el ansia de convencer y el escrúpulo de enseñar lo que creo que sé. Lo malo es que, con ello, también he perdido la esperanza en la comunicación a través de las redes.

 

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Portada de “El Sol”, obra de Carolina Sanín publicada por Random House.

No puedo pensar en ningún objeto que no me interese ni en ningún mundo al que no quisiera poder asomarme. O sí, la estupidez no me interesa. He tratado en disciplinarme para perder el morbo que me suscitaba.

Dices: “La cólera es la manera de ser que mejor saca a una persona de sí y hace que se cree a partir de ella un personaje”. ¿Cómo lidias o haces las paces con esa otra que también eres cuando te sales de ti misma?

No sé si hago las paces ni sé si lidio con ella (que no es, exactamente, otra). Quizás ese “salirse de sí” pueda verse en relación con la alternancia entre el dormir y el despertar de distintos aspectos de uno. La integración interior –o la armonización y la aceptación de la luz y el desconocimiento en uno– es un problema para todos, creo. El acto colérico es un desempeño de una misma y es, también, una posesión. Algo que una hace poseída por el temor y que hace para poseer algo externo que no puede controlar. Lo hace como si fuera otra, pero sin serlo; aferrada no por otra personalidad, sino por otro momento de su propio tiempo, y por un aspecto definitivo y abismal de las cosas. Supongo que el trabajo y el destino de todas las personas es la integración, que no solo consiste en aceptar y contener las posibles reacciones y las máscaras surgidas de uno mismo e impuestas por el mundo, sino también en aceptar y contener los distintos momentos de uno: el pasado y sus pérdidas, y el porvenir y sus espejismos y esperanzas, sin que unos momentos contiendan contra los otros y quieran anularlos.

¿Tu empeño por pelear y ser lo contrario te ha traído algo bueno o bello? ¿Quizás la amistad en la enemistad? 

En el empeño por pelear está también la valentía. Y eso es un valor. En las guerras me he dado valor. Y, al ponerme en contra, he podido, a veces, ver con la distancia precisa y con cierta claridad.

¿Qué necesita algo o alguien para ser otra forma del Sol?

Alumbrar. Calentar. Emitir rayos. Dar. Expresarse.

Sobre el amor, dices: “Es el juego de las reglas ignotas, la burla de los juegos”. ¿Crees que algunos ganan y otros pierden? ¿En qué grupo estás? 

Estoy entre las que pierden. Pero los que aparentemente ganan también están solo perdiendo. El amor romántico es el juego de perder y de perderse.

En varios momentos del libro reconoces que hasta cierto punto llega tu conocimiento sobre algún tema. ¿Que se agote nuestro conocimiento nos permite otra cosa? ¿Imaginar, inventar, soñar?

Imaginar e inventar son también modos de conocer y de enterarse. Y también tienen límites, al igual que la adquisición de información externa. Llega un punto en que te encuentras al final de un razonamiento o de una serie de asociaciones, y entonces la única manera de seguir es cambiar de objeto. Como en el amor.

Afirmas: “Escribir es encontrar el grado de luminosidad de un texto, y graduar y degradarse hasta coincidir con él”. ¿Cómo sabes que encontraste esa luminosidad? 

Porque llega un momento en que me siento momentáneamente llena, acompañada y ubicada.

¿Sufres un poco cuando escribes? 

Un poco, pero con placer. Cuando no escribo sufro sin placer ni gracia ni guía.

 

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Ivonne Arroyo M.

Periodista. Actualmente es editora de contenidos de la Fundación Gabo. Es comunicadora social y periodista con especialización en Desarrollo Social. Fue coordinadora de El Dominical, suplemento cultural del periódico El Heraldo de Barranquilla. Es coautora del libro Empezar de cero (2022), publicado por Editorial Naranjo y Vorágine.